Érase una vez… en Ciudad Gótica: Acerca del Guasón
Por Lea Ross
A partir de la sorpresiva entrega del máximo galardón en el Festival de Venecia, exponemos una idea sobre el enemigo principal de Batman.
“Los recuerdos pueden ser viles, repulsivos, pequeños brutos… como los niños, supongo. ¿Pero podemos vivir sin ellos? Los recuerdos son sobre lo que nuestra razón está basada. Si no podemos enfrentarlos, negamos la razón misma. Aunque, ¿por qué no? ¡No estamos por contrato atados a la racionalidad! Así que cuando te encuentres trabado en un desagradable tren del pensamiento, dirigiéndose a lugares en tu pasado donde el gritar es inaguantable, recuerda que siempre hay locura. La locura es la salida de emergencia: solo tienes que caminar hacia afuera y cerrar la puerta en todas esas horribles cosas que te pasaron. Puedes encerrarlas para siempre”.
La frase le pertenece al Guasón, el archi-enemigo predilecto de Batman, el superhéroe creado por Bob Kane a comienzos de la Segunda Guerra Mundial. Pero ésta cita es más reciente: aparece en una emblemática historieta llamada Batman: The Killing Joke, escrita por Alan Moore –el creador de Watchmen y V de Venganza- y publicada a fines de la década del ochenta.
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Ésta versión gráfica sobre el encapuchado y su némesis sirvió de inspiración para desentrañar las posibles raíces de la desquiciada voluntad del Guasón para cometer sus atrocidades. En particular, la versión que hizo Christopher Nolan en Batman: El caballero de la noche (2008), con Christian Bale encarnando al murciélago y al fallecido Heath Ledger en el papel del sádico asesino.
Escribió una vez José Pablo Feinmann sobre esa película: “el Batman de Bale tortura; Bob Kane jamás lo hubiera imaginado, pero así lo necesitaba Bush. El film enarbola la legitimación de la tortura. Es un Batman tenebroso, que responde a lo que el Imperio necesita de los superhéroes, que sean impiadosos. El Imperio está cada vez más asustado, y por eso los superhéroes deben ser cada vez más violentos”. Si Batman tortura para obtener información, como una agente de la CIA, es porque el Guasón de Ledger hacía explotar establecimientos. Eso es muy distinto a la versión de Jack Nicholson de la mano de Tim Burton, donde se dedicaba a esparcir químicos que envenenaba a les habitantes de Gótica y les hacía reír. En la versión de Nolan, los hace llorar.
Precisamente, frente a la caída de las Torres Gemelas, la paranoia al derrumbe de los cimientos construidos por una civilización occidental solo provendría de un ataque perpetrado por una cultura bárbara e incomprensible. “Los criminales no son complicados, Alfred. Solo hay que descubrir lo que buscan”, dice Bruce Wayne a su fiel escudero a lo que el personaje que encarna Michael Caine le retruca: “Hay personas que no buscan algo lógico como el dinero. No se les puede comprar, ni convencerlos, ni se les puede razonar o negociar. Hay personas que solo quieren ver arder el mundo”.
Pero irónicamente, como un chiste diabólico, el ver arder el mundo consiste para el Guasón en no quedarse solo. Tanto en la historieta de Moore como la versión fílmica de Nolan, el Guasón pretende demostrar(se) no estar equivocado en su perspectiva y lograr del convencimiento de algún par. De ahí, su frustrado experimento en la película de dos barcos repletos de civiles y criminales, cada uno con un detonante. Si al mundo hay que quemarlo, es porque toda experiencia pasada ha caído en desgracia. El devenir de una civilización que legitima sus atrocidades, o que no puede frenar las desgracias del designio, es un chiste que debe terminar. El Guasón tuvo un pasado atroz en donde gran parte de las producciones que se hicieron sobre Batman esta fuera de campo (salvo la de Moore). Lo que le haya pasado a él, debe ser lo suficientemente inaguantable como para tomar una cuchilla y cortarse la cara para exponer una sonrisa eterna, demostrando la existencia de ese duro chiste que es la realidad.
En octubre, se estrenaría la ganadora del León de Oro en el Festival de Venecia. Ese Guasón, que sonríe su inesperado triunfo, bajo el rostro de Joaquin Phoenix, fue dirigida por Todd Phillips, el realizador de la trilogía de comedia ¿Qué pasó ayer?, una saga donde un grupo de amigos trata de reconstruir lo que pasó ayer, opacado por una fuerte resaca. La ausencia de recuerdos quebranta toda cuestión determinista, incluso para la audiencia al quedar esos hechos pretéritos fuera de campo. De ahí, el costado de libertinaje en la trama. Esa proeza que tanto busca el Guasón y que ahora obtiene su preciado premio.
Dicho sea de paso: no debería sorprender que la presidenta del jurado, la argentina Lucrecia Martel, haya puesto su lente en una película de superhéroes, como una extensión propia o representativa de nuestra propia realidad global. Frente al ascenso de mandatarios reaccionarios de distintas partes del globo, caracterizados por su misoginia, racismo y poca capacidad intelectual de proyección cortoplacista, no sorprende que el Guasón sea quizás la reencarnación de Don Diego de Zama, aquel pacificados que esperaba que el rey de España lo compensara por evitar los conflictos de tierra en el siglo XVIII.
El Guasón es un Zama que también se hartó de esperar. Pero en este caso, eliminando cualquier imagen que lo lleve a ese frustrante pasado para sumergirse en un devenir indescifrable. Por el momento, ante un glorioso público, queda expectante en cometer sus fechorías al conseguir su trono.