Panesi en Puan: el porvenir de una complicidad
Por Mariano Pacheco
La semana pasada, la mítica aula 108 de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA ofició de locación para llevar adelante esa “fiesta del pensar” que la figura del profesor y crítico Jorge Panesi suscitó a la hora de inspirar la reciente confección del Dossier “La teoría literaria de la Cátedra C de la Universidad de Buenos Aires: de la innovación a la institucionalización (1984-2016)”, publicado en la revista ExLibris. Convocada por las docentes Annick Louis y Carolina Ramallo, la actividad también contó con la participación de Alan Pauls, María Isabel Quintana y Miguel Vitagliano.
El homenaje en vida a los maestros
En una semana atravesada por las resonancias de una de las movilizaciones más importantes de los últimos veinte años en nuestro país (en defensa de la educación pública), pero también, de un contexto parlamentario desfavorable para las grandes mayorías (puesto que el Congreso parece disponerse con mayorías para aprobar leyes que nos sumerjan nuevamente en la infamia), el edificio de Puan 480, en el barrio porteño de Caballito, fue testigo de un nuevo episodio en el que sus trabajadores y estudiantes se dispusieron a romper la lógica lineal de la temporalidad para dar paso a un momento (una especie de paréntesis al ritmo acelerado de noticias en el que parecemos envueltos en estos días) de celebración y homenaje a quienes encendieron hace décadas una antorcha para que el fuego de las ideas se sostenga encendido reavivando en cada clase la apuesta de que –como subrayó la propia Ramallo— la educación pueda ser una facilitadora de “la justicia social y la emancipación”. De allí esa apuesta por revalorizar lo enseñado y lo aprendido en los marcos de aquella Cátedra de “Teoría y Análisis Literario” gestada al calor del inicio de un nuevo ciclo –para la Facultad, para el país—iniciado en 1984 de la mano de docentes como Jorge Panesi y Enrique Pezzoni en tiempos en donde el dejar atrás los años del terrorismo de Estado, daban pie a una apuesta creativa en donde podían desarrollarse experiencias del pensamiento tales que hoy se las recuerda como “una fiesta”.
Una experiencia “fuera de lo común”, subrayó Alan Pauls, quien recordó esas clases con 500 y hasta 800 estudiantes, en las que el proceso de enseñanza se asemejaba mucho a una escena (teatral, cinematográfica), prodigiosa en términos de deseo, en un Departamento como el de Letras en el que personajes como Panesi y Pezzoni aparecían como “locos, videntes”, pretendiendo hacer ingresar con brutalidad una perspectiva como la de la crítica literaria, en un desierto sin semillas como lo era la universidad en ese entonces.
La pasión por la teoría
¿Qué es la crítica? ¿Qué es la literatura? Para María Isabel Quintana, Panesi fue una figura central en el modo en que muchos estudiantes, pero también jóvenes docentes de la cátedra, comprendieron algo de la importancia que la palabra tiene en la seducción, en la indagación de los enfoques ideológicos que están presentes en la construcción de los textos, y en los modos de leerlos, y en la posibilidad de abordar con pasión y rigurosidad aquellas preguntas fundamentales. También resaltó la importancia que la teoría tiene en las posibilidades de vislumbrar otros fututos posibles, incluso en situaciones adversas, como las que viven personas privadas de su libertad, y que de la mano de propuestas pedagógico-políticas como las que la UBA impulsó en su momento, pudieron cursar estudios universitarios, incluso desde la cárcel.
De allí la calificación de “aventura” introducida por Annick Louis para referirse al trabajo universitario. Una “aventura y una pasión desbordante y descontrolada”, que permite introducir la pregunta por qué significa estudiar y enseñar en los marcos de una institución pública. Interrogante que merece una reactualización urgente en medio de los tormentosos vientos que atraviesan la argentina contemporánea.
Por último, quisiera destacar aquello planteado por Miguel Vitagliano, en torno a la apuesta pedagógica que él rescató de Panesi en la charla, puesta a su vez en serie con planteos de otras grandes figuras de la crítica literaria nacional como Nicolás Rosa, y Josefina Ludmer. A saber: la afirmación teórico- crítica de que es necesario, y deseable, que puedan agujerearse los discursos profesionalizantes. Ese “ethos burocrático” (a decir de Horacio González), que tiende a reproducir más que a transformar los modos estereotipados de leer y, por lo tanto, también de escribir, y de ejercer la docencia, también podríamos pensar.
Para acceder al dossier “La teoría literaria de la Cátedra C de la Universidad de Buenos Aires: de la innovación a la institucionalización (1984-2016)” de la revista ExLibris, ingresa acá: