CRÍTICA DE CINE

¡A darle átomos!: Acerca de las series Chernobyl y Dark

Por Lea Ross

Ambos seriales encuentran su propósito, en el aniversario 30 de la caída del Muro, como dos narrativas de legitimación política global.

Según el divulgador científico Adrián Paenza, la matemática no es la ciencia que estudia los números, sino la que estudia los patrones. Tanto en la ciencia como en la política –quizás, de vez en cuando, también en el arte-, la localización de patrones es un propósito que pretende encontrar un orden dentro de la supuesta existencia del caos. La incertidumbre es un ámbito sensorial, por ende, es también una sensación de angustia. Por eso, la obstinación por descifrar los mecanismos que ponen en marcha la realidad, excede un capricho instinto del ser humano. Es también una columna de su racionalismo.

Entre la serie estadunidense de HBO Chernobyl y la alemana para Netflix Dark hay patrones localizables que, incluso, excede en la evidente alusión directa a aquel acontecimiento trágico nuclear ocurrido en el año 1986. Si en el primero caso, sirve para ratificar el rumbo de la humanidad en un aniversario redondo actual de la caída del Muro de Berlín, el otro funcionaría –que refiere a la posibilidad de realizar viajes en el tiempo, gracias a un desastre nuclear- funciona como un disparador para interiorizar una determinada manera de comprender la temporalidad.

En ese sentido, existe un patrón inquietante: las dos series empiezan de la misma manera.

En la secuencia uno, del capítulo uno, de ambos seriales, hay un personaje que se suicida. No solo eso, sino que ambos de la misma manera, mediante una horca, en el interior de sus respectivas viviendas. Y por si fuera poco, antes de cometer ese fatal desenlace, deciden impregnar un testimonio revelador, que será central para la trama en los próximos capítulos. En Chernobyl, lo hará con unas grabaciones en casetes, mientras que en Dark, será mediante una carta escrita a mano. Son confesiones cuyo contenido pocos conocen y que puede provocar consecuencias magnánimas. Ésta coincidencia nos brinda que ambos productos audiovisuales encaran un propósito de legitimar un determinado paradigma global, como la que actualmente impulsa la civilización actual.

Dark se mete en el interior de una cinta de Moebius, donde las supuestas paradojas temporales son resueltas con la imposibilidad de generar alteraciones no predichas en el pasado. En cambio, Chernobyl mantiene su relato cronológico para afincar su reconstrucción histórica. Dark sale de un mundo apocalíptico, Chernobyl nos plantea que Chernobyl es la tragedia que evitó el surgimiento de un mundo soviético, émulo de una distopía.

Chernobyl no cayó bajo los cánticos de ciertas artimañas “posfotográficas” con falsos planos digitales, aun cuando los propios diálogos se aproximan al de la ciencia ficción, a partir de los datos que exponen los personajes sobre las terribles consecuencias venideras si no se actúa a tiempo.

Si en Dark, por lo menos en su segunda temporada, podemos captar un agujero negro en el interior del campo visual, la cámara de Chernobyl jamás se mete en el interior de del reactor nuclear, con fusión permanente, que es lo que dispara la famosa radiación de neutrones. La tensión existente en ésta segunda serie se logra gran parte por el registro de sonidos referenciales y fotográficos, con escenarios armados en detalle y la interacción con actores, la mayoría masculina. Todo lo que es creado artificialmente con pixeles aparece cuando es necesario. El detallismo histórico permite otorgar una legibilidad (y por ende, legitimidad) en cuanto a su lectura política.

Aquí, lo que aparenta ser carriles antiparalelos, se esconde una lectura clara en cómo desde la narratividad se busca el mismo propósito. Así lo explaya Marcelo Mache, en un artículo del portal Prensa Obrera: “La mecánica del tiempo en Dark parece influida por la concepción de la dinámica social que ofrece la clase capitalista. La consecución de ciclos en una eterna reiteración de sucesos hace pensar una idea de los ciclos de reproducción del capital cuya naturaleza permanecería, pese a los cambios, invariable”.

Y sigue: “Más allá de lo intrincado de las combinaciones, lo estático predomina sobre lo dinámico, para así señalarnos que todo impulso transformador no es más que un catalizador para dar inicio a un nuevo (viejo) episodio de la misma historia: tras el colapso y el caos no hay más que el reinicio de un nuevo ciclo de acumulación, la historia debe repetirse hasta la eternidad. Así las cosas, Dark encuentra su fundamento para una teoría estática del eterno retorno, paradójicamente, en un régimen que ha acelerado como ningún otro las transformaciones sociales”.