Esto es un escándalo: Ideas y aportes del cine de Pino Solanas
🎥De La hora de los hornos a Viaje a los pueblos fumigados. De Los hijos de Fierro a Memoria del saqueo. ¿Qué herencia nos deja el cine de Pino Solanas y cómo leerlo desde la actualidad? Un debate político-cinematográfico realizada entre el ensayista y escrito Mariano Pacheco, director del Instituto Frattasi, y el crítico de cine Lea Ross, integrante de La Luna con Gatillo. Aquí, un video resumen y los puntos principales.
Puntos principales:
· La filmografía de Pino Solanas se podría dividir en tres períodos. El primer periodo es el más combativo, arranca con La hora de los hornos y concluye con Los hijos de Fierro, que también es su debut en la ficción y un enlace al segundo período, que arranca estando desde el exilio, con El exilio de Gardel, y que después continuaría con Sur y El viaje. Ese es un período de ficciones y apegado a ese género tan latinoamericano, como es el realismo mágico. Y finalmente, el tercer periodo es del presente siglo, a partir de Memoria del saqueo, que retorna al género documental, y termina con Viaje a los pueblos fumigados.
· A pesar que Pino Solanas venía de la línea del “tercer movimiento” –ni imperialismo yanki, ni régimen soviético ruso-, recibió mucha influencia las teorías soviéticas del cine. Al igual que Octubre de Serguei Eisenstein, La hora de los hornos parece como si anunciara un nuevo mundo. A penas arranca con los primeros minutos, te dispara un montón de imágenes y sonidos como si fuera un Big Bang, como si anunciara que se viene un nuevo universo. Pero que se tenía que discutirse el modo de alcanzarlo, que era lo que planteaba el “cine-acto”, porque el nuevo mundo no venía de arriba para abajo, sino de abajo para arriba.
· El cine-acto implica también un modo distinto de circulación de las películas, con el vínculo distinto al llamado público. Proyectándose en la clandestinidad y en espacios ya organizados, diferentes a un cine cualquiera donde puede entrar cualquiera; todo para discutir y dar un pasaje a la ofensiva popular, vía lucha armada y acompañando las masas populares.
· De ahí hay un pasaje del documental a la ficción. Así como ocurrió con La batalla de Argel de Gillo Pontecorvo, Tierra en trance de Glauber Rocha, se empezó a abordar los problemas políticos desde la ficción. Ángeles Masó definió a Los hijos de Fierro como el “Potemkin” argentino. Junto con Los traidores de Raymundo Gleyzer, son las dos principales figuras y de grandes experiencias (el primero desde el Cine de Liberación por el peronismo de izquierda; el otro, desde el Cine de Base por la izquierda marxista) que hacen la intervención de la producción cinematográfica política de ficción. Permiten dar a entender una época a diferencia de las ficciones posteriores de los años ochenta y noventa, que no es casual que éstos sean un ensayo onírico que tiene que ver con la derrota de los proyectos revolucionarios.
· Los hijos de Fierro es el intento por hacer una re-escritura del Martín Fierro en una secuencia narrativa larga. Ya se tenía antecedentes de la mano de Jorge Luis Borges, donde en sus breves relatos lo retoma desde una perspectiva conservadora, con la idea del “destino sudamericano” a la barbarie. Pino lo realiza desde un enfoque de izquierda.
· Otro punto que tiene su brillo y su tragedia en Los hijos de Fierro, es que uno de los actores protagonistas es el militante peronista Julio Troxler, también protagonista de la película Operación masacre, de Jorge Cedrón, basado en el libro de Rodolfo Walsh, y que también Troxler es uno de los sobrevivientes a la masacre de José León Suarez del que se basó esa investigación de Walsh. El elemento trágico a ese brillo es que Troxler va a ser asesinado por la Triple A, mientras trabajaba en la película.
· En La hora de los hornos, hay en el medio un fragmento de una única entrevista con Perón, que le hacen una sola pregunta, que era si no tenía una autocrítica que hacerse sobre el golpe de Estado de 1955. Y él reconoce que debió haber fusilado a quiénes orquestaron su destitución, del cual se negaba en ese tiempo. Resulta temerario hacer un documental de cuatro horas, que bregaba el retorno de Perón, pero que a la vez le plantean una única pregunta como esa, y que logra tener una respuesta tan contundente. No hay que olvidar que es una película que legitima el uso de la violencia política. De hecho, uno de sus títulos es que el odio debe estar presente en los pueblos para poder liberarse, muy distinto en la actualidad donde parece que el odio es un privilegio de las clases dominantes. La respuesta de Perón permitió ratificar el rumbo que bregaba la película.
· Es complejo la figura de Perón y la trampa de su frase “entre la sangre y el tiempo, yo elegí el tiempo”. Es engañosa, porque eligió el tiempo para su exilio, pero eso conllevo la sangre de las masas populares, que fueron atacadas una y otra vez. Hubo tiempo con sangre. Esa entrevista fugaz habla también de las debilidades del primer peronismo, que luego se repetirán en su retorno, con la idea de la pacificación nacional, que se puede ligar con lo actual de “el amor vence al odio”, sin que esté presente el elemento del odio de clase, presente en las izquierdas. Y nos reintroduce a otra discusión, también obturada por la última dictadura, que es que nadie quiere discutir la violencia política, mientras el Estado ejerce su violencia. No hay tiempos de paz contemporánea, contrapuesto con tiempos de violencia pasada, porque la violencia sigue de parte de los sectores de opresión. Hoy son pocos los lugares del mundo donde se ejerce la violencia con fines emancipatorios. El modo en que leamos esas historias del pasado va a determinar las tareas programáticas del presente.
· Desde su exilio, Pino inicia un segundo periodo, que sería el más borgeano, que es paradójico por estar apegado a ese género latinoamericano que es el realismo mágico. Por lo general, con sus laberintos, los personajes de Borges siempre tienen una incertidumbre, donde van a explorar sin saber qué van a descubrir. Si en algo se asemejan la película Sur de Pino Solanas y el cuento El sur de Jorge Luis Borges es que si en el primero su protagonista no sabe si vuelve a su casa luego de ser liberado en prisión, el segundo es un civilizado que se dirige a las pampas, sin saber cómo se enfrentara a la barbarie. Esa desolación es por ver cómo se cae a pedazos todo proyecto revolucionario y no se avizora ningún horizonte. De hecho, sus películas de esa época se asemejan mucho a las de Eliseo Subiela, aunque Pino lo criticaba de “menemista” por apegarse al financiamiento estatal, mientras que él realizaba críticas a Menem.
· Uno puede ver ahí el peso de la derrota y el rol que tiene el tango. Paco Urondo decía que para bien o mal, somos todos tangueros. Toda esa cosa nostálgica y llorona sobre los recuerdos se tiñe mucho en esa época, cuando se ha primado el terror de las derechas.
· Lenin decía que había que trazar líneas de demarcación. El último Pino, ya más viejo y adaptado al sistema, trazaba éstas líneas de demarcación, donde en su documentalismo del siglo 21, nuevamente expone las asimetrías entre Puerto Madero y las villas miserias, que siguen existiendo en nuestro continente. Era tremendo ver esas imágenes, incluso para nosotros que nunca conocimos Puerto Madero, más que por los paneos de Pino. Y que ponía el foco, incluso en gobiernos progresistas, sobre lo que no se quería pensar, que en el fondo era la matriz productiva que nos dejaba la dictadura, con un tipo de país y de modelo, y con una denuncia clara a los sectores oligopólicos de una oligarquía y burguesa agraria.
· Si hablamos de la Argentina del siglo 21 hablamos de la Argentina pos 2001. En las represiones de diciembre de 2001, Pino estaba allí. Era alguien que presentaba sus películas en Cannes, que conocía a renombrados cineastas como Godard, y también era alguien que salía a filmar represiones. Si bien hoy en día es común, en aquel entonces era raro que un cineasta salga a hacer eso en las calles. En Memoria del saqueo, él cierra con su voz en off, de autoridad, haciendo una comparación de esa rebelión con el Cordobazo y el Octubre de 1945. Y precisamente, las imágenes del Cordobazo marcaron los contenidos del cine militante hasta la actualidad.
· Una diferencia entre La hora de los hornos y Memoria del saqueo, es que los títulos del primero se exponían todos en letras mayúsculas. Y el segundo todas en minúscula, como que se quedaba en el denuncialismo y hasta ahí, sin un programa. No lograba visualizar un horizonte. También ocurre en su contrapunto, La dignidad de los nadie, donde exponía las distintas resistencias a ese saqueo. Pero en ambas, reconoce que a partir de la asunción de Néstor Kirchner, no se concretó el “qué se vayan todos”, sino que se quedaron todos.
· La ausencia de programas en el cine de Pino Solanas en el siglo 21 es la ausencia de programas del movimiento popular en su conjunto. Las izquierdas no tienen programas y el peronismo popular pudo recién comenzar a esbozar algunas líneas programáticas.
· Finalmente, hay que decir que todos los que estuvieron escribiendo sobre Pino Solanas, han puesto un techo a su filmografía con Memoria del saqueo, como si después de eso no hizo más películas, cuando delante de ella aparece su sub-período ligado a la denuncia del saqueo ambiental. Sobre eso, hay que decir que se aleja de esas narrativas de confort que instala las lógicas del YouTube, basados en brindar el testimonio y el dato duro. Pino ha sido un muy buen narrador. Porque hacer y ver cine es como meterse en un viaje. Te metes y viajas en un universo distinto a lo que veías, previo al inicio de la película. Y precisamente, el título de su última película, Viaje a los pueblos fumigados, revindica eso. Creo que eso se está perdiendo, donde ciertas narrativas instalan que “el dato mata el relato”, que es un planteo liberal al creer que el dato nos ilumina a un camino para cambiar la realidad. Así, su último período tiene presente al narrador viajante que, parece, se está perdiendo.
Video resumen de la charla realizada entre Mariano Pacheco y Lea Ross.