COLABORACIONESPensamiento Crítico

¿Dónde están las personas desaparecidas?

En Mendoza se presentó la Comisión Provincial para la búsqueda del destino de Personas Desaparecidas durante la última dictadura cívico-eclesiástica-militar.

Texto, fotos y videos: Eduardo Latino

Más de cuarenta años. Los silencios aún resuenan en los pasillos contiguos a puertas que ya no cumplen la función de calabozo. Otras puertas, permanecen escondidas en las redes de poder y complicidades de quienes se escudan en discursos negacionistas en tiempos de avances neocoloniales en Latinoamérica. En Mendoza, la derecha en las últimas elecciones avanzó en los guarismos finales e impuso un discurso que lesiona los derechos humanos más elementales. En este contexto, se presentó la Comisión Provincial para la búsqueda del Destino de Personas Desaparecidas (COPRODEP) en la Legislatura, a instancias de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados de la Legislatura. La COPRODEP está integrada por los distintos organismos de Derechos Humanos de esta provincia.

Un antes y un después

Las desapariciones forzadas de personas no se circunscribe solo a la última dictadura cívico-eclesiástica-militar. En la provincia cuyana, las desapariciones de personas se llevaron adelante antes del 24 de marzo de 1976. La oscuridad del poder real, la picana que hacía de los cuerpos territorios a conquistar y eliminar, se constituyeron en lugares comunes a pasillos en penumbra y calabozos cuyo olor nauseabundo se asemejaba a las políticas represivas de una moral que atentó contra las vidas concretas de personas. Daniel Santalucía, quien es sobreviviente de la represión de esos años, relató: “me fui de Mendoza a Buenos Aires y recuerdo como si fuera hoy, los camiones del ejército pasar por plena calle Corrientes y la consigna Cristo Vive pintada en las puertas”. Una doble moral que atentó con las vidas de 30.000 personas que están desaparecidas por un pacto de silencio que se mantiene inclaudicable, más allá de los Juicios de la Verdad y el Nunca Más.

La Alianza Anticomunista de Argentina (AAA) se organizó en todo el país y tuvo su brazo local con el Comando Anticomunista Mendoza (CAM) y el Comando Moralizador Pio XII. El primero puso la mira en intelectuales y militantes sociales y políticos. El segundo en la prostitución. Fuerzas parapoliciales que articularon un poder de fuego que se multiplicó en distintos rincones de la provincia que vio nacer la Filosofía de la Liberación y que terminó en un poder de fuego que atentó con bombas, asesinatos y desapariciones, desde principio de los años ‘70, contra quienes pensaban diferente.

Nino Bonoldi, integrantes de Familiares de Detenidos Desaparecidos por Razones Políticas de Mendoza y referente de D.D.H.H. expresó: “estamos uniendo lo que la dictadura separó”. Desde la Triple A y a lo largo de los años oscuros de la dictadura, los jerarcas militares y los cómplices civiles, llevaron un plan sistemático de desaparición de las redes de solidaridad. Separaron miles de familias y buscaron desarticular toda posible organización. El propio Bonoldi comenzó su discurso en busca de desentrañar las razones que dieron origen a esta Comisión: “Buscaron borrar cualquier lazo, no solo humano, social, afectivo del destino de los compañeros y compañeras y de cualquier lucha por un país mejor”.

La COPRODEP nace con un espíritu de encuentro, una búsqueda de destejer las cadenas caprichosas de la historia y buscar el sentido profundo de la existencia. La reparación desde el encuentro de los cuerpos, como expresó la dramaturga y actriz Sonnia de Monte. “Para que sea alivio y paz”, afirmó.

Memoria y Naturaleza

La abogada de derechos humanos Viviana Beigel expresó que esta Comisión nace a partir de la “falta de reparación de lo que pasó con los Desaparecidos” y puntualizó que el objetivo principal es “saber qué hicieron, conocer el destino final y que los familiares tengan donde llevar una flor”.

Por un lado, es una búsqueda de medidas reparatorias para familiares y, por otro, un paso decisivo a establecer más Memoria, más Verdad y más Justicia; en un presente que está acechado por los discursos de odio.

El fin de semana ardió el pedemonte en el Gran Mendoza, pedemonte que hoy es fuego producto de los negocios inmobiliarios y que, en los años de plomo, fueron lugares para ocultar los rastros. Lugares donde todavía se buscan los cuerpos como Campo Las Lajas o los pozos cercanos al barrio La Favorita.

Los poderes se mantienen en el tiempo. Las redes de poder siguen en las catapultas de una sociedad que votó a la derecha masivamente en las últimas elecciones. Poderes que hoy buscan borrar la historia con el codo y silenciar las múltiples memorias que siguen en susurro ante el miedo a levantar la voz. El disciplinamiento se erige como prepotencia del autoritarismo. Como contraparte, el juez federal Pablo Salinas, además histórico abogado de los juicios de Lesa Humanidad en Mendoza, hizo “un llamado a la búsqueda”. “Porque los compañeros merecen todo nuestro amor”.

La conferencia de prensa rodó a lo largo de dos horas de una mañana donde los rayos del sol luchaban con las nubes que amenazaban con una garúa en medio de las imágenes patentes del fuego próximo a las montañas. Apenas unas marcas de sol que anunciaban que siempre irrumpe la luz desde la oscuridad.

Los tiempos electorales entrecruzan la vida cotidiana en Argentina. Los discursos negacionistas han sido y son objeto central de la campaña de Javier Milei, tanto en temas de ecología como de derechos humanos. Existe un balotaje enmarcado en la provocación y el corrimiento hacia la derecha de temas sensibles. “Sacha” Barrera Oro es representante en Mendoza del Instituto Nacional del Teatro (INT) e hijo de Jaime Barrera Oro, médico desaparecido durante la última dictadura, quien enfatizó respecto a la importancia de “sancionar una ley que pene el negacionismo”.

Un negacionismo tomó fuerza durante el gobierno de Mauricio Macri y encontró en Milei la continuidad de una política que busca frenar los juicios de lesa humanidad, el avance en las condenas a los represores y asegurar la impunidad en causas de lesa humanidad. Bonoldi fue claro al expresar que “lo maravilloso de encontrar el resto de un compañero o una compañera es encontrar los restos de los 30.000”. Mientras que Virtudes Della Santa precisó que “lo primero que vamos a decir desde la COPRODEP es que son 30.000”.

Del centro a la perifera

Los laberintos del poder en los ‘70 no eran aislados, nunca tuvieron una acción solo local. Las redes de poder, eran redes que se ramificaban y llegaban a distintos rincones de los territorios más recónditos. Bowen es un pueblo en el sur de Mendoza, en el departamento de Alvear, de allí es Sonnia de Monte, que, además de ser sobreviviente, dibujó un escenario del pasado y el presente. “Tengo que decir que muches de nosotres la pasamos mal en nuestro lugar de origen, porque han pasado muchos años de estas cosas, pero seguimos siendo personas miradas como si algo habrán hecho. Esto lo quiero decir porque estamos muy lejos. Generalmente todo se centra en las ciudades, en los lugares donde nos podemos juntar muches y por allá hay mucha soledad”, cuenta.

El centralismo se constituye en un mecanismo de reafirmación de los pactos de silencio que someten a las periferias, a esos miles de pueblos que reniegan hasta del trazo del mapa. Los 336 kilómetros que separan físicamente a la capital mendocina de Bowen por la mítica Ruta 40, se asemejan a los pocos más de mil kilómetros de distancia entre Mendoza y el obelisco.

“De alguna manera el camino recorrido es gigantesco, las cosas que se han logrado no dejan de sorprendernos. Pero ahora creo y siento, como familiar de Derechos Humanos, que el acento está puesto en un aspecto esencialmente humano, en el aspecto afectivo más básico. Porque estos compañeros han estado adelante en la pancarta, llevándonos para adelante. Si nosotros hemos podido andar es porque éramos pulsados por ellos. Ahora yo siento como un hermoso momento de volver a tratar de recuperar sus restos, alguna certeza más. Es un momento de amor y de ese amor que el movimiento de Derechos Humanos puso en evidencia al tratar de unir lo que la dictadura separó”, resuenan aún, entre las paredes frías de la sala del Bicentenario del anexo de la Cámara de Diputados, las profundas palabras de Nino Bonoldi, que atemperaron una mañana fría en plena primavera. Primavera que invita a florecer nuevas comisiones, a lo largo y ancho del país, en busca de los cuerpos de los y las desaparecidas.

Ni capricho, ni azar de los tiempos. La COPRODEP se presenta en comunidad el día de Todos los Muertos, un 2 de noviembre, en un ritual que pone en el centro la vida de 30.000 personas que son buscadas sin descanso. Una voluntad inquebrantable que se centra en los designios de un encuentro desde la Fraternidad, la Libertad y la Igualdad; en tiempos donde todo quiere ser quebrado. Un día donde la celebración de la vida es el encuentro en el amor con los ancestros y las ancestras.