¿Pibes parricidas? Acerca de las producciones audiovisuales sobre Mariano Ferreyra
El 20 de octubre de 2010, la televisión transmitía en vivo una emboscada de impredecibles consecuencias. La cámara registra el momento en que un joven es metido en el interior de una ambulancia, antes que se ponga marcha hacia el hospital. Antes que llegue al nosocomio, Mariano Ferreyra ya estaba muerto y su nombre quedó marcado en la sociedad hasta el día de hoy.
El asesinato de aquel joven de 23 años, militante del Partido Obrero, dispuesto a dar su cuerpo para defender a trabajadores despedidos, presenta caldeadas discusiones sobre la búsqueda de una respuesta revolucionaria. En particular, el rol de la juventud.
En aquel del tiempo del Bicentenario, la señal televisiva Canal Encuentro construía una arquitectura audiovisual, donde hegemoniza ciertos lineamientos narrativos y estéticos condescendientes al progresismo. Se caracterizaba por la alternancia entre lo documental y lo ficcional, la saturación de colores y un calibrado ritmo acelerado en el uso de la edición. Algunas de esas definiciones pueden no resultar ajenas a estilos actuales de los submundos del youtuber e instagramer, y quizás también en el TikTok. Sin embargo, la diferencia está en que esos escenarios se centralizan en un unipersonal. De ahí, la tendencia de salir a filmar en formato vertical.
Lo curioso de la película ¿Quién mató a Mariano Ferreyra? (2013), de Alejandro Rath y Julián Morcillo, basado en el libro homónimo de Diego Rojas, es que quiebra con esa apropiación de Encuentro. En la película, los momentos en que se reconstruye el asesinato y las fugaces entrevistas, se meten en la historia del protagonista, interpretado por Martín Caparrós, quien a la vez se inspira en las vivencias del propio Rojas en su período de la Revista Veintitrés. El ficcional permite aprovechar la función panóptica de la patronal en la sala de redacción, que en lugar de tener presencia visual, solo se reduce a una voz encarnada por Enrique Piñeyro desde el teléfono. Finalmente, las referencias a películas pretéritas como las obras de Pino Solanas y Raymundo Gleyzer son, a la vez, una recuperación sobre los conocimientos acumulados desde el cine, que permite la extensión del hecho por fuera de la coyuntura. Es decir, el filme no solo recapitula a ¿Quién mató a Rosendo? de Rodolfo Walsh, sino también a La próxima estación y Los traidores, mientras decodifica las narrativas contemporáneas, raptando aquellas que fueron tomadas por el famoso canal educativo, bajo una línea de progresismo nacionalista.
Lejos de ser una excepción, la figura de Mariano puso en el escenario sobre los espacios de ocupación por parte de la juventud mediante el ejercicio de sus aptitudes y oficios. Y, con ello, una mayor profundidad sobre el lenguaje audiovisual metido en las disputas de sentidos en comunicación. Si bien se cede ante los criterios de urgencia que imponen las redes sociales, que se contraponen con las extensas redacciones gráficas que se caracterizan en los lenguajes tradicionales de las izquierdas, se toma consciencia sobre la inmanencia de la posmodernidad. Por eso, existe una lucha cuerpo a cuerpo por recuperar los conocimientos y debates previos. Como ocurre con la serie Marx ha vuelto, realizado por el PTS, y sus referencias al cine de Serguei Eisenstein y Jean Luc Godard. Todo bajo la óptima de jóvenes estudiantes, mientras que el sector adulto queda muy renegado a la casta patronal.
De hecho, antes del estreno de la mencionada película, se habían lanzado una serie de video-minutos, donde distintos artistas, individuales y colectivos, profundizaron el caso Ferreyra desde una amalgama de estilos. En el caso nuevamente de Ale Rath, aquí se toma una referencia al famoso ensayo de Paolo Pasolini sobre el plano secuencia, en particular a la función del corte en una toma, que va en comparación con ese otro “corte” de vida, que es la muerte. La prematura de edad de Mariano es lo que permite retomar el planteo del cineasta y poeta italiano, a la hora de comprender sobre cómo se encara sobre lo insoportable de una pérdida prematura por luchar.
Finalmente, en la actualidad, vemos cómo distintas figuras jóvenes ocupan su espacio en las pantallas desde las producciones multimedia impulsadas por los partidos del trotskismo, hasta llegar a encabezar las listas de candidaturas y ejercer cargos legislativos (incluso, en algunos casos, proviniendo del ámbito universitario en las carreras de cine), tanto los spots electorales, las producciones multimedia del portal La izquierda diario, entre otros.
En ¿Quién mató…?, la tensionada relación entre los personajes adultos de Andrés (Caparrós) y el Petiso (Piñeyro), confundiendo la amistad con la cláusula patrón-empleado, llega a un momento de tensión cuando se hablan de la inconsistencia etaria: Andrés le dice que él mismo está grande (entiéndase, viejo) como para ser trasladado a la sección empresarial, mientras que el Petiso le replica que él se ha estado haciéndose el “pendejo” por querer investigar el móvil del homicidio. Después de eso, es difícil encontrar otra producción audiovisual, impulsado por los partidos del Frente de Izquierda, donde los “pendejos” no tengan protagonismo.
Después de esa película, no habrá adultx protagonista que valga. ¿Aptitud parricida? ¿O un efecto de contraataque frente a la “juvenilización” de la opresión?