Sociología para la militancia: Diálogo a la distancia con Carlos Murillo González.
Sociología para la participación pública. Alternativas al analfabetismo político y la despolitización social se publicó el año pasado pero se enjambra en una obra de más de 300 artículos y libros (en solitario y en colaboración) de uno de los sociólogos más radicales de Ciudad Juárez.
Por Emiliano Scaricaciottoli
En marzo de 2019, viajé a Ciudad Juárez con compañerxs e integratxs del CIAMHH (Colectivo de Investigación y Acción desde el Metal de Habla Hispana) para unas Jornadas sobre Heavy Metal en la UACJ (Universidad Autónoma de Ciudad Juárez). Carlos Murillo fue uno de los juarenses más picantes y corrosivos que conocí. Habremos compartido dos o tres noches de charlas extensas entre militancia y metal. Su activismo anarquista, su compromiso pleno con la frontera (de este y de aquel lado) y sus tesis de trabajo me parecieron necesarias. Ni fascinantes ni maravillosas: necesarias, para los y las juarenses y para abrir al mundo lo que la frontera norte de nuestramérica soporta/padece/resiste contra el imperio gringo. Sobre sus imaginarias y reales murallas, sobre los límites de nuestra acción militante, dialogamos.
-El libro está pensado como un “manual de uso” en el sentido militante. ¿Qué experiencias en ese plano, el del activismo, te llevaron a escribirlo?
-Muchas. Desde que estudiaba la licenciatura de sociología, en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, empecé a incursionar en el activismo. Estamos hablando de mediados de la década del noventa del siglo pasado: el EZLN con toda su novedosa expresión, atrajo mi atención, como la de muchos otros estudiantes; luego también, empezaba a hablarse de “feminicidio” y de apoyar las marchas y las exigencias de las mamás de chicas desaparecidas o asesinadas en la ciudad; luego está la lucha ecológica y binacional por evitar (cosa que se logró) un cementerio nuclear en White Sands, en la mera frontera entre Texas y Chihuahua. Es una época de aprendizaje de cómo funciona el activismo y, a la vez, de cómo mejorar algunos aspectos organizativos, en base a la experiencia, a situaciones inéditas para la mayoría de quienes participamos por primera vez en alguna(s) de esas protestas o movimientos sociales. Obviamente, mi experiencia no se detiene en los noventa, sino prosigue hasta ahora y son parte del contenido del libro y, aunque no está pensado o dirigido exclusivamente al activista convencido y decidido(a) te plantea la posibilidad de, si es necesario organizar algo, puedas tener cierta guía para hacerlo. Ahora sí que la imaginación sería el límite.
Luego en mi paso por los derechos humanos en organismos de la sociedad civil, se aprende técnicas de contención emocional, estrategias de difusión y convocatoria, de acompañamiento y asesoría, entre otras muchas.
Por último, he estado en movimientos que han fracasado, como la lucha por la tierra en Lomas de Poleo, una colonia sub urbana periférica de granjeros, marginada y olvidada de Ciudad Juárez hasta que sus terrenos generaron la codicia de la oligarquía local y simplemente empezaron a expulsarlos de manera grosera y violenta, causando muertes y pérdidas materiales. Fue una dura lucha de varios años, muy desgastante, que terminó por debilitar a las y los involucrados. De las derrotas se aprende lo que se hizo mal, para no repetirlas.
-En el “Capítulo 0”, desarrollás muy bien el contexto de Ciudad Juárez, aún para el imaginario colectivo latinoamericano desde el punto de vista de la escalada de la violencia de la mano con el narcotráfico y la connivencia del poder político. ¿Cuál es la situación del activismo, de los movimientos populares y de la juventud en la actualidad?
-El movimiento social y la lucha popular no para, disminuye a veces, cambia de actor(es) de situaciones, pero básicamente es siempre una lucha desigual, asimétrica, provocada por las injusticias del poder político-económico. En el caso de Juárez, al igual que en muchas partes de México y el mundo, incluyendo Latinoamérica, se sufre de anomalías desde el poder. En estos momentos de la contingencia por la pandemia de COVID-19, se reactiva el movimiento obrero de las maquilas en la frontera norte de México, fuente de contagio del coronavirus, a través de paros laborales ante la negligencia de las empresas de parar y de las autoridades por tolerarlo, pese a las constantes muertes.
El movimiento social más fuerte en estos momentos es el relacionado con la economía social y solidaria: las cooperativas, mutualistas y todas las actividades relacionadas con el comercio justo, la inclusión social y el respeto y cariño al medio ambiente. Para el siglo XXI, se vienen otros cambios significativos, además del cambio climático, con relación al trabajo y la automatización e inteligencia artificial. Esto supone nuevas formas de perjuicio para las personas y grupos más vulnerables, combinado con los graves daños a la ecología, bajo una lógica combinación capitalista basada en la riqueza y no en las personas. La primera mitad del siglo XXI va a definir la segunda mitad; es decir, si enfrentamos el exterminio de la especie humana siguiendo el camino recorrido hasta ahora, o si hacemos frente con alternativas que puedan dar un respiro al planeta y a la raza humana otra oportunidad.
-¿Cuáles son las claves, en esta coyuntura de pandemia e inactividad de la acción social en nuestro continente, para “realfabetizar”-como proponés- políticamente a las economías y militancias populares? Y en la misma línea, ¿por qué el movimiento de mujeres te parece el más dinámico?
-Sin duda muchos gobiernos de todos los niveles van a quedar rebasados por efectos de la pandemia de COVID-19, eso dará oportunidad a iniciativas desde la sociedad para salir de la contingencia debido a las circunstancias. Los vacíos de poder en la gente se deben a la falta de empatía y solidaridad, al desconocimiento de sus derechos, eso pega directamente a la hora de organizarse, porque genera desconfianza en las personas, ideas erróneas y hasta miedos. Aun así, el proceso de la protesta social estará a la orden del día, como de hecho está sucediendo en estos momentos en Estados Unidos a raíz del asesinato del afroamericano George Floyd a finales de mayo, pues las condiciones coyunturales de la pandemia (desempleo y confinamiento) han sacado al pueblo estadounidense a demandar cambios profundos estructurales en cuestiones raciales. En Chile, por el contrario, la pandemia vino desacelerar las protestas contra el gobierno neoliberal de Sebastián Piñera, pero el mal manejo de la crisis vuelve a sacar a la sociedad a las calles y así; en cada país, región o ciudad, responde a su situación particular. El movimiento feminista ha evolucionado mucho desde sus primeros actos públicos por el derecho al voto en el siglo XIX. Ahora incluso existe una radicalización, que arremete de manera violenta contra los monumentos públicos como una forma más potente de llamar la atención contra el feminicidio, lo cual sin duda ha llamado la atención (no sin fuertes críticas desde los grupos más conservadores y machistas) ante la apatía social y la falta de interés del Estado por evitarlo o sancionarlo de manera ejemplar, lo que sin duda sigue siendo un acto aberrante y vigente, símbolo inequívoco de lo peor del patriarcado. Es en las mujeres donde puede encontrarse la clave hacia un mundo mejor: para empezar, las mujeres no hacen la guerra; no asesinan por cuestiones de género ni abandonan a sus hijos(as).
-Respecto de la despolitización social de Juárez, ¿qué lugar ocupan los sujetos políticos de izquierda, sindicales, anarquistas y movimientistas en ese despertar colectivo que proponés? Te pregunto esto a razón de pensar, quizás, que observás una salida a esta quietud desde una clave más espontánea que orgánica. Me refiero, con esto último, a la militancia partidaria.
-La sociedad organizada es clave en el presente y futuro de los movimientos sociales a través de sus sujetos políticos, a manera de “intelectuales orgánicos” que proponía Antonio Gramsci. La despolitización social y el analfabetismo político sin duda, son los grandes enemigos a vencer; para el caso mexicano, despolitización y analafabetismo son las barreras, las armas con las que el Estado ha mantenido por décadas, semi-paralizada a la mayoría de la población. El Estado mexicano le ha quitado o disminuido paulatinamente a la escuela pública el civismo, la ética, la filosofía, las ciencias sociales y eso ha contribuido a deformar a una ciudadanía de bajo perfil, mal alimentada, mal educada, prejuiciosa y desconfiada de la ciencia, lo cual es mucho decir y enormes los esfuerzos por encontrar apertura y solidaridad hacia las diferentes luchas actuales. En Ciudad Juárez, no son pocos las y los activistas asesinados en los últimos 10-12 años (justo al inicio de la política federal de “guerra contra el narco”) y aun así se siguen formando colectivos y denunciando las anomalías e injusticias de las muchas trincheras a las que hay que hacer frente.
Mi interés va por el lado del empoderamiento de la persona común; todos somos líderes, por lo tanto, no hay líderes; cuando la gente comprende eso, aprende a encontrarse a sí misma en lo que hace. A veces la necesidad te saca de tu burbuja de vida, de la “zona de confort”, enfrentándote al destino y no sabes qué hacer, por dónde empezar. Es el caso de las mamás de las chicas desaparecidas de Juárez; muchas de ellas se sobreponen a su timidez, a su tristeza, a la enfermedad y toman coraje para salir a buscarlas, a pedir ayuda y solidaridad a la gente y plantar exigencias en su cara a los gobiernos y gobernantes en turno, ¿de dónde sacan tal fuerza, tal determinación? Ahí está la repolitización por exigencias de la vida, personas que jamás se imaginaron verse en situaciones así. ¿Las mamás son sujetos políticos? Sí, ¿lo saben? No. Pero su ejemplo deja huella y la lucha sigue.
-En tu enfoque teórico hay una fuerte presencia de Althusser para leer patrones culturales, pero sobre todo el estado de los aparatos ideológicos del Estado. ¿Considerás que la universidad está alejada de la calle? O, en todo caso, que hay una grieta marcada entre el devenir academicista y los problemas de la vida cotidiana.
-Encuentro una clara división en la mayoría de las universidades públicas y privadas con relación a los problemas sociales y políticos de la cotidianidad de la gente común y sí, efectivamente, hay una división de la educación; escuelas para ricos, escuelas para pobres y cero educación para las y los excluidos del sistema. La universidad sigue el patrón del tipo de sociedad que la crea; en una sociedad clasista, los colegios caros y de prestigio compiten para mantener el status quo de las élites, creando y reproduciendo modelos piramidales y exclusivistas, pero sobre todo, ideológicos. La universidad sigue siendo una opción de movilidad social para las clases medias y pobres, pero en ese esquema competitivo y excluyente a la vez, desconectado de las problemáticas de los territorios donde se encuentra y luego, erigiéndose en torres de Babel del conocimiento. Hace falta una universidad popular que vaya y se asiente en las zonas marginadas de las ciudades, en las regiones recónditas y olvidadas; que se acerque y le dé cabida a las y los jóvenes con menos posibilidades de entrar a las aulas universitarias y, no menos importante, que rescate los conocimientos y saberes populares; una universidad de todos y todas para todos y todas.
-Desde el punto de vista geopolítico y viviendo en una ciudad de frontera, ¿qué relación de fuerzas hallás entre López Obrador y su acercamiento a Trump? Ha causado un malestar lógico en sectores de Morena y en ciertos sectores de centro izquierda latinoamericanos, que aún apuestan a una alianza de clases superadora de las experiencias del PRD, por ejemplo.
-Desafortunadamente, la correlación de fuerzas está de lado de EEUU y, aunque López Obrador se asume como un nacionalista liberal, en la vena de Benito Juárez y los liberales mexicanos del siglo XIX, en los hechos se ha comportado como súbdito de Donald Trump, aceptando sacar a la Guardia Nacional en la frontera sur con Guatemala, para evitar la migración latinoamericana a Estados Unidos, y fungiendo como desalentadores de las y los migrantes mexicanos en la frontera norte con los gringos. Luego la visita de López Obrador a Washington, a principios de julio, simplemente corrobora lo anterior: el nuevo tratado comercial entre México, EEUU y Canadá (T-MEC) renegociado a los intereses de Trump, es decir, mal negociado para México, se celebra como una victoria para el país (¿?). La economía mexicana está ligada a la de Estados Unidos; somos la maquila y la mano de obra barata de Norteamérica. López Obrador sigue de luna de miel con sus seguidores y en general ha habido poca crítica en cuanto a su relación con Trump, desde el lado de Morena; la izquierda no partidista, donde habita el FZLN y la mayoría de los movimiento sociales, todo lo relacionado con el medio ambiente y los derechos humanos, está en constante oposición con las políticas de este gobierno, como el proyecto del “Tren Maya”; la poca atención a las desapariciones forzadas, el incremento de la violencia por el narcotráfico; la insensibilidad y prácticamente nula perspectiva de género; el país se ha dividido más, pues reaparece el activismo de la derecha, aunque todavía sin fuerza y, la izquierda apartidista se debilitó con el triunfo de Morena; por eso la importancia de no generar falsas expectativas con los triunfos electorales de los partidos de izquierda, pues también se pueden corromper o fallar en sus promesas.