Sobre sutilezas, hipocresías y cinismos
Acerca de la polémica que despertó las declaraciones del Papa Francisco junto a los movimientos populares.
Por Sergio Job* Ilustración @fuskavisual
En una columna de opinión llena de afirmaciones descontextualizadas y maniqueas, plagada de lugares comunes y que no resisten análisis medianamente serio alguno, Adrián Simioni despotrica en LV3 sin ninguna sutileza (de esa que le reclama al Papa) contra la intervención que Francisco realizó esta semana desde el Vaticano en la conmemoración del 10mo aniversario del Primer Encuentro con Movimientos Populares. Para peor, haciendo gala de cómo la chabacanería y la estupidez no sienten vergüenza de sí misma, “la redacción” del medio en cuestión, recoge esa columna para volverlo artículo escrito y lo difunde, en un típico acto de arrogancia y soberbia: que quien quiera leer y difundir estas palabras, encuentre complicidad y cita de “autoridad” para justificar su indignación propietarista, meritocrática y anti-solidaria.
Intentando dejar de lado chicanas inservibles para la reflexión y el diálogo (para lo que tuve que realizar un gran esfuerzo, porque casi todo el texto es sólo eso), voy a centrarme en alguna de las afirmaciones que Simioni realiza en su columna. En primer lugar, ante la exhortación de Francisco a la necesaria distribución de la riqueza frente a la escandalosa acumulación en muy pocas manos, el columnista sostiene que “en el mundo de Bergoglio nadie produce” y continúa su diatriba contra el Papa Francisco y Grabois sin ahorrar chicanas para cerrar el párrafo diciendo que “alguien tiene que ahorrar, invertir y trabajar para que haya peces y panes”.
Por el contrario, si hay algo que ha hecho Francisco a lo largo de su pontificado es justamente visibilizar y revalorizar a quienes producen: los trabajadores. Así, a contramano de un sistema financiarizado que se desentiende de dónde provienen las riquezas que se rifan en el casino global del mercado especulativo, Francisco ha puesto la mirada en el origen de las mismas: los trabajadores excluidos y explotados, la Casa Común saqueada y los territorios y pueblos arrasados por violencia guerrerista a lo largo y ancho del mundo. Francisco comprendió como pocos líderes mundiales (ni hablar de columnistas de poca monta) el rol fundamental que los trabajadores excluidos del mundo cumplen en la cadena de valorización del capital, y justamente por eso, porque es justo reconocerles su parte en la generación de riquezas, es que exhorta a su distribución a nivel global.
Contrario a los discursos oficialistas de moda (sean desde el gobierno, sean desde sus medios acólitos) la Justicia Social no es ni una aberración, ni una limosna inmerecida, ni una avivada de los excluidos, es Justicia: “dar a cada uno lo suyo” dice una de las máximas más repetidas de Ulpiano que se usa hasta el cansancio en las aulas de facultades de derecho del mundo para definir dicha institución social. Que tome nota Simioni: unos pocos se están quedando con la riqueza que produce la enorme mayoría de la sociedad: los trabajadores excluidos y los trabajadores (aún) formales, y no conformes con esto, esos pocos además saquean sin pruritos a la Casa Común y los pueblos arrasados del mundo. Vivimos en la sociedad más desigual de la historia de la humanidad, nunca tan pocos tuvieron tanto, dejando a su paso ejército de desposeídos y despojados.
Ni falta hace detenerse en el remate maniqueo de su frase sobre que alguien tiene que ahorrar, invertir y trabajar, justo las tres cosas que este sistema económico financiarizado rechaza de plano: ahorrar es un pecado para el dogma financiero donde el dinero debe valorizarse rápidamente mediante la especulación, la apuesta a commodities, compra y venta de deuda de países pobres, inflando burbujas financieras públicas y privadas, y un largo etcétera que está muy pero muy lejos, no sólo de la noción de ahorro sino también de la inversión vinculada a la esfera de la generación de trabajo. Distinta la situación del empresario PyME y de las cooperativas de trabajo y producción, que deben enfrentar cada vez mayores dificultades para mantener andando una dinámica de ahorro, inversión y trabajo, tan pero tan lejana a la lógica del neoliberalismo actual que Francisco señala y denuncia.
Párrafo siguiente el columnista ataca una supuesta “contradicción” de Francisco por ejemplificar con el saqueo que resulta de las políticas neocoloniales como las de la extracción del litio en nuestro país. La contradicción que “muy perpicazmente” Simioni apunta es que el Papa señala que esa actividad extractivista “explota a tanta gente” a la par que denuncia en otros documentos e intervenciones que dicho saqueo “emplea a muy poca gente”. Es evidente que Simioni no está muy instruido sobre las dinámicas del capital y los procesos de valorización actuales, donde la explotación desanclada ya del lazo salarial que vinculaba de modo directo patrón-trabajadores (propia del siglo XIX y parte del siglo XX) sucede principalmente de manera indirecta sobre poblaciones que ya ni siquiera tienen “la suerte” de recibir un salario a cambio. No hay contradicción alguna: las actividades extractivas explotan a muchísima gente pero emplean a muy pocas. Parece que quien tiene anteojeras ideológicas y observa el presente con remembranzas del siglo XIX no es Francisco sino el columnista, quien (al igual que el actual presidente) sigue analizando dinámicas económicas y vínculos sociales como un iluminado de la Generación del ’80.
Luego la chicana llega al insulto y llama cararrota al Papa por recordar el genocidio comandado por el más acabado representante de esa generación fundante del Estado argentino: el General Roca. El argumento del columnista es que siendo Francisco cabeza de una institución genocida, como lo fue la iglesia de la conquista (y recordemos también, algo que Simioni “olvida”: cómplice activa de la última dictadura genocida en nuestro país), no tiene autoridad para denunciar otros genocidios llevados adelante como el que en nombre del Estado Argentino (para beneficio de la Sociedad Rural) encabezó el gobierno de Roca. Quizás Simioni no sabe (y lo llamo a que antes de opinar en un medio masivo, se informe e instruya) que Francisco fue quien como autoridad máxima de la Iglesia Católica Apostólica Romana (y para los creyentes: representante de Dios en la tierra) pidió disculpas a los pueblos originarios de América por el genocidio perpetrado con la cruz y la espada. Además ha impulsado diversas acciones reparatorias para con los pueblos de Nuestra América. En lo personal creo que no es suficiente, que hace falta más, que la iglesia debería devolver, o al menos compartir, toda tierra y riqueza a sus habitantes originarios y con los pobres del mundo (mayoritariamente pueblos originarios), pero eso no inhabilita ni desconoce los enormes pasos dados por Francisco en un sentido reparador, ni pierde de vista las enormes dificultades y resistencias que el Papa debe enfrentar para dar cada uno de estos pasos dentro de una institución milenaria y global como es la Iglesia Católica. No comprender es sólo posible bajo el influjo de la conveniencia, la ignorancia o la estupidez.
Luego de recorrer las palabras del columnista, su odio visceral, sus ataques sin sustancia, la pregunta que se impone es ¿por qué? ¿cuál es la razón para que tanta empresa de comunicación celebratoria del statu quo recurra a sus empleados para salir en una cruzada coordinada para atacar a Francisco y su mensaje? ¿qué fibra tocó que muchos hombrecitos que disponen de un micrófono se pongan a parlotear contra el mensaje papal? Si bien las razones son muchas y variadas -desde económicas hasta morales, desde globales a propias de la política casera, desde ansias de protagonismo hasta obediencia empresarial-, creo sí que hay un reclamo que repite Simioni, casi al pasar, a lo largo de la columna: la supuesta falta de sutileza del jesuita. ¿Qué cambiaría si la exhortación de Francisco a tomar partido por los pobres y la Justicia Social fuera la misma pero más sutil? Para los espíritus sinceros: nada, para los cínicos e hipócritas: permitiría un margen para hacerse los boludos, donde “los pobres” a que refiere el evangelio, podría referir a “los pobres de espíritu”, dónde la justicia social de la que ya el profeta Amós traza los primeros lineamientos y Jesús vuelve mandato, puede confundirse con caridad, y donde el saqueo y la expoliación del neocolonialismo pueden “sutilmente” transformarse en inversiones y progreso. Les molesta que la interpelación lúcida y transparente del Papa los acorrala en su hipocresía y los expone ante el peor de los jueces: el espejo.
De nuestra parte sólo agradecerte Francisco por tu prédica, tu ejemplo y tu legado.
* Abogado, Dr. en Ciencia Política, Docente universitario, integrante de Común-Unión, militante social y político.