CRÍTICA DE CINE

Muerte al machote: Acerca de la violación y la venganza en el cine

Por Lea Ross

“Defender mi propia vida no me permitía herir a un hombre. Creo que hubiese reaccionado de la misma manera si hubiese sido un solo chico contra mí. El proyecto de violación es lo que volvía a hacer de mí una mujer, una persona esencialmente vulnerable. Las niñas son amaestradas para nunca hacerles daño a los hombres, y las mujeres son llamadas al orden cada vez que van en contra de la regla. A nadie le gusta saber lo cobarde que es. Nadie lo quiere saber en carne propia. No me tengo bronca por no haberme atrevido a matar a uno. Le tengo bronca a una sociedad que me educó sin nunca enseñarme a herir a un hombre si me abre las piernas por la fuerza, cuando esta misma sociedad me inculcó la idea de que era un crimen que no debía poder superar. Y sobre todo me pone loca de rabia que frente a tres hombres, un rifle y atrapada en un bosque del que no se puede escapar corriendo, me siga sintiendo, hasta el día de hoy, culpable por no haber tenido el valor de defendernos con un cuchillito”. Escribe Virginie Despentes en “Teoría King Kong” (2009).

En el año 1972, Wes Craven –el creador del personaje de Freddy Krueger en Pesadilla y, años después, director de la saga de Scream– llevó a cabo su ópera prima dentro del circuito clase Z. Se trata de Ultraje al amanecer (1972), como se conoció en nuestro país, o por su título original La última casa a la izquierda. La película comienza con la joven Meri, de recientes 17 años de edad, despedirse de su papá y mamá para juntarse con su amiga Phyllis a un concierto. De repente, son capturadas por un cuarteto de asaltantes, drogadictxs y violadores de monjas –todos los condimentos como para ser defenestradxs por la sociedad-. En el transcurso de la cinta, Mari y Phyllis van a ser violadas y torturadas por esta banda. Finalmente, lxs criminales se alojarán en la vivienda del padre y la madre de Mari, donde al enterarse que son ellxs los que ultrajaron a su hija, cobrarán venganza con sus propias manos.

En 1981, Abel Ferrara realizaría Ms. 45, o Ángel vengativo. Thana trabaja en una empresa textil ligada a la moda. Ella es muda; su exención en la expresión vocal genera fragilidad e inocencia por parte de su entorno. Un día, al salir de su trabajo, Thana es violada en un callejón. En el mismo día, será sometida en una segunda violación, pero esta vez logrará evitar su consumación completa. Desde entonces, se convertirá en una cazadora de machotes que andan merodeando por las calles.

Y finalmente, tenemos I spit on your grave (1978), cuyo título original es Escupiré sobre tu tumba, escrita y dirigida por Meir Zarchi. Jennifer es una ascendente escritora que pasará todo el verano en una cabaña, en medio del bosque y con un frondoso río al costado. Pero su tranquila jornada cambia rotundamente con la aparición de cuatro pueblerinos que abusarán de ella. Al tomarla como muerta, Jennifer diseñará un plan para que cada uno muera de manera espantosa.

Estas tres películas sobre violaciones hacia mujeres y sus respectivas venganzas fueron estrenadas en tiempos de la liberación sexual con la expansión de los anticonceptivos, la permanencia del “flower power” y los testimonios de veteranos de Vietnam relatando los horrores de la guerra. No es casual que la primera y la tercera película tuvieron sus remakes en los respectivos años de 2009 y 2010. No solo por la filtración sobre los crímenes de guerra en Irak, sino también porque previamente, los formatos televisivos y cinematográficos estadounidenses, con la serie de acción 24 a la cabeza, venían legitimando la utilización de la tortura como herramienta política. Y con ello, la expansión actual de sagas de terror sobre cámaras de tortura y el morbo de los cuerpos mutilados.

Pero hay otro punto en común: las tres películas son mencionadas por Virginie Despentes en uno de los párrafos de su libro emblema “Teoría King Kong”, publicada en 2007.

En el año 2000, Despentes co-dirigió una adaptación fílmica de su propia novela Baise-moi, que fue levantado de cartelera en distintos países por sus contenidos violentos y sexuales. “Cuando Baise-moi fue sacada de la cartelera, muchas mujeres -los hombres no se atrevieron a pronunciarse sobre este punto- consideraron importante el afirmar públicamente: «Qué horror, que la gente sobre todo no piense que la violencia es una solución contra la violación». ¿En serio?”, se pregunta la autora en su libro, librando ya su rechazo al punitivismo populista.

“Nunca se escucha hablar en la sección ‘policiales’ de chicas solas o en grupos, que arrancan las pijas con los dientes durante las agresiones, que encuentran a los agresores para matarlos, o cagarlos a piñas. Sólo existe, por ahora, en las películas dirigidas por hombres”, señala Despentes y que, sobre las tres películas mencionadas (precisamente, dirigidas por hombres) apunta: “Cuando hombres crean personajes femeninos, muy pocas veces lo hacen con el objetivo de tratar de entender lo que viven y sienten como mujeres. Más bien es una forma de poner en escena su sensibilidad de hombres, en un cuerpo de mujer. (…) Así que en estas tres películas, vemos cómo reaccionarían los hombres ante la violación, si estuvieran en el lugar de las mujeres. Baño de sangre de una violencia despiadada. El mensaje que nos dirigen está claro: ¿cómo es que no se defienden más brutalmente? Lo sorprendente, de hecho, es que no reaccionemos así. Una empresa política ancestral, implacable, les enseña a las mujeres a no defenderse. Como de costumbre, doble apremio: hacernos saber que no hay nada más grave, y al mismo tiempo, que no debemos ni defendernos, ni vengarnos. Sufrir, y no poder hacer otra cosa. Es la espada de Damocles entre los muslos”.

Y cierra finalmente la autora de “Teoría de King Kong:” Pero hay mujeres que sienten la necesidad de seguir afirmándolo: la violencia no es una solución. Sin embargo, cuando llegue el día en que los hombres tengan miedo que les laceren la pija a cuterazos cuando se cogen a una chica obligándola, de repente sabrán controlar mejor sus pulsiones «masculinas», y entender lo que quiere decir «no». Hubiese preferido, aquella noche, ser capaz de extirparme lo que le inculcaron a mi sexo, y degollarlos a todos, uno por uno. Antes que vivir siendo esta persona que no se atreve a defenderse, porque es una mujer, porque la violencia no es su territorio, y porque la integridad física del cuerpo de un hombre es más importante que la de una mujer”.

Fotograma: 1) Ms. 45