Un país abigarrado
Entrando, o más bien ya hace rato, en la física cuántica y la era de acuario, Bolivia es un país donde casi todo es posible. Un presidente indio que no es indio. Una pobreza que puede no ser pobreza. Un progreso que puede no ser progreso. Y la competencia perfecta.
Tupiza es llamada la ciudad roja por sus montañas color fuego. Parece que fue en esta ciudad que atraparon a los bandoleros Butch Cassidy y Sundance Kid. Los gringos siempre anduvieron por estas tierras. Pero son apenas un puñado que vienen en busca de hoteles más baratos que los de Uyuni para hacer el tour por el salar. Que ahora, como tiene mucho Litio, parece que lo están dejando sin napas subterráneas. Además de las intestinas disputas entre los departamentos de Potosí y Oruro por proyectos inmobiliarios y extractivos.
Cuando Evo Morales quiso regresar al país en el 2020, un bloqueo en Tupiza trató de impedírselo. Algún manifestante lo trató de bandolero. Aunque no lo atraparon. Ahora anda prófugo de la Justicia, escondido en el Chapare, como Butch y Sundance se escondían de la Justicia en ranchos amigos de esta salvaje sudakamérica.
El bloqueador bloqueado. Paradojas de, como decía el sociólogo, político y filósofo boliviano René Zavaleta Mercado, un país abigarrado. Como hilos en el telar de un poncho multicolor, en el país “cheje” de la Silvia Rivera Cusicanqui, todo es posible. La taba a veces no tiene derecho ni revés. Cada visita es un nuevo golpe a nuestros paradigmas e intentos de conclusiones.
“Vamos a planificar el viaje”, pide el Wally. “Eso no pasa en Bolivia”, le aclara el Diego. “O al menos, si vas a planificar”, le aportó yo, “hay que derivar en alerta, como dice el papacho Max Neef”.

No tan gringos
Nosotros conocimos esta ciudad en 2013 con la intención de subir al tren que hace Villazón-Oruro. En Villazón era imposible, pero alguien nos pasó el dato que su segunda parada era Tupiza y se reservaban algunos lugares. Descubrimos un pueblo hermoso, pacífico, con un lindo río, exquisitos tamales y muchos mercados y restaurantes para sacar unas monedas con la guitarra. También a la caserita tan amable y cordial del hotel Suipacha, con cuyos hijos pasábamos horas tocando músicas.
En 2025 el Colo me dice que el pasaje del tren puede pagarse por internet. La abuela Ana, conociendo la cultura boliviana se caga de risa. “No debe ser”, sonríe y mueve la mano con ese gesto que en el país de las mamitas quiere decir “manan kanchu” o “no hay”. Efectivamente, el Colo jamás pudo sacar el pasaje. Así que decidimos hacer nuestra primera parada en Tupiza. Para ver que onda el tren. Y también para aclimatarnos a la altura y las bacterias.
La primera noche después de caminar un rato preguntando precios de hoteles decidimos parar en una casona que hay justo enfrente de donde antojadizamente estacionamos el auto (el Tiburón del Monte). Un par de caseras muy amables nos abren el patio de su casa donde crecen paltos.
Como todas las construcciones en Bolivia, el adentro es diferente al afuera. Como si de pronto entraras a una cueva de dimensiones siderales por un pequeño pasadizo en la roca. Las construcciones muestran evidencias de un progreso lento pero constante, de imprevisiones, imprevistos y replanteos constantes. Ventanas exteriores que se trasforman en interiores, cambios rotundos en el azulejado, diferentes pinturas, curiosas y antojadizas moldaduras, pero muy pocas veces un reboque. En Bolivia los reboques son tan raros como la planificación. Salvo en las viviendas de la Agencia Estatal de Viviendas (AEViviendas).
Como pretendemos wi fi y cocina, al otro día nos mudamos a un hotel para gringos donde no hay gringos. Obviamente es un poco más caro. La historia es curiosa: dos hermanos dueños de una agencia de turismo construyen dos hoteles, ambos dentro de la red Hostelling International. Uno más clásico, con cuartos amplios, de linda decoración, una linda terraza y una cocina modesta. El otro bien cutre, con una cocina amplia, un patio desordenado y cuartos con muchas camas. Los dos valen lo mismo. El primero tiene cochera. Wally quiere ir al segundo que está lleno de rubias finlandesas y gente joven. El resto decidimos vivir una vida más calma y optamos por el segundo hotel donde solo hay parejas de gringos mayores o bolivianos de buen vivir.

Las fronteras gastronómicas y culturales
Como buen vasco bruto ycabeza dura, me costó un rato entender que hay que entrar de a poquito en la maravillosa y diversa gastronomía boliviana. Por alguna misteriosa razón, ajena a mi boicot a la privatización del agua, aprendí a tomar agua mineral las primeras semanas de estadía en Bolivia.
El Colo nos da una explicación científica. Cuando uno cambia de territorio, uno cambia de agua, es decir de bacterias. Es normal que el cuerpo purgue con una feroz cagadera las bacterias de nuestros anterior territorio para incorporar las nuevas. Este proceso se puede hacer más sutil si ya el cuerpo tiene memoria de las nuevas bacterias. O si se las introduce de a poco, tomando agua mineral y algunos guisos donde el agua esté hervida. O verduras con cáscara, donde las bacterias están en un estado más primario. Claro que también podes pasártela tomando agua mineral y comiendo en esos escasos restaurantes de apariencia gringa que cobran el triple que cualquier caserita del mercado. No cambiar de bacterias, como que el papel higénico no te raspe, es mucho más caro en Bolivia.
Nos damos cuenta que lo mismo se da con la cultura y otras situaciones. Podes transitar Bolivia en el metro cuadrado for export donde suele moverse la gringada. O aprender a caminar por esas estrechas veredas herederas de la colonia, con su multiplicidad de seres y enseres, comercios de todo tipo y tamaño. Y productos de una economía popular en competencia perfecta. Caótica y ajena a nuestro paradigma estético y nuestra planificación económica. El libre mercado es opuesto a un Estado planificador. Quizás ese es parte del tinku de la economía popular aymara con el gobierno del MAS. Eso, si, si lo traes a Javier, se vuelve loco en cinco minutos y se vuelve stalinista.
Para fluir en la competencia perfecta tenés que aprender a pedir permiso, disculpas, ser amable, no hablar con esa arrogancia típica de los argentos. Entender que los horarios de las tiendas o caseras callejeras es realmente un misterio. Que si querés consumir algo que te interesa es aquí y ahora. Que si miras muy fijo el producto, la casera te va a empezar a hablar. Que muy seguramente te convenza de comprar algo que no es lo que querías pero se le parece mucho o es más grande y más caro. “¿Por qué hacen eso?”, pregunta el Wally divertido. “Las mamitas te cagan o te cagan”, decía mi amiga María. “Pero también te pueden dar yapita”, agregaba.
El verdadero mercado
En el colmo de la competencia perfecta y una economía libertaria, en Bolivia hay una diversidad infinita de productos a una diversidad infinita de precios en una diversidad infinita de tiempos y espacios. El mercado es una combinación infinita de productores, comercializadores y consumidores. Y no cinco tipos de traje en Wall Street como cree más de un economista libertario. Determinar equilibrios de precios es una danza fantástica, ajena a las aburridas rectas de oferta y demanda de la primeras clases de microeconomía.
Una y otra vez, alguno de nosotros va a salir a la calle con la intención de comprar tucumanas o salteñas (empanadas), bombas de papa, o esas montañitas de higos frescos que se veían tan suculentas. Una y otra vez vamos a volver con cualquier otra cosa pa comer. No hay. Manan Kanchu. Movemos la manito izquierda como si estuviéramos girando la perilla única de la ducha con un calentador a electricidad brasileño.
Si todas las mamitas venden tamales, evidentemente es el plato de la zona. Si solo hay una mamita por ahí perdida vendiendo api con buñuelos, será que ese exquisito desayuno es más parte del altiplano paceño. Podes comprarlo. Pero va a ser más caro. Y si mirás con cara rara a la casera por el precio, simplemente te va a responder (con un gesto en la cara): “pues coma tamales”.
Y si la señora de los tamales no tiene refresco de linaza, simplemente dice: “sentáte nomás caserito”. Y ahí al toque manda a su hija a pedirle refresco de linaza a la casera de media cuadra. La hija pregunta cuanto sale. La casera del tamal te cobra todo el precio y manda a su hija de nuevo a darle los dos pesitos del refresquito a la casera de la linaza. Fácil. Y sin mala onda, rivalidad, envidia, mirar la paja en el ojo ajeno y otras cuestiones de lo que este mundo moderno cree que es la Competencia o el Mercado. Incluso en cualquier feria artesanal de jipis adoradores de la pachamama en cualquier pueblo turístico de la Argentina.
Insistimos: Bolivia es libertaria pero comunitaria. Y si no te gusta: podes ir a comprar a otro lado.
Ponerte caprichoso en Bolivia no es buen negocio. Te podes quedar sin sopita, primerito y hasta postre. No es no. Sino decile al Evo y su referendum. Quizás esa modernidad cuántica o acuariana boliviana de “fluir” en tiempo y espacio es la causa de que el Estado del MAS no halla terminado de funcionar. Demasiada planificación. Lo cual es evidente. Para bien o para mal.

Una política abigarrada
En el nuevo hospedaje, entre otras cosas, tenemos televisión. Las noticias hablan que hay bloqueo por el aumento del transporte en Santa Cruz. Y un paro por el artículo del presupuesto que autoriza al gobierno a hacer decomisos en caso de especulación. Numerosas quejas de los grandes empresarios de la carne por las restricciones a la exportación que el gobierno impuso para frenar el precio de un producto que lideró en enero el ranking de inflación en el mes con el mayor índice en 17 años (1,95%). Nosotros seguimos alucinados de lo barata que es la comida.
Una encuesta dice que Arce es el presidente con la peor imagen de América Latina (10%) después de Dina Boluarte de Perú; Transparencia Internacional dice que la corrupción va de mal en peor en Bolivia (su puntuación más baja en los últimos 12 años y es el número 25 de 32 países en el continente); desastres naturales y preparativos para los carnavales; quilombo por unos contratos de Litio con una empresa china; peleas entre el presidente y vicepresidente (David Choquehuanca) y el Evo que hizo un ampliado (plenario) en el Chapare donde prometió retomar la candidatura a la presidencia juntando cien mil persona en La Paz para reclamar. El Tuto Quiroga lo reta a un debate en el mismo Chapare.
En un canal entrevistan a Marcelo Claure, empresario, presidente del club Bolivar y uno de los fundadores del Inter de Miami. Tiene un discurso muy parecido al de Mauricio Macri con unos toques de espectacularidad a lo Milei. Ofrece un millón de dólares de recompensa por el Evo, restaurar la aerolínea nacional BOA (que parece que se va pique y tuvo varios escándalos la última semana), hacer una interna con voto electrónico para unir a la oposición, y anuncia que ya reunió a siete economistas capísimos de Harvard para hacer el plan económico del futuro gobierno. Que si es del MAS, se lleva todas sus inversiones del país. Que Bolivia está en bancarrota por el déficit fiscal y la emisión de moneda, que el boliviano sabe que va a tener que hacer sacrificios, pero todo se soluciona con inversión extranjera porque “estamos aislados del mundo”. Que no es posible para los bolivianos producir baterías o autos de litio. Pero si intercambiar el litio por acciones de Tesla.
No puedo menos que imaginar a las cholitas yendo a Marte como en los libros de la Alison Spedding, una gringa cocalera del Yungas que aparece en un nuevo libro que me pasaron con ensayos críticos al “proceso de cambio” del MAS. El libro se llama En/Clave Salvaje, del Centro de Estudios Sociales (CEESP), que está financiado por la Fundación Rosa de Luxemburgo y el ayuntamiento catalán de Igualada en España.
Me acuerdo que la última vez que vine en 2013 las ongs eran las principales enemigas del Evo y García Linera. Este último había escrito El oenegismo, enfermedad infantil del derechismo (o cómo la reconducción del Proceso de Cambio es la restauración neoliberal) en respuesta a muchos de sus ex-amigos intelectuales que habían empezado a criticar su gobierno después del conflicto del TIPNIS y otra incongruencias ecológicas, del respeto a la Pachamama, las pueblas originarias y la autorganización de los movimientos populares que habían decidido romper el llamado “Pacto de Unidad” que defendió a Evo y Álvaro en la casi guerra civil del 2008 con los empresarios cambas de la Media Luna.
Después, los chismes de chicherías dicen que Álvaro negoció con los cambas para que cocaleros y sojeros se asociaran para deforestar la amazonía, cambiar 100 artículos de la nueva constitución, verticalizar o troskear el MAS como instrumento político para la soberanía de los pueblos, y desplazar comunidades originarias para construir en Tiquipalla un hotel 5 estrellas para brasileños (los mismos que ayudaron a tumbar la selva y hacer represas). Está última noticia me escandaliza ante la imposibilidad de ir a ese hermoso pueblo cercano a Cochabamba a tomar rica chichita y probar un Tiquipalla Golden.
Enclave Salvaje
“Históricamente, lo salvaje ha sido la etiqueta usada para justificar la dominación. Ha sido lo que debe ser destruido, convertido o disciplinado por no encajar y por resistir a moldes civilizatorios. Frente a la modernidad del capital y a todas las violencias intrínsecas a ella, reivindicamos los salvaje como brújula que no se somete, como postura que incomoda a los poderes establecidos”, dice la editorial del libro que me recomendaron. Mucho más interesante por cierto que los avatares íntimos de la caída del reino y el poder de Evo Morales en el libro de Martín Sivak Vértigos de lo inesperado.
En En/Clave Salvaje, la escritora feminista Virginia Ayllon relata los conflictos del 2019 aclarando que no todo fue tan evidente. Que los “pititas” (nombre que Evo le puso a los rebeldes citadinos porque eran como el cordel de un globo) no eran tan poquitos, ni tan pagaditos por la derecha, que tenían asambleas vecinales y bueno, lo que ya sabíamos mucho de los intelectuales o viajeros que conocíamos Bolivia pero fuimos linchados por la progresía argenta antes de sus autocríticas: que el gobierno del MAS dio papaya y tras haber destruido el Pacto de Unidad y su alianza con las bases sociales, quizás era de esperar que le clavaran un golpe más allá de lo desastroso del hecho.
Dice Virginia: “Así fue la actitud de las compañeras argentinas que nos decían en noviembre del 2019: te voy a explicar lo que sucede en tu país porque tú no estás entendiendo”, calificando sus posición de “dogmatismo arcaico”, “vergonzoso y colonialista”.
También explica que en Bolivia ya ser indio no es sinónimo de pobre y ser rico o gringo no es sinónimo de facho. Y que hay nuevas burguesías aymaras “indígenas del proceso de cambio”.
“Hoy hay en Bolivia una crisis aparentemente irresoluble de la reproducción social, en tanto esta está entrampada en la dinámicas y lógicas patriarcales que estructuran el orden político extractivista llamado pomposamente plurinacional”, dice Raquel Gutierrez. Por su parte el economista Huascar Salazar Lohman habla del chantaje progresista y la trampa del mala menor. Y Silvia Rivera Cusicanqui aclara: “Los proponentes de esta mesa tienen razón al rechazar la idea del voto por el mal menor. Basta con ver como les ha ido en Argentina, donde el apoyo acrítico al kirchernismo ha conducido a la elección de un personaje nefasto”. Da un dato no menor: entre los incendios, la minería y la extensión de la frontera agrícola de la coca y la soja, Bolivia fue el año pasado el país con el mayor índice de deforestación per capita del mundo. “Se metieron la pachamama en el orto”, opina Wally y pide por favor que nos dejemos de rosquear y vallamos por una salteñita.

Modernidad plebeya.
Desde la última vez que vine a Bolivia en 2013, mis amigos intelectuales o artistas clase media me llenan de nuevas críticas al proceso de cambio y el MAS. Yo siempre les digo que al lado de la Argentina, están en Disney. O más bien en la isla de Huxley. Aquí y ahora las gente en la calle o los campos no parece estar muy preocupada por las noticias ni las sesudas páginas de los libros que escriben. Mientras la marraqueta no aumente tanto, siga habiendo mercados con comida barata, la gente siga haciendo honor a su capital con esa Paz que cargan en todo momento y las caseritas sean las dueñas de la economía internacional (con posibilidades como dice Alison de llegar a Marte antes que Elon Musk), io me quedo tranquilo.
Con el Diego igual hacemos nuestro antojadizo juego de notar ciertas leves modernidades en el imperturbable estar andino del país de las mamitas. Más locales con fachada moderna, más calefones a gas en vez de esas peligrosas duchas eléctricas brasileñas, baños más limpios, menos olor a meo, peajes más parecidos a un país normal con su casilla y gente con uniforme, rutas decentes, las casitas del AEViviendas, red de gas por todos lados, menos abarcas (igual tamos lejos de la zona más andina), menos puestos de mokochinche y linaza (idem), menos quilombo con los precios (no sabemos si porque las caseras abandonaron sus mañas o porque nosotros ya las entendemos). Solo dos situaciones nos parecen un poco fuerte: que la casera de la linaza nos de un vaso de plástico en vez de una bolsita con pajita para llevar. Y la nueva coca machucada, que es como una coca hecha chicle de maracuya en una bolsa de plástico sellada al vacío.
En todo caso, si el salvajismo es un refugio, tamos bien. Un progreso tan sutil como jipi que se baña más seguido y se preocupa un poco más por la vestimenta. Digamos que a los gringos les sigue dando miedo. Les sigue pareciendo salvaje. Puede que el jipi bien vestido se sienta un poco traicionado frente a la modernidad plebeya o, como titulé un capítulo de mi libro La Bolivia de Evo: apenas quizá una leve e imperceptible disminución en el hedor andino. Y la ropita nueva de las mamitas y papachos viene del mismo lugar que la del jipi: el extractivismo capitalista.
Recuerdo cuando en 2013 el futuro canciller y autor del libro de Buen Vivir, Fernando Huanacuni, cuando yo le destaque las contradicciones del modelo extractivista y consumista del MAS, me dijo algo así como: “Hermanito, nosotros hemos resistido 500 años, hemos impuestos en el mundo el mensaje de la Pachamama, me llaman de todos los países hermanos de aldeas permaculturales. Pero cuando vas a los territorios, los compañeros quieren coca cola, motosierras, rutas, estadios…”.
El run run callejero
“Argentino. Bien les va con Milei pues. Milagro económico. Acá desastre económico hay”, nos dice un tipo bien vestido que está también desayunando su salteña. Intento explicarle que según nuestro humilde entender no es tan bueno lo de Milei. “Así uno deberíamos conseguir acá nomás pues. Tuto Quiroga quizás. Impuestos abusivos cobran por un autito normal, 10 mil dólares. Mientras que en el Chapare trafican coca y se llenan de estadios”, insiste el hombre con esa forma tan curiosa de hablar tipo Yoda de la Guerra de las Galaxias.
No solo los argumentos son muy parecidos a las nuevas olas neolibertarias individualistas de Argentina. Sino que también se exhibe esa férrea incapacidad de confrontar argumentos. “¿Y usté que opina del Evo, casera?”, le pregunta el Wally a la doña de las salteñas pa desviar la atención. “Aquí pues, trabajando”, dice la casera y mueve la manito como en la ducha brasileña. No hay. Manan Kanchu.
“Si no va Evo a elección, va a pasar lo mismo que en 2020, la gente reniega pero va votar al MAS. ¿A quién si no? Los otros son los mismos que hicieron carajos el país”, me comenta, sin esperanza pero con cierto pragmatismo un amigo músico y cineasta de La Paz. La doña del albergue me tira algunos argumentos, casi de realismo mágico pero bien coherentes: “El único problema es que Evo ha insistido con reelección. Habíamos dicho no. Por eso en las comunidades el mando es rotativo. Porque mandar emborracha. Después asuntos de economía que se pueden solucionar. Aceite está caro porque ahora exportan. Entonces nos quieren hacer pagar como gringos. Pero la gente no quiere más violencia. Esperaremos próxima elección. Pero este gobierno ha sido malo. El peor después de la señora (por Añez)”.
Le pregunto por las acusaciones de narcotráfico y corrupción de los cocaleros y el MAS: “Un madre haría cualquier cosa por alimentar a sus niños, hasta prostituirse. Si con narcotráfico el MAS ha hecho obras, bien por el MAS. El problema es que el Evo no puede volver. Ahora dicen Andrónico. No sé. Pero la derecha también es narcotraficante y corrupta. Gobierno siempre es corrupto”.