La economía por fuera del PBI (Granos de arena que forman montañas)
Lejos de los grandes medios masivos y las estadísticas que los gobiernos utilizan para reflejar la realidad, un pululante ajetreo de comunidades y movimientos sociales marca ese otro mundo o economía posible frente a la actual crisis civilizatoria.
“Si nosotros no nos podemos pensar como militantes inscriptos en una historicidad que tiene que asumir la crudeza de que habitamos el nuevo orden mundial que se construyó después de la derrota estrepitosa de la experiencia comunista, vamos a partir de un diagnóstico que ya tiene en sus inicios la lógica neoliberal: que todo tiene que ser una permanente buena onda, estar pa’ atrás y decirnos que estamos bien. Eso no quiere decir no ver nuestras pequeñas victorias. Resignarnos es un camino poco fructífero”.
Mariano Pacheco
“Hay que deconstruir la idea de que el fin del mundo está más cerca que la revolución”
Juan Grabois
“O tú incrédulo, si te animas a ver algo grandioso, agacha la cabeza: he ahí una hormiga”
Walt Whitman citado por Facundo Cabral
La economía por fuera del PBI (Granos de arena que forman montañas)
La invisibilización y criminalización de las propuestas alternativas al modelo de hegemonía capitalista y patriarcal es una receta que se remonta al principio de los tiempos o la edad media, donde el trabajo de las mujeres madres y brujas fue quemado en la hoguera para beneficio de la construcción de una cultura del individuo y el poder concentrado en detrimento de la comunidad y el cuidado de la casa o planeta (definición etimológica de economía).
La protesta callejera presentada a la población como “violenta” se ve en los territorios apenas como la punta de iceberg de ese otro mundo o economía posible que no sale en la televisión ni es considerado por las estadísticas que miden la pobreza o el Producto Bruto Interno (PBI). Pero va forjando una posibilidad concreta de construcción frente a la crisis civilizatoria que se expresa en este bendito descalabrado mundial o hidra capitalista, sangrante presente globalizado.
Se pregunta la ecofeminista Yayo Herrero por qué las mediciones del PBI incorporan la fabricación de armas y no el cuidado de les niñes. Tampoco la medicina ancestral, pero si la producción de veneno en forma de bebidas o alimento. Mucho menos la labor cotidiana de miles de almas que construyen comunidad y refugio frente a la actual crisis planetaria, pero si el salario indigno y criminal de algunos burócratas o gerentes de empresas, incluso empleados esclavos de las fuerzas de seguridad que día a día ejercen la violencia institucional.
El pensador Umberto Eco decía que la estadística es esa maravillosa ciencia según la cual si una persona murió de hambre y otra empachada con un pollo, los dos comieron medio pollo. Sin embargo, más allá de los métodos, las fuentes, las curiosas manipulaciones que los políticos institucionales y periodistas hegemónicos hacen de esos curiosos numeritos que dios sabe de donde salieron, todes afirmamos escandalizadas que en Argentina hay 60% de niñes pobres mientras el gobierno de Cambiemos se mofa orgulloso de haber recuperado el Indec de la mafiosa gestión kirchnerista (que a pesar de haber truchado los dichosos numeritos, es evidente que trajeron innumerables mejoras materiales para la población argentina, frente a un proceso contrario de la era Cambiemos). No fueron los funcionarios macristas ni los ex funcionarios kirchneristas (a excepción de excepciones que confirman la regla como, por dar un ejemplo, Emilio Pérsico) los que impidieron que el hambre y el descontento ganara las calles e irrumpiera violentamente en el mapa social y político como por ejemplo sucede hoy en Ecuador. Tildados de violentos por una acción (la protesta) que forma parte de un denso entramado de relaciones y actividades que van desde la comunicación popular o la fabricación industrial a los merenderos y copas de leche, los movimientos sociales son los responsables hoy día de mantener los niveles básicos de humanidad en la gran mayoría de la población argentina (los dizque pobres).
Pocos de los atribulados ciudadanos hipnotizados por el pensamiento hegemónico y mediático saben que las migajas del estado no son parte de una política deseada por el gobierno de Cambiemos, sino de una efectiva extorsión de los movimientos sociales ejercida en las calles como muestra de la amenaza de un gran caos social. La misma extorsión o reclamo de derechos que impidió la reforma previsional y otras formas de saqueo capitalista. Pocos saben que esa migajas tampoco son un fin sino un medio para los movimientos sociales. En realidad hasta pocos saben que son migajas. No solo en comparación con los beneficios que reciben del estado los grandes capitales concentrados, sino también dentro de un marco de construcción autónoma y popular donde esas migajas son solo una parte menor del capital social y concreto que construyen estas organizaciones. “Hay una victoria cultural del individualismo y del hecho de que las clases medias piensen que el dinero que les falta es el que reciben las clases populares”, aclara el dirigente del Movimiento Popular la Dignidad (dentro de CTEP), Rafael Klejzer. “Lo que mas asombra y debería llamarnos a la reflexión como sociedad es que los sectores más solidarios con los pobres son los pobres. Los comedores populares están en manos de las familias pobres que reciben la asistencia de las organizaciones sociales, a veces de la iglesia, y siempre del estado”, le aclara el candidato presidencial Alberto Fernández a la periodista Maria O´Donell que indirectamente trata de ineficientes o corruptas a las organizaciones sociales. “Al gobierno que viene, o a este, o al que sea, en medida que trabajen para el bien común, nosotros los ayudamos. Porque todo los días estamos bancando la parada en la barriadas populares, donde la disputa no es con el estado, es con el narcotráfico. Y la única barrera que hay de contención a esos proyectos destructivos que le plantean los narcos a nuestros pibes son los movimientos populares, los curas villeros y alguna que otra ong. Entonces que no se valorice este trabajo y únicamente se concentre en los pocos momentos en que nosotros hacemos una protesta evidentemente es desconocer la realidad social argentina y la importancia de los movimientos sociales”, le aclara Juan Grabois al periodista Luis Novaresio. Y agrega: “Hay cuatro mitos de los movimientos populares. El primero es que están compuestos por gente que no trabaja. Trabajan y muchísimo. Son recicladores, horticultores, constructores, trabajadores del cuidado (merenderos, guarderías, comederos), barren calles, cuidan arroyos…El segundo es que viven de ese plan. Que no es un plan sino un complemento a sus ingresos que es el salario social complementario, que es la mitad de un salario vital y móvil. Nadie vive de eso. El tercer mito es que los movimientos sociales administran fondos, cada persona tiene una tarjeta bancaria intransferible que reciben directamente del estado. El cuarto es que es mucho. Es menos del 1% del gasto primario”.
Territorios de esperanza y modernidad consciente
Dice el activista por la ecología y la soberanía alimentaria Carlos Vicente que los nuevos caminos de las organizaciones sociales, campesinas e indígenas son mucho menos utópicos que el pensar que el mundo puede seguir funcionando tal como está organizado. Los datos científicos son apabullantes, los diagnósticos de catástrofe certeros, las soluciones difusas, sobre todo porque invisibilizan que la verdadera raíz del problema es el sistema capitalista. “Yo quiero irme de este mundo, si se puede, presenciando un cambio estructural del sistema para que no gire en torno a la guita, sino a la mujer, el hombre, la naturaleza. Porque estamos en un sistema de desigualdades escandalosas. Nadie se puede realizar en una sociedad con estas desigualdades, que además esta, como cualquier dato científico comprueba, yendo hacia un colapso de la naturaleza. Parece que se puede destrozar el planeta pero no cambiar las estructuras sociales. Se trata de poner la economía al servicio de la casa y sus habitantes. Esa es su etimología ”, le aclara Grabois a Novaresio.
En estas últimas semanas tuve la oportunidad, además de convivir con las maravillosas experiencias de transformación económica y social que vivimos en Traslasierra, con otras realidades de ese otro mundo posible en otros lares de Córdoba y también en Buenos Aires, donde presenté el proyecto del local cooperativo Humano (que este año abrió dos nuevos locales e incorporó treinta familias nuevas al trabajo cooperativo) en un curso de Educación Cooperativa y Economía Comunitaria de la Universidad Nacional de San Martin. Allí escuché perplejo a otras experiencias de economía popular en la provincia de Buenos Aires. Por ejemplo la de los Centros Educativos para la Producción Total, que a pesar de las trabas del estado, se organizan de manera cogestionada con las familias campesinas de territorios condenados al desarraigo para fomentar la autogestión y la agricultura familiar. En un bar de congreso me reuní con los obreros de Cerámicas Neuquén que están viendo como adaptarse a los nuevos tiempos de crisis energética proyectando la fabricación de paneles solares. Conocí la librería de la editorial Sudestada, inaugurada en plena crisis macrista. Compartí mates con los cumpas de este proyecto periodístico autogestivo que se distribuye en todo el país a través de compañeras militantes y que hoy sigue creciendo y publicando títulos a pesar de la crisis de la industria editorial, donde los kioscos de diarios cierran como abejas fumigadas con glifosato o las grandes editoriales imprimen sus libros en China para reducir costos y llevando al cierre también de pequeñas imprentas locales. Entre cervezas, mi amiga la colo Nadia Fink, de la editorial Chirimbote me cuenta de un nuevo espacio de ventas junto a la editorial El Colectivo del Frente Popular Darío Santillán, entre cientos de hermosas actividades. Me cuenta que ante el crecimiento exponencial de su trabajo y la posibilidad de transformarse en estresadas empresarias, ellas han decidido fortalecer el equipo, generar trabajo para más compañeras, y avanzar, lentas pero seguras.
En medio del gobierno criminal y saqueador de Cambiemos surgió también el Refugio Libertad, en Los Molinos, valle de Paravachasca. Un predio expropiado a Fabricaciones Militares donde hubo detenidos y desaparecidos en la dictadura y hoy es un pujante emprendimiento de la economía popular: las Trabajadoras Unidas por la Tierra, parte de la Confederación de Trabajadoras de la Economía Popular (CTEP), que producen alimentos orgánicos, venden pollos sanos a los comedores populares de Córdoba capital, organizan encuentros artístico, de la memoria, me invitan a una charla de economía en el ex Casino de Oficiales con organizaciones cumpas de todo el territorio. Me cuentan que están comenzando junto a la cooperativa de internet comunitario Alter Mundi un emprendimiento de ensamblado de hardware. Mujeres campesinas de un pueblo abandonado y condenado al desarraigo que hoy gracias a los proyectos de economía popular van a empezar a ensamblar aparatos tecnológicos. ¿Ciencia Ficción? No realidades de este otro mundo posible que no cabe en las estadísticas del INDEC.
La mayoría de las personas que les cuento son estadísticamente pobres. No son pobres los peatones porteños con cara larga por no poder irse de vacaciones o no poder cambiar el celular. Por donde voy veo organizaciones ilegales no por voluntad sino por negación del estado. Organizaciones autónomas que reciben fondos del estado gracias a la extorsión de las marchas y piquetes que en la televisión tildan de violentas. Organizaciones que son las principales responsables de los comedores populares o copas de leche, o pequeñas cooperativas que son las principales responsables que este país no halla estallado a la mierda. Organizaciones que brindan alimento, formación, salud, que tejen redes de consumo y financiamiento justo, y hasta tienen tiempo de defender los ríos o el monte nativo, de denunciar el envenenamiento de las poblaciones campesinas. Organizaciones que no están justamente representadas en la boletas electorales ni los discursos de las candidatas. Organizaciones de trabajo invisible y continuo, lejano a las estadísticas, que van creando una nueva realidad difícil de observar para aquellas que siguen pensando que la crisis la pueden solucionar los empresarios o los burócratas que para gestionar un estado miran las estadísticas pero no saben de caminar por las calles, los barrios, los territorios, donde se teje toda esta economía amorosa que como dice Yayo Herrera no entra en el PBI.
Un plan táctico y estratégico en una coyuntura de muerte
Explica Emilo Périsco del Movimiento Evita en CTEP: “Hay compañeros que piensan que hay que vivir siempre subsidiados, hay otros que pensamos que ese sector tiene que tener un aporte al sistema productivo. El subsidio es bueno pero si es eterno vamos a una sociedad que se desgrana, que se destruye. Nosotros creemos que eso tiene que ser una cosa transitoria. Generar trabajo como proyecto. Hay compañeros haciendo muebles con palets, con materiales reciclados, y cuando ven que eso se vende, cambia la historia. O cuando le podemos poner al guiso la verdura que sale de las granjas urbanas. Las compañeras y los compañeros se sienten muy gratificados. Hay un potencial que el estado tiene que ver y desarrollar. Porque si tenemos que construir salud, la construimos, no esperamos que el estado venga a hacerlo. Lo mismo con los bachilleratos populares. En nuestras escuelas los pibes no dejan de ir a la escuela. La matrícula de los que entran es la misma de los que salen. Nos ponen como ejemplo. Nuestros niños van a nuestras guarderías.. Nosotros tenemos 1700 comedores populares de los cuales unos 1000 están atendidos por el estado. Los otros ni los ven. Igual con los emprendimientos productivos. Nuestras organizaciones cada vez son mas complejas. Si el estado ayuda bien, sino también. Le ponemos cuerpo a lo que decimos. Si decimos que vamos a construir un mundo antipatriarcal, hagámoslo. Si decimos que vamos a construir otra economía, construyámosla”.
Explica Mariano Pacheco: “Es un momento de rigurosidad estratégica y flexibilidad táctica. Tenemos que poder construir una dinámica que implique una delimitación de un espacio de izquierda que entiende que no es posible edificar una humanidad igualitaria sustentada sobre la base de un trabajo asalariado, y que pueda formar nuevas generaciones en una perspectiva de gente quiera hacer una revolución y no mejorar este mundo de mierda. Y que a la vez entienda en que la medida en que las relaciones de fuerza no sean modificadas a favor del pueblo, nada de esa estrategia pueda desarrollarse. La experiencia de la CTEP es una experiencia muy interesante en ese sentido”
Explica Rafael Klejzer: “Algunos creen que los pobres, los trabajadores de la economía popular, somos el resultado de las políticas de los malos gobiernos. Pero entendemos que hubo un giro en esa definición y no nos consideramos parte del pobrerío, sino parte integrante de la clase trabajadora, no desde un paternalismo del progresismo, sino que somos los que sostenemos un sistema injusto de explotación, los que estamos en la base de un pirámide social injusta. Porque si sos parte de la clase trabajadora tenés un programa histórico que llevar adelante. En este sistema capitalista dominado por el sistema financiero y la tecnología no hay lugar para un estado de bienestar y un salario digno. Las burguesías nacionales no tienen un proyecto propio, sino son una subclase del imperialismo transnacional. Ni los trabajadores de la formalidad, ni nosotros desde la informalidad, podemos ponernos al frente de un proceso productivo, porque no tenemos una clase productiva que pueda generar empleo. Ahora somos parte de un programa de gobierno que necesita generar empleo, pero no tiene una clase productiva. Por eso los únicos que podemos generar trabajo digno, autogestionado, sin patrón, somos los movimientos sociales. El debate de los movimientos sociales es salir de del reclamo y el reparto de los fondos sociales, y dar un debate en las practicas para orientar nuestra construcción a la producción, a la generación de cooperativas, a la vuelta al campo. Porque ya que nos echaron del mercado laboral, nosotros queremos volver con nuestras condiciones: sin patrones, una carta de derecho de los trabajadores autogestionados, una ley nacional de cooperativas, construir herramientas que nos permitan una autonomía económica y que los compañeras y compañeras no dependan de la administración de turno a ver si le tira un subsidio. Porque la economía popular no es una economía del pobrerío, sino que es una economía alternativa, anticapitalista. Debemos generar las relaciones de producción dentro de la comunidad. Porque el capital financiero pierde poder cuando toca el piso, ahí esta la disputa. En esa disputa debemos generar las herramientas que nos permita no ser sobrevivientes de la exclusión, sino actores que pongan de de pie una nueva forma en la economía. Hay una oportunidad muy grande”.