8 de marzo: los feminismos marchan contra el hambre y el ajuste
Un nuevo 8 de marzo se acerca en la Argentina mileísta. Una Argentina entregada, donde el trabajo escasea y el hambre apremia; una Argentina anestesiada; una Argentina regida por la especulación, donde pierden las y los mismos de siempre. En este contexto, las mujeres vuelven a las calles para conmemorar el Día de la Mujer Trabajadora.
Por Mariana Di Mauro para Revista Resistencias
El 8 de marzo es mundialmente conocido como el Día de la Mujer Trabajadora. El eje transversal de la fecha es el reconocimiento de la mujer como pieza fundamental para el sostenimiento de la actividad productiva de un país. “Aquello que llaman amor es trabajo no remunerado” es la consigna que marcó durante muchos años la jornada, en referencia a todas esas actividades que las mujeres realizan al interior de las casas, con chicos y con grandes, en los comedores o en los barrios, que permiten sostener las vidas familiares, pero no son reconocidas ni remuneradas.
Por esas tareas que social e históricamente son adjudicadas a las mujeres es por lo cual las mismas tienen menos oportunidades en el mercado laboral. Al tener que dedicar gran parte de su tiempo a las tareas domésticas y/o, en muchos casos, comunitarias, menos tiempo pueden destinarle al trabajo remunerado.
Sólo para graficar esto se puede mencionar que, durante el tercer trimestre del 2024, la tasa de actividad (personas que trabajan o buscan trabajo) registrada para los varones fue de 70,5%, mientras que para las mujeres se ubicó en 52,1%. Por otro lado, dentro de la población económicamente activa, la tasa de desocupación fue de 6,2% para los varones y de 7,9% para las mujeres. Estos son algunos datos arrojados por la última Encuesta Permanente de Hogares (EPH) publicada, que deja de manifiesto la brecha de género en cuanto a la actividad económica.
En un país con una pobreza estructural como la Argentina, estas desigualdades entre hombres y mujeres pueden tender a profundizarse. Debe tenerse en cuenta que son estas últimas las que además de ocuparse de sus propias familias se ocupan del resto de la comunidad.
La labor de las mujeres no se limita al trabajo remunerado (si tienen) o a sus casas, sino que son ellas las encargadas de revolver las ollas en los barrios populares para que las y los chicos tengan un plato de comida cada día. También son ellas las que tejen redes con otras mujeres para ayudarse frente a situaciones de violencia. Son ellas las que cuidan a los adultos mayores que no tienen otras posibilidades.
Estos son sólo algunos ejemplos que sirven para ver y entender qué se reclama cada 8 de marzo. La falta de oportunidades, la precarización laboral y las tareas domésticas y comunitarias que realizan las mujeres generan que sean estas quienes más sufran las condiciones de pobreza. Porque no sólo se empobrecen ellas individualmente, sino porque son las primeras en salir a hacerle frente a la pobreza de los pibes, de los mayores, de quienes también, al igual que ellas, pierden cada día más.
Ellas son las que están cuando el Estado falta; y un Estado que falta cuando más del 50% de la población está bajo la línea de pobreza sólo puede significar más pobreza y precarización.
La motosierra patriarcal
A esta realidad hay que agregarle las consecuencias que viene dejando en materia de género la gestión libertaria con Javier Milei a la cabeza. Más allá de los discursos misóginos a los que nos tiene acostumbradas el presidente, en los últimos meses se llevaron adelante importantes recortes en programas y políticas destinadas a mujeres y diversidades.
En junio del año pasado, el gobierno anunció el cierre definitivo del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidades. Su creación, en el año 2019, implicaba la jerarquización de la agenda asociada a las mujeres y disidencias. Tras la decisión gubernamental, por primera vez en 38 años, el Estado argentino no tiene ningún organismo nacional especializado en la promoción de los derechos de las mujeres.
Tras la eliminación del Ministerio, la Línea 144 de ayuda a mujeres y personas LGBT en situación de violencia pasó a estar bajo la órbita del Ministerio de Justicia, a cargo de Mariano Cuneo Libarona. Desde el año 2019 hasta el 2023 se recibieron más de 1.200.000 comunicaciones y realizaron más de 93.000 intervenciones en las que se brindó asesoramiento y asistencia ante situaciones de violencia. Con el gobierno de Milei, el sector sufrió un recorte del 85% de su personal y ya no estará destinado a las mujeres, sino a cualquier persona que sufra violencia ya que “la violencia no tiene género”, según dichos del ministro encargado de impartir justicia.
La última jugada del gobierno en este ring fue el anuncio del proyecto de ley que pretende derogar todo tipo de cupos y leyes “que tengan que ver con discriminación positiva”, como por ejemplo la Ley de Cupo Laboral Trans. Además, se busca modificar el Código Penal vigente eliminando la figura de femicidio, negando que existe la violencia por motivos de género en un país donde durante el año 2024 se registraron 267 femicidios.
Como broche de oro para terminar de poner en jaque los derechos que supimos conseguir, uno de los flamantes miembros de la Corte Suprema designados por decreto presidencial, Manuel García Mansilla, es un férreo militante anti-aborto. Otra lucha que no termina.
Los feminismos en las calles
A partir del 2015 hubo un renacer del feminismo argentino. Los femicidios, las políticas de ajuste del gobierno de Macri, la represión en los Encuentros de Mujeres de Mar del Plata y Rosario fueron el caldo de cultivo para la emergencia de un movimiento decidido a dar pelea.
Sin ir más lejos, el 19 de octubre del 2016, fueron las mujeres y disidencias quienes llevaron adelante el primer paro contra el gobierno de Cambiemos. “Mientras la CGT toma el té, nosotras tomamos las calles”, se decía. Allí se sentaron las bases para convocar a un Paro Internacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis y Trans, el 8 de marzo de 2017. El canto de ese 8M fue “poné la fecha la puta que te parió”, en reclamo a que la CGT aun no había tomado ninguna medida frente a los ajustes y los despidos. Para ese entonces, las mujeres ya habían salido a las calles dos veces.
Mucho de todo ese contexto vuelve a repetirse este 8M: ajuste, FMI y hambre sumado a la vulneración de derechos conquistados. La precarización de la vida se profundiza y las mujeres no parecen estar dispuestas a dar el brazo a torcer. “Si nuestras vidas no valen, produzcan sin nosotras” fue la consigna que se escuchaba aquel 2017 y hoy resuena con la misma fuerza.