FEMINISMOS

El amor, ¿mata? Sobre la “emoción violenta” y los “crímenes pasionales”

Por Yunga

El 14 de noviembre de 2012 se sancionó en Argentina la Ley 26.791, que reformó el artículo 80 del Código Penal para incluir la figura de “femicidio” como agravante de un homicidio “cuando mediare violencia de género”. A partir de ese momento desaparecieron las figuras penales de “crimen pasional” y “emoción violenta” como atenuantes de la pena.

Ahora bien, entendiendo por supuesto la importancia de este paso para la lucha feminista, ¿Han desaparecido acaso los “crímenes pasionales”?

El miércoles 17 de julio Catalina Gutiérrez, estudiante de arquitectura de 21 años, salió de su casa para encontrarse con amigues y horas más tarde fue encontrada muerta dentro de su auto. Pocas horas después, Nestor Soto, compañero de facultad de su misma edad, confesó haberla matado. Muchos de los medios que levantaron la noticia al día siguiente dijeron que, al momento de la confesión, Nestor había declarado de Catalina que era “El amor de su vida”.

Una semana más tarde, abogado mediante, Nestor negó haber dicho eso (buscando quizás que la causa no reciba la caratula agravante de “femicidio”). Pero más allá de si Nestor lo dijo o no, la fascinación de los medios con la frase demuestra que no hay un consenso social respecto a eso de que “si te pega no te quiere”.

El femicidio de Catalina (que más allá de lo que defina la Justicia parece obvio que su género tuvo mucho que ver) causó en la UNC una conmoción aún más grande que la de femicidios anteriores (como el de Milagros Bottone, estudiante de Derecho y preceptora del Colegio Monserrat, asesinada el año pasado), no sólo por la alta mediatización del caso (Catalina era influencer), sino sobretodo porque esta vez también el asesino es estudiante de la UNC.

Desde ese día las distintas áreas de géneros (entre ellas la Unidad Central para la que yo trabajo) han estado organizando reuniones tanto para debatir acciones y exigencias, como para intentar acompañar el duelo de la comunidad universitaria que conoció a Catalina. En respuesta a la difusión mediática del tipo “la mató por amor”, el abordaje tomado giró en torno a remarcar que el de Catalina no había sido un “crimen pasional”, sino un femicidio. Y sin embargo, como siempre, no puedo evitar conectar con un inconsciente colectivo que se pregunta: ¿Acaso no son casi todos los femicidios “crímenes pasionales”?

Habían pasado pocos días del femicidio de Catalina cuando asistí a un evento cultural en la UNC en el que un grupo de hermoses artistas tocaron covers de populares boleros románticos de esos que todes alguna vez hemos cantado junto a una radio matutina. Lamentablemente, no logré disfrutarlo. Por mucho que a mí también me encante cantar boleros románticos, no podía dejar de pensar en la gran ironía de afirmar por un lado que “nadie mata por amor” mientras, por otro, gritamos a coro “no puedo vivir sin ti” con el corazón en la mano.

A ver, por supuesto que hay un abismo entre cantar un bolero y estrangular hasta la muerte. Obvio que no sólo de boleros tóxicos se compone el patriarcado. Y sin embargo, no deja de impresionarme que la problemática del amor romántico posesivo no reciba la atención que se merece. Y no estoy hablando de abolir la monogamia y volvernos todes poliamoroses (aunque qué hermoso sería), sino de aceptar que si bien es obvio que es el patriarcado quien determina que sean siempre mujeres las que mueren por amor, el móvil que motiva esas muertes son las frustraciones, decepciones, envidias y celos producidas por la fantasía del amor posesivo en el que estamos todes inmerses. Lograr que las instituciones reconozcan esta desigualdad fue un importante primer paso, pero tode transfeminista que se sepa anti-punitivista sabe que una solución estructural al problema de los femicidios debe involucrar una transformación cultural. Ley Micaela es un ejemplo que busca concientizar acerca de las desigualdades y las violencias ejercidas sobretodo en ambientes laborales (pues está destinado a reducir la violencia machista en instituciones), pero todavía nos debemos una buena cantidad de tiempo destinado a crear mecanismos pedagógicos que permitan trabajar el amor posesivo.