¡Qué comiencen los Juegos del Hambre!
¿Quiénes están detrás del boicot contra los Precios Congelados? Perfil de negocios de las dos firmas que más figuran en los productos anexados. Del comercio interior a la venta en exportación y por vía offshore. Una posible explicación sobre la raíz de la inflación. Precios, dólar, alimentos, lobby… un culebrón con menos debate televisivo.
Por Lea Ross | Ilustración: @nico_mezca
Para el presente informe, vamos a hablar de alimentos, empresas, economía, mercado concentrado, curros, triangulaciones, lobby, intereses sectoriales, especulación financiera, inflación… todo eso, en un país acostumbrado a calibrar bien las conexiones de los temas más candentes, tal como lo han reflejado las redes sociales a la hora de opinar sobre el culebrón de la semana.
Fotografía de su humilde servidor, frustrado por no descifrar del todo sobre los enredos del gran tema de la semana, y decidido a enfocarse en el quilombo de los precios congelados.
Angurrientos
El miércoles a la mañana, el Boletín Oficial publicó por pedido de la Secretaría de Comercio Interior su Resolución 1.050/2021, donde ordenó “la fijación temporal de precios máximos de venta al consumidor final, para todos los productores, comercializadores y distribuidores de los productos indicados” en un Anexo, con la idea que se retrotraigan a lo fijado el 1 de octubre, y se mantengan como tal hasta el 7 de enero del año 2022. En la fundamentación, se señala que desde el Gobierno han “advertido y verificado aumentos generalizados en el precio de venta de productos tanto de alimentos para la población, así como también de productos de higiene y cuidado personal; los que resultan irrazonables y no se corresponden con las variaciones recientes de las estructuras de costos de producción”.
La publicación de la normativa ocurrió inmediatamente después de una reunión que hubo, en la tarde anterior, entre el secretario del departamento Roberto Feletti y los empresarios del rubro alimenticio, donde no lograron llegar a un consenso. Horas más tarde, el funcionario fue invitado a los estudios de C5N, donde aseguró que de parte de ese empresariado recibió unas 500 observaciones sobre la lista que, luego, se publicaría como anexo en la mencionada normativa. De esas anotaciones, “350 convalidan esa lista de la canasta; y 139 plantean algunas cuestiones. La mitad de esos 139 se concentran en una misma empresa, 68 para ser exactos”. “¿Cuál es esa empresa?” le preguntó sorprendido el entrevistador a Feletti. “Yo preferiría no ‘volcarlo’ ahora… Yo no quiero demonizar a una empresa. Prefiero esperar a las negociaciones”.
La Luna con Gatillo inspeccionó los más de 1.400 productos del Anexo, con el afán de detectar a los dueños de esas mercaderías que se ubicarían en las góndolas con los precios “quietecitos”. La empresa que tiene mayor presencia en esa lista es la multinacional Unilever, dueña de los desodorantes Dove, el desinfectante Cif, el suavizante Vívere, los antitranspirantes Rexona y Axe, el shampoo Sedal y los jabones en polvo Ala, Skip y Comfort; como así también un pequeño puñado de alimentos como los caldos Knorr y la mayonesa Hellmann’s.
Ahora, si no enfocados solamente en el rubro de alimentos y bebidas, desechando los insumos de higiene y limpieza (y también del alimento para mascotas), estaríamos hablando de unos 980 productos. Contemplamos, a continuación, las veinte primeras firmas que tienen mayor cantidad de productos en la lista de Precios Congelados. Como podemos observar, los que figuran como dos enormes tótems son, para sorpresa de nadie, el emporio que encabeza Arcor, del multimillonario cordobés Luis Pagani, y el Grupo Pérez Companc, con su nave insignia Molinos Río de la Plata a la cabeza, que fue la primera empresa que anunció que no iba a acatar la resolución.
En la lista entera (alimentos + limpieza), solamente tres empresas superan los 68 productos que mencionó el secretario de comercio: Unilever (103), Molinos (88, sin contar los vinos que pertenecen a las bodegas de Pérez Companc) y Arcor & CIA (105). Pero la primera, tiene sus inversiones muy enfocadas en los jabones, a tal punto que ni llega en el top 20 de nuestra gráfica alimenticia. Y el tercero, en realidad, es un rejunte empresarial que abarca a Mastellone, Dadone y Bagley. Por descarte, la segunda empresa sería aquel que el funcionario no le quería “volcarle” encima.
Más ratón que Pérez
Molinos Río de la Plata es una empresa que emergió al calor de la conformación del Estado moderno argentino, en la segunda mitad del siglo XIX, mediante el impulso agroexportador a base de trigo, para suministrar alimentos básicos a los países europeos. Desde entonces, la firma no se ha despegado de aquel cultivo, a tal punto que sus principales mercaderías en las góndolas son fideos de distintas marcas, como Lucchetti, Matarazzo y Don Vicente; como así también, las que fueron compradas hace siete años recientes, como Canale, Don Felipe y Terrabusi (sí, aunque no lo crean, todas esas marcas de fideos son del mismo dueño). En el caso de Terrabusi, se desprendió del negocio de golosinas del mismo nombre que pertenece al emporio Mondelez o ex Kraft, multinacional que también figura en el ranking gráfico de arriba.
El resto de los productos que están bajo la órbita de Molinos son los alimentos congelados Granja del Sol, el arroz Gallo, el ingrediente para bizcochuelos Exquisita, la harina Blancaflor, las capas de empanadas La Salteña, las bodegas Nieto Senetiner, el café Arlistán y la yerbamate Cruz Malta y Nobleza Gaucha.
Molinos fue el principal activo del conglomerado Bunge & Born, la corporación más grande que existió en la Argentina en todo el siglo 20, hasta que se lo vendieron a Gregorio Pérez Companc en 1998. Actualmente, “Goyo” Pérez Companc se ubica como el cuarto argentino más acaudalado del país, según la revista Forbes.
Fue durante la Dictadura que logró amasar grandes negocios. Por un lado, fue mediante la “privatización periférica” de YPF, donde la empresa estatal subcontrataba a determinadas firmas para la extracción de petróleo de sus propios pozos y luego se los compraba a precios inflados. En el caso de Pérez Companc, ocurrió con los yacimientos “25 de mayo-Medanito S.E.”, “Piedra Clavada” y “El Cordón”.
Y por el otro, con su constructora SADE, donde fue denunciada por participar de un cartel de obra pública. Incluso, en licitaciones realizadas en Córdoba, lanzadas por la empresa de energía eléctrica EPEC, donde Pérez Companc habría acordado con firmas locales para manipular los sobres y así acordar comisiones o negocios con subcontratación. En 1992, SADE fue vendida a la multinacional sueca Skanska, que en 2005 quedó involucrado en una denuncia por supuesto pago de coimas. Luego, en 2015, Pérez Companc compra los activos locales de Skanska, para retornar al negocio petrolero, después de que en 2002 vendió sus activos a Petrobras. Actualmente, mantiene su petrolera PECOM, donde tiene sus trabajos en Vaca Muerta. También, de la mano de CONUAR, se encargó de la extensión de vida útil de la Central Nuclear Embalse.
Finalmente, luego del 2001, Pérez Companc se metió en el negocio agropecuario, exportando porotos de soja, y faenando ganado vacuno, ocupando 55.000 hectáreas en los márgenes del Río de la Plata, como así también criando ovejas en la Patagonia. Asegura trabajar con las principales semilleras para conseguir semillas híbridas de maíz y sorgo, de suministrar el trigo para sus fideos, y de extraer la leche de sus vacas Jersey para comercializar sus helados marca Munchi’s.
Don Arcor y su pandilla
Luis Pagani, el CEO de Arcor, está también dentro de los multimillonarios más adinerados de la Argentina, con unos escalones más abajo de “Goyo”. Y de lo goloso, no es solo por sus chocolates Aguilar, Bon o Bon, Rocklets, Rumba, Chocolinas, los cereales Mix, el Cofler y los caramelos Menthoplus y Topline.
Y esto es porque en los últimos años, el tótem cordobés de Arroyito cerró un par de acuerdos que le permitieron expandir sus inversiones. Tal es así que en 1997, había comprado la fábrica local de Bagley, que le permitió quedarse con el negocio de las galletitas Criollitas y Sonrisas.
Luego de eso, en 2005, selló un acuerdo con la multinacional francesa Danone para impulsar la concentración de caramelos y galletas en el Cono Sur. Así, armaron la firma Bagley Latinoamerica SA. Pero también, fue el inicio de la adquisición paulatina hacia su competidora La Campagnola, que finalmente quedó absorbida de manera total en el 2019. Tal es así que sus pastas, aderezos, mermeladas, conservas de pescado, de tomates… todo lo que tenga el logo de La Campagnola, también quedó en manos de Arcor.
Gracias a los ingresos de Arcor que recibió de la mano de Bagley, y no conformándose con el empacho, la familia Pagani puso unos 50 millones de dólares para la compra de acciones de la empresa Mastellone, dueña de la conocida marca comercial de lácteos La Serenísima, y que hasta entonces continua ocupando el paquete accionario. Por ende, la leche, el dulce de leche, la manteca, el queso Finlandia, los postres y yogures Danonino, Danette, Actimel, Vidacol y Ser, todas son ganancias que se quedan para Arcor.
Detrás de esa gula, también se esconde la receta del doctor. Ya que se alerta una “diabética” noticia referida a la Organización Mundial de la Salud, donde en cualquier momento, mientras los brotes pandémicos no desaceleren los trámites, le exigirán a los gobiernos del mundo que restrinjan el consumo de la azúcar procesada. Una proclama cantada, como la que tuvieron el tabaco y el alcohol. Por esa razón, no solo vemos a Arcor despegarse de sus activos iniciales de golosinas, sino también la mismísima Coca-Cola está tratando de convencer en sus publicidades que sus gaseosas de cola de distintas variantes sin azúcar tienen el mismo sabor que la tradicional. Coca-Cola está en el puesto 7 de la gráfica anterior por ser dueña de bebidas de otras marcas, como Sprite, Fanta, el energizante Powearde, la tónica Schweppes y los jugos Cepita y Ades.
Pero también, Arcor y Coca-Cola sellaron acuerdos de cobranding, es decir, negocios transitorios basados en la retroalimentación de sus respectivos marketings. Tal es así, que en el mercado se lanzaron productos como las pastillas Menthoplus con sabor a Sprite o los helados con sabor a Fanta. Con estos antecedentes, la dupla Arcor-Coca lanzaron un fondo de inversión llamado Kamay Ventures, para financiar proyectos de economía circular.
Y así como vemos en el puesto 15 a Bimbo, dueña de los panes Fargo, Arcor selló un acuerdo con ésta misma empresa en México para una fábrica de elaboración de galletas y chocolate. Allá socios, acá en competencia.
Uno para acá…
Justo esta semana, el Ministerio de la Producción de la Nación publicó un “Informe de complejos exportadores”, donde hizo un relevamiento de los principales productos a exportar en el primer semestre del presente año. En cada uno de ellos, mencionó a las principales empresas que se encargan de rematar en los puertos determinadas mercaderías exportables a cambio de miles de millones de dólares. Algunas de esas firmas, son las mismas que impulsaron los aumentos de los precios en las góndolas.
Allí vemos que, por ejemplo, en el principal complejo exportador de la Argentina, que es la soja, aparecen como principales firmas beneficiarias Molinos de Pérez Companc y Aceitera General Deheza (AGD, puesto 14 en la gráfica anterior). Junto con Cargill, Dreyfus (LDC) y la multinacional Glencore (que controla Oleaginosa Moreno y es una de las principales mineras a cielo abierto del país) ocupan más del 98% del podio de las veinte principales exportaciones sojeras del país. Molinos también exporta arroz y aceitunas.
AGD encabeza la exportación de maíz y de girasol, ésta última junto con Glencore, bajo la filial de Oleaginosa Moreno, que ahora pasó a llamarse Viterra. Junto con Amaggi, Bunge y Cofco, acaparan el 96% de las principales 20 exportaciones de ésta oleaginosa. También tiene negocios con la gente de Bunge, ex dueños de Molinos, para la producción de bioetanol en la localidad cordobesa de Alejandro Roca, además de administrar sus propios puertos.
De las cinco principales exportadoras de lácteos, que acaparan más del 94% del top 20, aparecen tres que figuran en los principales 20 de la lista de precios a congelar: iLolay, Mastellone (como integrante de Don Arcor) y Nestlé.
Arcor también figura como la principal empresa exportadora de azúcar del país. Y Swift (tercero en nuestra gráfica) es una de las principales exportadoras de carne vacuna.
… y otro para acá
Por último, tanto Molinos como Arcor tienen a sus directivos involucrados en la fuga de dinero al exterior. Tanto Gregorio como su hijo Jorge Pérez Companc fueron mencionados en el año 2016 por los Panamá Papers, al figurar respectivamente en las firmas panameñas Pima Investments, creada en el año 2000, e Impex Holdings, en 2006. Ambos recurrieron al estudio de abogados de Juan Pedro Daminai, en Montevideo de Uruguay, que tenía contacto directo con el Mossack Fonseca. En 2013, la prensa porteña mencionó a Damiani como responsable de los fondos fugados del empresario Lázaro Báez o “la ruta del dinero K”. Tres años después, nos enteramos que Daminai jugaba para peces mucho más gordos.
Y en cuanto a los dueños de Arcor, según los registros del Estado de Florida (Estados Unidos), uno de los distritos predilectos para registrar sociedades en secreto, Luis comparte con su esposa, María Eugenia Novoa, el paquete accionario de Li Atlantic Investment LLC. En los Panamá Papers, la pareja también comparte la firma Roquel Properties LTD. en las Islas Vírgenes Británicas y creada el 2 de abril de 2012, justo en el aniversario 30 de la Guerra de Malvinas contra la corona inglesa. A su vez, Luis y su hermano Alejandro son socios del Quinam Investments LTD., creado un mes después del Roquel, el 2 de mayo de 2012, también en las Islas Vírgenes Británicas.
AGD, Molinos Cañuelas (puesto 6 de nuestra gráfica) y Glencore también están involucradas en el negocio offshore.
El culebrón
Ante éste panorama donde se juega con el hambre, se ha contemplado desde el ámbito mediático y político concentrado que la pretensión del Estado por congelar los precios consiste en no hacerse cargo de las raíces de la inflación, que según éstas personas es generada por la emisión monetaria que el propio aparato estatal genera para incentivar el consumo, en contraposición a la lectura que señala con el dedo a los fabricantes y comercializadores que pretenden recomponer sus márgenes de ingresos. A esto se le suma, fruto de la flexibilización de las cuarentenas y las reactivaciones económicas, el repunte de precios internacionales en insumos que las empresas de acá importan para ensamblar y empaquetar sus productos en venta.
Más allá de que aquellos analistas ortodoxos no explican por qué entonces no hubo picos inflacionarios en casi todos los países del mundo, donde se generó enormes gastos estatales para paliar la expansión del SARS-Cov-2, La Luna con Gatillo había expuesto unos meses atrás cómo fue la evolución de los precios de distintos productos en la ciudad de Córdoba de los últimos diez años, según el relevamiento de la Cámara de Almaceneros, donde hubo dos fechas con crecimientos logarítmicos: 2018 y 2020, inicio de recesión económica y cuarentena.
En la primera fecha, cuando se empezaba a descalabrar el modelo económico macrista, el Banco Central decidió recurrir al lanzamiento de títulos de deuda en pesos, principalmente las Leliq, que se venden solo a los bancos y por una semana, con la idea de insertar pesos en circulación y retirarlos para el pago de intereses. Esa estrategia se convirtió en una bola de nieve de endeudamiento descomunal por sus tasas de interés a corto plazo.
Para el portal Striptease del Poder, el investigador Javier Llorens realizó el siguiente gráfico, donde muestra la evolución de las principales variables monetarias y financieras durante la gestión de Alberto Fernández, medido en el eje izquierdo en miles de millones de pesos, y en el eje derecho en pesos para las distintas cotizaciones del dólar y la evolución de un índice inflacionario.
Así vemos un nivel superior, con las tres primeras líneas a la cabeza y con notable pendiente en alza, que abarca los dólares paralelos a lo legal (blue y contado con liqui) y la deuda bruta que acumula el Banco Central. Luego, hay franja intermedia con leve alza, que sería la “Economía real”, conformada por el dólar oficial, un índice inflacionario (que es el UVA, ajustado por el CER y ésta, a su vez, por el IPC), la deuda neta del Banco Central, la circulación monetaria en manos del público y la de los depósitos de los bancos privados en el BCRA. Todas ellas, al tener una elevación ligera, se interpreta que no hubo ningún exceso adicional de dinero. Y al final, la última línea de abajo, bien planchada, son los depósitos en pesos de los bancos en el Central, que al estar mantenidos en el piso quiere decir que no fueron afectados por la inflación.
“La evolución de esos tres rangos de variables pone en evidencia que la tensión inflacionaria, que provoca o arrastra al aumento de los precios, proviene de las expectativas reflejadas por la especulación financiera”, señala Llorens. Es decir, que “la inflación no es causada por la emisión monetaria, la cual en gran parte ha sido absorbida como deuda por parte del Banco Central, sino que proviene de la tensión devaluatoria creada por una enorme brecha existente entre el tipo de cambio oficial y los dólares extraoficiales denominados Blue, MEP, bolsa, CCL, etc, que prácticamente lo duplican”.
De hecho, el Blue nació a partir de las medidas de restricción o “cepo” que instaló el segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner para retirar dólares. En el año 2015, cuando Mauricio Macri asumió el gobierno, eliminó el cepo, actualizó la cotización del dólar a su competidor “blue” y desreguló el mercado financiero. Todo eso llevó a que el dólar pasara de cotizar 9 pesos a 63 pesos en el final de su mandato. O sea que el peso argentino se devaluó en 600% en solo cuatro años. Por eso en la mitad de su mandato volvió a imponer el cupo, aunque ya era tarde. Pero no conforme con eso, se creó el dólar CCL o contado con liqui, que consiste en comprar esos títulos de deuda pública en pesos, para luego canjearlos en el extranjero en dólares. Esto le permite a las empresas obtener dólares, extraídas en cuentas secretas, para luego comprar insumos que, al ser conseguidos más caros, se terminan trasladando al precio final de sus productos. Como por ejemplo, las empresas con capacidad de realizar acuerdos internacionales y en offshore, como los Pagani y los Pérez Companc.
Por si fuera poco, todo esto se da en el contexto de un país con escasez de dólares para sobrevivir, ahogado con un descomunal endeudamiento con el FMI, que tiene sus rémoras con las largas cadenas opresivas de acreedores, que se agigantaron a partir de la dictadura con la estatización de las deudas que contrajeron muchísimas firmas locales. Entre ellos: las empresas de los Pérez Companc, los mismos que hoy exigen subir los precios de sus productos.
Toda ésta problemática es un verdadero culebrón. Más todavía cuando en los últimos días, ciertos discursos del oficialismo han caído en la derrota capitalista. Tal es así la duda que nos plantea Enrique Martínez, ex-presidente del INTI, en referencia a las declaraciones de CFK en un acto de La Cámpora: ¿se puede aceptar la invitación a un pacto entre el capital y el trabajo, en un mundo donde el capital financiero es rotundamente hegemónico y el trabajo popular independiente representa mas del 50% de ocupadxs?
Discutir todo esto, sumado a lograr un abastecimiento de alimentos más variados, accesibles y sanos, que achiquen la brecha especulativa entre la producción y el comercio, serán dos caras de una moneda que se pueda ensamblar mediante capacidad política.