INFORMESPensamiento Crítico

5 no tesis para un no golpe en Bolivia

Bolivia es un país complejo en todas las dimensiones. Incluyendo sus gobiernos y vaivenes. Conocemos poco. Hablamos mucho.

Por Tomás Astelarra Ilustraciones: @fuskavisual y @nicomezca Foto final: Matías Barutta

Si quieres conocer el sabor de un pera, tendrás que cambiarla, es decir, tendrás que morderla y masticarla”

Mao Zedong en libro Ecofeminismo de Vandana Shiva y Marías Míes

Hay que cambiar el modelo neoliberal que causa desempleo y convulsión social. El capitalismo que se caiga el abismo, porque solo quiere obtener más ganancias, saqueando la riqueza de los pueblos con su régimen de violencia nos piden paciencia”

Ukamau Y Ke (Así las cosas ¿Y qué), América Latina

Dijo alguna vez Manfred Max Neef: “Sabemos muchísimo, pero entendemos muy poco. Nunca en la historia de la humanidad ha habido tantos conocimientos como en los últimos cien años. Pero mirá cómo estamos: ¿Para qué nos ha servido el conocimiento? El conocimiento no es suficiente. Carecemos de entendimiento. La diferencia entre conocimiento y entendimiento es clara. Imagina que tú has estudiado todo lo que puedes estudiar desde una perspectiva teológica, sociológica, antropológica, bioquímica y biológica sobre el amor. El resultado es que tú sabrás todo sobre el amor, pero tarde o temprano te vas a dar cuenta de que nunca entenderás el amor a menos de que te enamores ¿Qué significa esto? Que sólo puedes llegar aspirar a entender aquello de lo que te vuelves parte. Cuando perteneces, entiendes”.

Morder la fruta boliviana me llevó a amar e intentar comprender su cultura, aplicarla a mis costumbres de gringo cheje. Me modificó mucho más su sabor de lo que, creería, modificó ese mordisco su cuerpo y esencia. Una raza tan dura como flexible, más allá de la comprensión.

En los shows de la Domingo Quispe Ensamble solía decir que no entendía porque la gente gastaba tanto dinero y petróleo en tomar aviones a la India, o China, buscando desafíos espirituales, si con un dedo o un bondi trucho en Once (o cualquier periferia urbana de Argentina) en menos de un día estabas en la frontera con Bolivia. A punto de vivir la experiencia más extraordinaria que una mente dizque civilizada puede tener a la hora de enfrentarse a los aferrados paradigmas científicos que nublan nuestro entendimiento en tiempos de crisis civilizatoria o pachakuti, hidra o realidad capitalista. Eso, claro, siempre y cuando uno decida salirse de restaurantes for export, hoteles de lujos e intelectuales urbanos que conforman una insignificante proporción de su caleidoscópica geografía y cultura.

Habiendo vivido en Bolivia un acumulado de 3 o 4 años, conociendo sus gentes, sus mercados y chicherías, diversos territorios desde el altiplano profundo a la amazonía, el chaco o las yungas; abiendo hecho más de 100 entrevistas para mi libro La Bolivia de Evo (dos con el mismísimo Evo); luego de centenares de charlas y libros al respecto de su cultura; mi conclusión es rotunda: todavía no he llegado a entender. Pero si a amar y valorar. Por eso tengo el respeto, hace unos cinco años por lo menos, a pesar de mi rotulo de “bolivianólogo”, de rechazar entrevistas a la hora de hablar de la coyuntura boliviana o algún incidente aislado (que por lo general es cuando me llaman de los medios). Si utilizo muchas de las herramientas que aprendido de elles en mis tareas cotidianas, mis clases de economía, ceremonias y consejos a organizaciones.

Si bien siempre estoy en contacto, físicamente no estoy ahí. Y se, que ese deslumbrante y caleidoscópico país, seguro debe haber tenido profundas transformaciones como las tuvo entre 2002 y 2008, o entre 2008 y 2013. Que son más o menos las fechas en que pude permanecer en Bolivia más de tres o cuatro meses. Eso hace más de diez años. Me declaro ignorante.

Esta nota es producto de la vergüenza ajena y vergüenza propia, como argentino, intelectual y periodista o comunicador, al ver la pedante, pero sobre todo, orgullosamente ignorante y falta de ética periodística (que tanto predican) charla entre los centrocoreanoprogresistas Ernesto Tenembaum y Reinaldo Sietecase, con el director de Le Monde Diplomatique, José Natanson en Radio con Vos.

Así que vamos a tirar fruta habiendo mordido una rica papaya o chirimoya. Hablemos sin saber o entender acerca de cinco no tesis para un no golpe en Bolivia. Siempre sabiendo que, como dice Mario Cardoso, de tanto tropezar, por lo menos aprendamos a tropezar.

1 ¿Es Evo narcorrupto?

Natanson recuerda en la entrevista cuando en 2002 el agente embajador colombonorteamericano amigo de Duhalde, Manuel Rocha dijo: “Los bolivianos que voten por Evo Morales, sepan que están votando por un narcotraficante y que Estados Unidos los va a castigar”. “Prefiero discutir con el dueño del circo, no con los payasos”, le respondió el Evo. Evidentemente Bolivia no se ha transformado en una narcodictadura o narcoestado veinte años después. Al menos no en mayor medida que la experiencia colombiana con Álvaro Uribe Vélez o panameña con Manuel Noriega. O incluso boliviana, con las narcodictaduras de Garcia Meza y Banzer (todos régimenes apoyados por Estados Unidos).

Si es cierto que desde entonces Estados Unidos se dedicó a castigar a Bolivia (más allá de que el FMI y el Banco Mundial siempre tiraron flores a la política económica del entonces ministro de Economía, hoy presidente, Lucho Arce).

-Es realmente penoso que un proceso que fue el que me generó mas optimismo, en el sentido que una izquierda que gana elecciones, que tiene una gestión prudente…- comienza a decir Natanson.

-Y que no tiene denuncias de corrupción- lo interrumpe Sietecase- Ante una sospecha te fuiste del Estado.

-Evo te corta la mano- concluye Natanson.

Durante el gobierno del MAS, el amauta Valentín Mejillones, encargado de entregar al Evo el simbólico bastón de mando de los pueblos indígenas en las ruinas de Tiawanacu fue detenido por narcotráfico. O el curioso caso del general Sanabria, uno de los puntales de la lucha antidroga de Morales, atrapado por la DEA y la CIA en Panamá. Claro que sabemos que la CIA y la DEA son narcos. Que habían sido jefes de Sanabria. Y que finalmente Estados Unidos le dio una pena menor gracias a que el general incriminó al gobierno del MAS. De yapa la renuncia de Luis Cutipa, cocalero, del riñón del Evo, director general de Coca e Industrialización (Digcoin), acusado de haber desviado coca para el mercado ilegal. Dicho pasado es recordado hoy en Bolivia en la feroz interna del MAS.

La pregunta es: ¿Se puede ser presidente de un país sudakamericano sin estar relacionado al narcotráfico, la corrupción, la represión y el extractivismo (todas ligadas a Estados Unidos) en este sangrante presente globalizado? Pensar que sí es de una inocente y dañina moral progresista que mucho explica el apoyo de mucha población, sobre todo joven, a la extrema derecha frente a la ineficiencia, pero sobre todo la hipocresía, de las estructuras partidarias del campo popular sudakamericano en los últimos años. Ser presidente, indio, mestizo o khara (gringo blanquito) es cuestión complicada, acá, en Bolivia, o en la China.

“El modelo progresista de América Latina fue un modelo que nosotros llamamos de derrame inducido. Ir por los nichos de ganancias exageradas y transferirlos a los humildes. Eso se comió muchos recursos naturales a través del extractivismo y no dejaste un desarrollo. Estamos ante un capitalismo financiero, no productivista. Vos le des plata a los sectores populares y eso va a un consumo donde el empresario se la guarda y se la lleva. Habría que haberse metido en qué se produce, dónde se produce y quién lo produce. Crecer desde las periferias. En un proceso de reforma agraria, de volver al campo en un país que tiene la mayor concentración de gente en las ciudades”, decía hace poco Emilio Pérsico desde la economía popular argentina.

Si en Bolivia este esquema progresista duró un poco más, es precisamente por su cultura campesina (una reforma agraria popular y de hecho), por sus pueblas levantiscas y por sus Mercados (que no son cinco tipos de traje en Wall Street sino un festival de cholitas multicolores en la calle). El modelo desarrollista del MAS terminó haciendo una reforma agraria al revés, concentrando población en las ciudades y desertificando el Amazonas con una soja transgénica que antes no existía. Y también con coca para cocaína. Esto contrariando las complejas dinámicas de una economía ancestral, popular y plebeya, que, por ejemplo, además de producir y comercializar alimento o textiles, importa y ensambla tecnología de China con mucho más eficiencia y menos apoyo del estado que el empresariado concentrado y subsidiado en Usuahia.

Algo parecido pasa con el cooperativismo minero, cuyos sueldos dependen de la exportación primaria y el apoyo del Estado, con un importante poder político dentro del MAS. Son como capas de una cebollas, dice la Silvia Rivera Cusicanqui, al analizar al indio o mestizo boliviano, que para los argentinos, igual que los chinos para la canciller Mondino, “son todos iguales. Hay de todo por debajo de la cáscara. Incluso alguna capa podrida.

Cualquiera que halla compartido tiempo en Bolivia pichando coca, sabe que la que es pa mascar es la los Yungas. Que la del Chapare tiene agroquímicos y se usa mayoritariamente pa exportar o procesar en laboratorios de cocaína de la amazonía. “El gobierno de Evo Morales favorece demasiado al Chapare, ellos si pueden meterse en los parques nacionales, por más que nosotros somo zona tradicional, milenaria, orgánica, una coca riquísima tipo Yungas de La Paz. Porque está en altura, no como acá que es picante. Nosotros apoyamos a Evo Morales porque es nuestro color, era como nosotros, salió de las bases. Pero ahora está viajando a otros lugares, yendo más allá. Priorizó acá (el Chapare), donde se planta por dinero, usando químicos, mucha para droga. Por eso la gente no está tan conforme, está buscando otros colores”, nos contaba a mí y a Leónidas (un investigador griego), Alejandro, un campesino cocalero desplazado de Bandiola, zona andina de Cochabamba, al Chapare. Fue en 2012, un minuto antes de ser arrestados todos por la policía para ser trasladados a la sede del Umopar (el organismo antidrogas). La anécdota es muy divertida y está en mi libro La Bolivia de Evo.

Producto de una migración artificial realizado por el Estado en los cincuenta, los sindicatos cocaleros chapareños de donde ha surgido el Evo son nombrados como “colonizadores”, desplazando pueblos nómades y no agrícolas para finalmente encontrar en la sagrada hoja de coca un forma de producción extensiva, de pequeños empresarios sindicalizados, cuya expansión de la frontera agrícola terminó provocando el conflicto del parque nacional TIPNIS, verdadero parte aguas del gobierno del MAS y quiebre del Pacto de Unidad. El TIPNIS se sabe era parte del IIRSA y los planes de desarrollo continentales para exportar soja brasileña producto del desmonte amazónico a China (socio fundamental del MAS). Además de otros proyectos extractivistas como las hidroeléctricas brasileñas. Brasil como sub imperio, cual relata Raúl Zibechi, cuenta con multinacionales como Odredecht cuya estela de corrupción es bien fácil de comprobar (al igual que Techint).

Aporta Raquel Gutiérrez, socióloga y activista mexicana que fue parte, junto a Felipe Quispe y Álvaro García Linera, del Movimiento Revolucionario Tupak Katari de Liberación (MRTK-L) en los ochentas bolivianos: “El problema campesino empieza a ser un problema de producción agraria, y del sujeto de la producción agraria. Ahí se están conformando los intereses de pequeños empresarios agrarios que quieren asegurarse el uso de la tierra y una reconversión del territorio desde una visión agrícola empresarial. El conflicto del TIPNIS es eso. Por otro lado el tema indígena lo empiezan a llevar hacia los derechos culturales, cuando el punto duro de resistencia en la cuestión indígena tiene que ver con la decisión soberana sobre los territorios. Se fractura el horizonte comunitario popular habilitando ahora dos claves interpretativas que pueden ser manipuladas para su confrontación. Indígenas por un lado, campesinos por el otro. Y la carga se asigna nuevamente al indígena como atrasado, conservacionista, que además se alía con los peores reaccionarios blancos de las ongs. Y por el otro lado los campesinos que quieren implementar pequeño o grandes procesos de acumulación aliados al capital brasileño en una carretra donde las mercancías circulen rápido”. Pobres pero no boludos. ¿O pobres boludos?

“Tienen la premisa que tenían los Incas: no robar, no mentir, no matar”, dice Natanson en una alegoría que haría cagar de risa a los bolivianos. “No ser flojos”, corrige Sietecase. “Y como no son cristianos y no tienen complejo de culpa, con alegría van a entrar al contrabando y el narcotráfico. Pero esto no los va a aniquilar. No porque estén traficando droga es que sea van a transformar en adictos. Ya tienen un sistema que metaboliza la cocaína de una forma más eficiente, que es el acuchico. La droga es occidental, una concentración más fuerte de la dosis para tener los efectos más fuertes en un momento. Pero si tu lo consumes de acuerdo al metabolismo de tu cuerpo, es otra cosa. Y esa es la defensa”, explica Javier Medina, filósofo nieto de pollera (su abuela era cholita) que estudió en Holanda, y hace estudios comparados entre la cosmovisión andina y la física cuántica (lo más ancestral y lo más moderno, unidos en una curiosa paradoja).

¿Hace esto al Evo narcotraficante, corrupto, indigno presidente, cómplice del poder capitalista internacional que no debería presentarse democráticamente a elecciones o internas del MAS como sentenció (en un lawfare del campo popular) la misma Justicia que le habilitó su tercera reelección después de un referéndum en que el pueblo le dijo no? Tales apreciaciones serían el lado B de la absurda moral progresistas que también acarrean muchos ecologistas y no es parte de la complementariedad o complejidad de la visión andina. El Evo es representante de una población mestiza empresaria capitalista (con formas diferentes a las que conocemos e incorporan su visión ancestral) que en el caso de los cocaleros del Chapare hoy está asociada a los sojeros de Santa Cruz para desmontar la amazonía y rociarla con glifosato. “El cooperativismo minero y ciertos sectores populares están en un eslabón complicado. Si bien esa cadena les deja bueno sueldos y excedentes, el mayor beneficio se la llevan las multinacionales del oro. Hay una disputa muy complicada en ese otro sector, la nueva burguesía aymara, que hay que analizar muy bien. Pero no han logrado mucho más que cierto poder político. Se reproduce el esquema donde las multinacionales terminan acumulando mucho más que estos sectores o el Estado”, explicaba Jorge Viaña, sociólogo y, en ese entonces, director del Centro de Estudios Sociales de la Vicepresidencia.

“Queremos socios no patrones”, insistió mas de una vez el Evo Morales. Hacerse socio de los patrones es un tema complicado. Sobre todo si en el camino vas a dejar de lado tus bases populares. Una paradoja que también puede observarse en la Argentina cuando el kirchnerismo prioriza su alianza con multinacionales sojeras y mineras o un empleado de Black Rock como Sergio Massa, en vez de apoyarse en los movimientos de la economía popular.

Explicaba Viaña: “Hay dos grandes transformaciones de este proceso. Una más estructural, de la recuperación de excedentes en concepto de hidrocarburos, sumado a una utilización de este excedente en la redistribución social. La otra más subjetiva es como la gente esta viviendo este proceso. Por dar un ejemplo, hace poco el ministro de Economía anunció que habíamos dejado de ser el país más pobre de Sudamérica. Sea verdad o no, es un mensaje muy fuerte. Por otro lado, hace diez años un niño del campo podía aspirar a ser heladero, como mucho abogado. Hoy dice: “yo quiero ser presidente”. Esto ha desatado toda una pujanza económica. Tiene aspectos muy interesantes, lo que podemos llamar una especie de modernización plebeya, pero hay una dificultad de poder ensamblar el proceso estatal con las dinámicas económicas y sociales que siguen siendo muy complejas, porque articulan redes de parentesco, lógicas de contrabando, y una manera diferente en cuanto a la expansión de negocios y la acumulación de capital. Hay que valorar los avances, pero también tener una visión que no esterilice las posibilidades de seguir posibilitando el proceso de cambio”.

2 ¿Es Bolivia pobre?

Dice Natanson sobre la importancia del gobierno del MAS en los fallidos procesos de gobiernos progresistas en Sudakamerica: “Evo es presidente indígena del país más pobre de Sudámerica, 64% se declaraba indígena”.

Habla del censo de 2001. Sin embargo el del 2012 mostró un curioso anque paradógico resultado: sólo 41% de la población se declara indígena. “Un indígena oscila entre su lado indígena y su lado boliviano. Antes de la asunción del Evo su lado boliviano no tenía derechos, no tenía acceso a recursos. Como bolivianos no somos nada, entonces somos aymaras. Resulta que cuando el Evo llega al poder, es el primer momento en una historia de casi doscientos años donde ser boliviano les dice algo. Es muy lógico que se sientan bolivianos. Los occidentales creen que porque dicen que son bolivianos dicen que ya no son indígenas. Para nada”, opina Medina.

“En Bolivia la pobreza es muy extendida pero diferente a la de sectores más típicamente proletarios como las favelas de Brasil o las villas en la Argentina. Porque acá vale un peso, un décimo de dólar, el desayuno. Eso ocurre porque hay una caserita que le llega el maní o la papa barata del campo. No te mueres de hambre. En cambio en la favela estás cagado, tenés que volverte sicario (o soldadito en Rosario). Calculás: mejor morirme a los 15 por un tiro que a los 12 por hambre. No hay vínculos con la tierra, no hay redes de parentezco. Lo que te queda es volverte mafioso o vivir del Estado, si podes. En Bolivia hay una cierta virtud de usos y costumbres en todos los aspectos de la vida. Pero no hay que idealizarlos, te permite sobrevivir pero hay cosas que hacen falta. El limite esta ahí”, explicaba Viaña, uno de los tantos desencantados del gobierno del MAS. Entre les numeroses funcionaries expulsades. Y no precisamente por corrupción.

Cualquier que halla estado en Bolivia por fuera de sus congresos internacionales, restaurantes por export y hoteles de lujos (que conforman una insignificante proporción de su geografía y cultura) sabe que para la mayoría de los bolivianos si bien pueden ser tildados de “pobres” bajo paradigmas modernos capitalistas, están bastante lejos de “cagarse de hambre”. Todo lo contrario, sus redes de economía popular, que estaban allí mucho antes del Consenso de Washington y el fin de la historia de Fukuyama en los ochentas, son preexistentes a las crisis laboral o empleo formal del modelo neoliberal que se viene experimentando en Argentina (contra el que batallan laboriosamente las poetizas de la economía popular ante la ignorante y soberbia mirada del progresismo bien pensante vernáculo).

Para sembrar más confusión, el Evo y el MAS, en su afán de cobrar impuestos y “racionalizar” el mercado, terminó enfrentando a los sectores populares empresariales ligados al contrabando y una pequeña industria tecnológica (por ejemplo en El Alto) que dio mucho más resultado que los planes industrialistas de García Linera (algo así como el debate entre Moreno y el barba Pérsico o Grabois). “Tomemos por ejemplo la pobreza”, dice Max Neef, desarrollando esta diferencia entre conocimiento y entendimiento (morder la fruta), “Me animaría a decir que si hasta ahora hemos sido incapaces de erradicar la pobreza es porque sabemos demasiado de ella, pero no comprendemos su esencia. Pero entonces, si no somos capaces de dialogar en forma inteligente, nunca dejaremos de ser esquizofŕenicos. Los escépticos seguirán existiendo. No podemos pretender que abandonen el planeta”.

Cuando le planteé a Fernando Huanacuni, autor de uno de los libros más vendidos sobre el “Buen Vivir” y entonces funcionario de la cancillería de David Choquehuanca acerca de estas contradicciones, me dijo algo así como: “Hermano, vamos a los territorios y los hermanos quieren motosierras, carreteras, estadios, Coca Colas. ¿Qué queré que hagamos? Nosotros hemos impuesto el discurso de la Pachamama y el Buen Vivir a nivel internacional. Me llaman todos los días hermanos de aldeas permaculturales de Argentina, Colombia, Suiza. Hagánse cargo. Al fin y al cabo fueron ustedes los gringos los que armaron este quilombo. Dejen que los hermanos prueben ese capitalismo que ustedes ya probaron. Quizás se decepcionen”. Y voten a Milei, falto decirle.

Cuando ese mismo año (uno antes de su tercera reeleción) le pregunté al Evo acerca de estas contradicciones, me dijo literalmente: “¿Cómo va a haber una revista independiente? Ni macho ni hembra. Son maricones. Acá en Bolivia se dicen independientes, pero son todo pro imperialistas”.

Pregunta la ecofeminista Yayo Herrera porque el PBI mide la fabricación de armas y no el cuidado de les niñes. Y el filósofo Umberto Eco alguna vez dijo algo así como que la estadística es esa maravillosa ciencia donde si un hombre murió empachado con un pollo y una mujer de hambre, los dos comieron medio pollo. El crecimiento a tasas chinas y el echo estadístico que Bolivia halla salido de la pobreza no es en sí una buena noticia. Quizás si pal FMI, el Banco Mundial o el PNUD (que no mide la educación o la salud popular). Quizás no pa las pueblas.

3 ¿Son el Evo y los bolivianos indios?

Cualquier que halla caminado los Mercados de Bolivia sabe que el Evo no es “indio”. Habla mal la lengua, está lejos de su cosmovisión y es parte de la cultura mestiza sindical desterritorializada del Chapare (un descendiente andino aymara en tierras amazónicas de yuracares y yuquis, entre otros pueblos). El Evo es más bien parte de eso que Silvia Rivera Cusicanqui llama “mundo cheje” (ni negro ni blanco, gris), una abigarrada síntesis entre modernidad y ancestralidad que cargan los bolivianos dentro de un histórico manejo de la complementariedad como parte de la complejidad del mundo que vivimos. No todos los chinos son iguales.

“El Evo no es un liderazgo implantado, sino que corresponde a las características culturales de este sector que es el de los colonizadores, que si bien es parte del ancho movimiento indígena, es indudablemente la parte más aculturizada, porque es un sector que vive el desarraigo geográfico, que refuerza el desarraigo cultural y social. Es un sector que siempre a partir de la políticas autonómicas, pero también del Estado, han ocupado espacios de las tierras bajas, donde han convivido con el indígena originario, pero también con el empresariado. Este colonizador ya atrapado en esa dinámica de aculturalización suele despreciar al indio de tierras bajas y quiere imitar al empresario”, explica Alejandro Almaraz, ex ministro de Tierras, que renunció después del acuerdo entre el MAS y el empresariado cruceño para frenar la reforma agraria.

“Yo entiendo que fuera de Bolivia a Evo se lo vea principalmente como un presidente indígena, pero aquí casi todos son indígenas. Ademas de ser indígena Evo Morales es muchas otras cosas más importantes. En principio es mestizo, desde el nombre, desde la lengua, no habla bien aymara ni quechua. Es caudillo sindical, machista y despótico. Porque a todos sus ministros les ha dado un trato personal que no tiene parangón en la historia de Bolivia. Lo sé por amigos míos que son o han sido ministros. Pero como el maltrato viene de un indígena, por un mecanismo de colonialismo al revés, la gente lo acepta. Hay un mecanismo psicológico que él conoce muy bien, Explota su condición étnica y social de una manera que es culpabilizante para la gente de su entorno. A eso agregarle un culto a la personalidad”, explicaba el ex asesor presidencial, José Antonio Quiroga (también expulsado).

“Fuera de Bolivia, donde él no tiene que gobernar, puede esgrimir argumentos sociales que enriquecen su significado simbólico en todo el continente, sin embargo internamente se ha tenido que restringir cada vez más por un tipo de mando que contradice lo comunitario. El Evo es una anomalía política, un luchador social, una persona de origen humilde, su forma de estar en el mundo está engendrada por un matriz indígena, de producción de prácticas que descolocan las cosas. Pero desde afuera solo se ven los rasgos amables del proceso”, me aclaraba Raquel Gutierrez,

“El indio siempre se ve desde afuera, y mi invocación es de buscar el indio dentro de nosotros. Hay un indio y una india interior que es lo primero que hay que liberar, y por lo tanto la tarea de los mestizos no es tanto ser aliados de los indios sino copartícipes de una autoliberacion, una autopoiesis como seres humanos. Salir de la cita de libro para recuperar formas de trabajo con la tierra y la propia corporalidad que nos aproximen a esos modos de percepción y comunicación no verbales. Por eso hacemos agricultura urbana y reciclamos la basura como parte de nuestro proceso de descolonización. Parecerían meras técnicas de supervivencia, pero son a la vez formas de transformar tu alienación con respecto al mundo del trabajo, a la ruptura entre el trabajo manual y el trabajo intelectual”, dice Rivera Cusincanqui, casi que hablando de las cartoneras y la economía popular argentina (también despreciada por el progresismo local).

“Desde el 2009 que desapareció la derecha organizada del escenario político, están implosionando las contradicciones internas. Como en todo proceso complejo hay muchas fracciones, que también hay que decir, muchas veces están influenciadas por intereses mezquinos. Pero suponiendo el escenario de buena fe del proceso, hay dos corrientes y en el medio 20 grises. Una mucho mas pragmática que quiere recuperar excedentes, distribuirlos y lo demás prácticamente no comprende o no le importa. Esta corriente tiene un control fundamental de las herramientas más importantes del proceso estatal. La otra corriente, la del Buen Vivir, tiene cierta importancia discursiva, pero medio que ya ha perdido la pulseada. Muchas veces se cae en una visión muy estatalista o economisista y se descuidan otros aspectos”, explicaba Viaña (en una interna que se puede aplicar al campo popular argentino).

Es ese proceso el que hoy ha implotado en las internas del MAS (y casi todas las corrientes populares sudakamericanas) y la crisis de la economía boliviana (y de todo el continente). Que explican también la falta de apoyo al Evo por parte de un sector popular ligado a la cosmovisión indígena, organizaciones que formaban parte del Pacto de Unidad, que defendió al gobierno del Evo en la guerra civil del 2007. Y que no lo apoyó en el golpe de 2019. Y que organizó la resistencia al gobierno de facto para que cayera en 2020 (habilitando la vuelta del MAS al poder). Dicen las malas lenguas que la vicepresidencia de David Choquehuanca (ex canciller y referente del sector pachamamista del MAS) fue una imposición de este sector. “El Evo no quería otro indígena de presidente”, dice Natanson simplificando la interna como si el problema, al igual que en la Argentina, fueran solo los personalismos (que también lo son) y no una debacle del poder de movilización y economía popular, frente a gobiernos populares más proclives a recomponer alianzas con el empresariado multinacional concentrado que con sus propias bases (que luego terminan votando a Milei los tildamos de boludes) .

Hoy Choquehuanca está aliado con Arce, enfrentado al Evo en la interna del MAS. Que es mucho más compleja que dos bandas. Quizás se asemeje al apoyo de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) al presidente ecuatoriano Guillermo Lasso (con el que ya se pelearon) contrariando a Correa y su candidata. Cosas del progresismo sudakamericano.

La interna del MAS, con un montón de grises, puede explicarse en este sentido. Una interna que “hace juego a la derecha”, al igual que la del peronismo y otros sectores populares de la Argentina, con Estados Unidos y Elion Musk siempre atentos a alguna intentona de golpe (con milicos, jueces o twiter). El problema siempre es el otro. No se miran los propios errores.

Aclara Pablo Iparraguirre, profesor de la UNC y parte del Comité de Solidaridad con los Pueblos Latinoamericanos: “Me parece importante que tiene que haber un equilibrio entre esa capacidad del Estado para pode llevar adelante de forma centralizada ciertas políticas, pero al mismo tiempo poder mantener las formas de construcción política desde el llano y las organizaciones sociales. Las posibilidades de un horizonte de esperanza va por abrevar nuevamente en esas experiencias muy diversas en toda América Latina, que hacen a formas de construcción política donde los sujetos colectivamente adquieren protagonismo. Sino pierde sustento social el proceso y se vuelve vació”.

Decirle golpe de Estado a la intentona reciente en Bolivia es como decirle 2001 a las “dos toneladas de piedra” mientras se trataba la reforma jubilatoria en el gobierno de Cambiemos. Luche y se van, era el slogan. Luchamos, pero no volvimos mejores. Es necesario cuestionar, más allá de no retroceder, esta democracia de la derrota (diría Horowicz) este Estado Neoliberal (diría Pacheco). Una política desde la periferia al centro y de abajo hacia arriba, como indica Pablo Riveros del Movimiento Verde Cordobés (MVC) u otros dirigentes del campo popular.

4 Las capas de una cebolla

“El indígena entra al mercado sin asco, que es lo que hace que no desemboque en capitalismo. Que eso deberían ver todos los alternativos, que son todos anticapitalistas, pero en la práctica no pueden moverle un pelo al sistema y eso debe ser muy frustante. Si te fijas en el modelo indígena, podes observar como se le puede cortar las uñas al capitalismo: entras al comercio, a la exportación minera, pero al dinero se le corta la tendencia a la acumulación y concentración más abstracta (que ahora sabemos son cuatro bancos en Wall Street) al activar el mecanismo de la redistribución. Esto se hace a través de la tecnología de la fiesta. Eso para una mirada católica es insólito. Se piensa como idolatría, borrachera, como lo primitivo… Y no se dan cuenta que es una forma muy sofisticada de cortar esa pulsión del capitalismo. Es un modelo de homeostasis, siempre va a buscar volver al equilibrio. El modelo occidental, la Coca Cola, va a tender a que todo se vuelva más grande. El indígena busca el tamaño óptimo por diseño. No es que no pueda alcanzar lo otro. Algunos lo han alcanzado como Patiño (empresario boliviano del estaño que fundó la primera multinacional del mundo en los 50as). No es lo normal, pero es posible, porque las dos energías están”, advierte Medina.

“En ayllus más tradicionales de Oruro, frontera con Chile hay comunidades enteras metidas en el contrabando o el narcotráfico pero con lógicas comunitarias, hasta han impuesto la justicia aymara para echar a la policía. Hay una democratización de la corrupción y existe un fuerte y próspero empresariado indígena, digamos de origen indígena, con conductas culturales y económicas bien distintas al empresariado capitalista, pero que nada tienen que ver con la comunidades del campo. Evidentemente ahí ya no se es indio, sino que participan en una economía que tiene ciertos elementos de lo indio, como las redes de clientela amplia, la ritualidad, la celebración, la borrachera, pero desde una lógica urbana, individualista. Ese aspecto psicológico tiene que ver con el orgullo de ser indio, por el hecho de que el Evo esté en el poder. De algún modo estimula el resurgimiento de la autoconfianza, de saber que ser indio no es sinónimo de atraso. Por el contrario, existe un empresariado aymara que son capísimos en el armado de computadoras y manejan tecnología de punta”, explica Cusicanqui. “Hay otros sectores, como el textil, con una gran capacidad de autoexplotacion, una remisión de las lógicas de los talleres de Buenos Aires. Aquí mucha gente va a los talleres a hacerse explotar para aprender como explotar y vuelve para abrir un taller y tratar a la gente igual o peor que los trataron a ellos. Por esto no hay que idealizar al indígena. Lo indígena puede servir como inspiración para crear modelos alternativos de sociedad a un nivel mucho más global por el tema de la crisis ecológica, pero el indígena realmente existente ya esta totalmente colonizado y aculturado”, agrega. Las complejidades de este proceso pueden leerse, fomentando el autobombo, en La Bolivia de Evo. O en los trabajos de Nico Tassi o Verónica Gago, que recientemente publicaron Economías Populares. Una cartografía crítica latinoamericana.

“Hay un tema de mucha flexibilidad con respecto a las lógicas de acumulación. Son lógicas no tan piramidales, más familiares. No se construyen grandes tiendas sino mas bien dos o tres, siempre intentando no tener muchos huevos en una canasta. No arman grandes empresas que crecen y quieren más tasa de retorno, prefieren una inversión menos eficiente pero con articulación de redes. Se crean colchones de diversificación tanto financiera como productiva y comercial. Son formas que no logran cuajar con las lógicas modernas, como explica Weber en La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo. Redes muy expandidas y eficientes que, claro, cuestan un esfuerzo enorme en términos de trabajo. Y siempre se han desarrollado al margen de la banca oficial, de los permisos estatales, de las normas de higiene y seguridad. Nunca ha funcionado eso en Bolivia”, explica Viaña. Son estas nuevas formas de capitalismo (quizás la tercera vía peronista de la comunidad organizada) las que ha venido despreciando paulatinamente el gobierno del MAS (además de las bases populares organizadas en una verticalización partidaria del poder político estatal).

La intentona “desarrollista” de Bolivia, salir de “la pobreza”, ha puesto al pujante país en la misma contradicción capitalista que han vivido todos los países sudakamericanos. Lo que Rául Presvich llamó “términos de intercambio” o la “teoría de la dependencia” de Theotonio Dos Santos. Los gringos tienen la sartén por el mango del capitalismo. La escasez de dólares, sojeros sin querer liquidar, agotamiento de recursos, proscripciones, lawfare (en este caso dentro de las propias filas del campo popular), violencia, internas y desencanto popular con las expresiones partidarias del campo popular…Una serie de males que, más allá de sus particularidades, llegaron a Bolivia como parte de su ingreso a la geopolítica mundial y la economía extractiva patriarcal capitalista. Quizás se tardó un poco más.

No es casualidad, dice Zibechi, que todas las herederas mujeres del MAS hallan quedado fuera de carrera, aún en un país evidentemente matriarcal en muchos asuntos. Desde la histórica cocalera y ex-presidenta del MAS, Leonilda Zurita, a ex presidentas del Senado como Adriana Salvatierra o Gabriela Montagno o la valiente Eva Copa, actual alcaldesa de El Alto, que asumió la presidencia del Senado en pleno golpe de 2019 con poco más de 30 años. Ganó la elección en El Alto con una agrupación independiente después de ser descartada por el MAS en una tramposa jugarreta. “Eva Copa, la joven aymara que desafió a Evo Morales y arrasó en las elecciones de El Alto”, tituló un diario europeo.

¿Existe un capitalismo indio? Un oximorón que quizás sea una solución para estos tiempos de realidad capitalista, diría Fisher, o hidra capitalista, dirían las cumpas zapatistas. Un amigo una vez le pregunto a las cumpas del Chiapas porque siendo anticapitalistas seguían tomando Coca Cola. “Porque es muy rica”, le respondieron.

Habría que ver si el camino de desarrollo boliviano acarrea eso que Manfred Max Neef llamó “un camino económico de estupidez”, en la voluntad humana de tropezar varias veces con la misma piedra. Pero existen claves en la cosmovisión andina y la economía popular boliviana que quizás demuestren lo contrario. Una visión mas cercana a la dichosa Pachamama. Pero no desde una espiritualidad o cultura superflua, vacía, sino desde un pragmatismo de cuidado ecofeminista (como las poetizas populares en Argentina).

Pero como dice Tenembaum: “El progresismo es un sector político paralizado por sus propios tabúes”. “Es una pelota que cae y cae sin fondo. La dirigencia sigue viviendo como vamos a hacer para volver a aquello pero no hay soluciones en la realidad concreta”, aclara ignorando las entrevistas que han realizado con Juan Grabois, Emilio Pérsico o les ex funcionaries larretistas María Migliore y Juan Maquieyra.

“Instalás el fascismo con una ley antifascista”, dice Tenembaum hablando de Venezuela (una dictadura democrática quizás mas digna que la de Uribe en Colombia). Bueno, si se toma en cuenta el régimen de centralidad del Estado y represión del modelo comunista ruso (tan criticado por Perón en su tercera via), el RIGI de Milei, el protocolo antipiquete de Bulrich, o la ley antiterrorista del kirchnerismo, también podrían definirse como instalar el comunismo con una ley anticomunista.

Dice Natanson: “Fernando Calderón, sociólogo boliviano dice que hay una niebla negra que baja del altiplano, ahora no me acuerdo el nombre, y no ves nada, América Latina está en esa situación. Es muy difícil ver”. Vale la autocrítica.

5 La houseofcardizacion de la política

“Me parece que hay una precipitación para explicar categorías que expliquen lo que es muy difícil de explicar. Necesitamos ponerle rápidamente un nombre y abusamos de la houseofcardización de la política. De caer en especulaciones permanentes. No es tan así. Es mas complicado.” dice Alfredo Serrano Mancilla en la excelente entrevista que le hizo Daniel Tognetti en Canal Red (el lado B de la de Tenembaum, Sietecase y Natanson).

Cuando presenté La Bolivia de Evo en 2013 (expresando estas complejidades en las que insisto), se generaron situaciones muy curiosas. Una fue en una charla en La Plata con Serrano Mancilla y miembros de la comunidad boliviana en el centro cultural Olga Vázquez. Mis cumpas de Sudestada me habían pedido que: “por favor no hiciera quilombo”. Así que fui prudente en la exposición, Más allá que noté cierta idealización del proceso de cambio del MAS.

Hasta que casi terminando la charla una chica al fondo preguntó por el conflicto del TIPNIS y la represión del gobierno a los movimientos populares. Serrano dijo algo así como: “que se le escape una bala a un policía no quiere decir que halla represión”. Tuve que disentir y explicar en profundidad el conflicto, incluso denunciando las relaciones del gobierno del Evo con el narcoparamilitar heredero de Uribe en Colombia, Juan Manuel Santos. Hubo una avalancha de personas queriendo comprar el libro al comprobar que se trataba de un ensayo de pensamiento crítico, mucho más complejo que la visión lineal de que el gobierno del Evo estaba “bien” o “mal”. Hasta el propio Mancilla compró un libro mientras me decía: “interesantísimo, mucha gente amiga en Bolivia le va a encantar”.

Unas semanas después me invitaron a una biblioteca popular (Tupak Katari) en Castelar al fondo. Una pequeña construcción perdida en un barrio marginal. Había un puñado de personas. Entre ellas alguien que me presentaron como “el cónsul de Bolivia”. Un viejo militante de la CSUTCB. Intenté ser prudente una vez más. Pero ese pequeño grupo de asistentes tenía información de primera mano. Otra vez me vi explicando el conflicto del TIPNIS como metáfora de la contradicciones, complejidades y complementariedades del proceso de cambio del MAS. El viejito tuvo que salir al patio producto de que le había caído mal el chori y el vino. Quedó su secretario, un papacho grandote que a medida que yo iba avanzando en la explicación comenzaba a sulfurarse y en un momento se levantó con intención de empezar una pelea. El viejo volvió y con un sutil gesto lo sentó.

Creo que hoy, más de diez años después de aquel incidente, puedo quebrar mi pacto de confidencialidad. Repito era 2013. El viejo dijo algo así como: “Desde los movimientos sociales de Bolivia vemos que García Linera es un traidor y el compañero Evo y el MAS están ingresando en terrenos muy peligrosos para nuestra gente. Estamos esperando, pero hay un posibilidad de que los consideremos un mal gobierno y halla que derrocarlo. Veo que acá hay gente muy informada, que acá el compañero (es decir io) conoce mi gente. Les pido por favor que esto no salga de acá”.

Más allá de sus hermosas teorías, Linera, como gringo o “khara” del gobierno, como descendiente de clase alta, fue el encargado de negociar, luego del triunfo del gobierno en el conflicto de la Media Luna (2007), con los sectores empresarios de Santa Cruz o con los capitales chinos y brasileños, la definitiva orientación del MAS hacia una política de desarrollo extractivista, reformando la constitución reformada, anulando la reforma agraria y rompiendo el Pacto de Unidad con las organizaciones que había permitido aquella victoria en la guerra civil. Insisto, no se cortaron solos. Mucho pueblo boliviano apoyaba y sigue apoyando ese camino, quizás individualista, quizás metiéndose la Pachamama en el orto, pero con una complejidad donde no todo es tan así ni asá.

Bolivia es un país que tuvo más de 80 golpes militares, y otras tantas revueltas populares. Lo ocurrido la semana pasada es como un chasquibum en un país donde las marchas se hacen tirando dinamita. Donde se colgó en la plaza Murillo a un presidente militar pero popular como Guadalberto Villarroel. Donde el gringo del Che cometió errores infantiles como estudiar quechua para ir a una zona de habla guaraní, aliarse con los traidores del PC mientras la Liga de Amas de Casa de la mina siglo XXI (encabezadas por la inefable Domitilia Chungara) buscaban como carajo contactarse con él. En una zona campesina en un gobierno que, si bien dictatorial, estaba encabezado por un milico de origen humilde, mestizo y popular (René Barrientos, ex vicepresidente del Perón boliviano Víctor Paz Estenssoro) que favorecía al sector campesino y se enfrentaba a los mineros (que infructuosamente buscaron al Che).

Un país donde fue más que evidente la relación entre dictadura y narcotráfico en los setentas y en los ochentas (según aclara Noemi Klein) se implementó por primera vez en democracia a nivel mundial la Doctrina del Shock y el Consenso de Washington de los Chicago Boys. Fue con la vuelta del Estenssoro en su cuarta presidencia (con la asesoría de Jefrey Sachs y con el Goñi Sánchez de Losada como ministro). Algo así como si Menem hubiera sido la reencarnación del Pocho Perón pero neoliberal. “Si decía lo que iba a hacer no me votaban”, confesó el caudillo riojano ante la sorpresa de ser presidente en un contexto global imposible de descartar. Un modelo que además de Menem, implementaron el ex comunista Boris Yelstin en Rusia. O el ex sindicalista polaco Lech Walessa. O Nelsón Mandela (a quien Majul comparó con Macri, en una declaración que pareció absurda, pero quizás no lo sea tanto).

Dice Tenembuam “si Evo lo puso a Arce”. Como ya aclaramos, no fue Evo. Al igual que hace poco reconoció Máximo Kirchner: no fue Nestor. Fue la movilización popular. Fueron los movimientos populares encabezados por Felipe Quispe en el altiplano u Oscar Olivera en Cochabamba (ambos detractores profundos del Evo, Linera y el MAS), quienes pusieron ahí al actual gobierno boliviano (y sus internas). Olivera prefirió el camino de la sociedad civil tras la “Guerra del Agua”. Las ideas radicales de Quispe no le permitieron ser presidente tras la “Guerra del Gas”. Pero hasta su muerte mantuvo una poderosa influencia en el altiplano levantisco que, al igual que al Goñi, derrocó a Jeanine Añez (tal como había planteado el viejo). En Bolivia, para bien o mal, los gobiernos los pone el pueblo. Incluso los militares. A este último no lo apoyaron mucho. ¿Apoyarán a Arce? ¿Apoyarán a Evo?¿Apoyarán a Choquehuanca? ¿a algún Milei a la boliviana? En la entrevista que hicimos con Jorge Viaña para el multimedios comechingones dice que todo es posible en un país de “maximalismo popular” donde puede haber un golpe de Estado o una reelección del MAS o un gobierno de derecha.

Cuando en 2009, gobierno del Evo, con el MAS triunfante del conflicto de la Media Luna (que pocos denominan guerra civil como muchos denominan golpe militar a la intentona de la semana pasada) se intentó generar una reforma constitucional que incorporara las visión de los movimientos sociales, campesinos, indígenas, cheje, de Bolivia, el filósofo Javier Medina hizo un estudio comparado entre esta posible Constitución (basada en la cosmovisión andina, del ayllu, de su abuela) y una posible Constitución basada en la física cuántica (que él había estudiado en Holanda). El resultado era increíblemente parecido. Lo más moderno de la ciencia positista con lo más ancestral de la cultura andina. Tal cosa no sucedió. Ya que ha último momento Evo (tras los acuerdos de Linera) modificó la nueva constitución para menoscabar la representación de los movimientos sociales dejando al MAS como su única expresión en alianza con el sector empresario, derechoso, pro yanqui de Santa Cruz (que años después apoyarían el golpe, como buen patrón que no tolera ser socio de su empleado). “Fue crítico del intento de reelección del Evo y se alejaron”, dice Sietecase sobre Linera. El viejo (y Viaña en la entrevista) ya nos había advertido en 2013 que a Linera, el pueblo boliviano, por cuestiones como esta (o la construcción de un hotel de lujo en tierras de pueblos ancestrales en Cochabamba) no lo querían ver ni en figurita. Sus teorías siguen siendo fantásticas.

Una lección de complementariedad en tiempos complejos donde bueno-malo, lindo-feo, rico-pobre, capitalista-socialista, Maduro-Milei son extremos complejos con millones de grises que el trío Tenembaun-Sietecase- Natanson no llega a observar.

Epilogo (si llegaron hasta acá)

Mis disculpas por la extensa complejidad. Seguro una caserita del mercado de Sopocachi lo explica más breve y mejor. Honores al trabajo da Tenemabun, Sietecase y Natanson. ¿Pero acaso no es un prerrogativa fundamental en estos complejos tiempos de pachakuti conocer para entender?¿No se puede hacer algo tan fácil en estos tiempos modernos como llamar a algún boliviano que la tenga más clara? No te digo irte tres meses a Bolivia como me gustaría hacer a mi. Pero al menos entrevisten a un boliviano. Quien sea. O alguien como Serrano Mancilla, que esté al tanto de la situación y sus complejidades. En nota aparte, algunas entrevistas y opiniones que hicimos en La Luna con Gatillo pa quien quiera profundizar.

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