“Toda educación es política”
Por Santy Rodríguez | Foto: Talleres CAJ, CENMA 74 – Tallerista Julieta Orlando
Natalia Ysaacson se inició en el 2004 como docente del anexo del CENMA 74 que se encuentra dentro del sistema penitenciario. Luego pasó a ser coordinadora del mismo y en la actualidad sigue ejerciendo la docencia pero además ocupa la dirección del espacio. Frente a un sistema que tanto afuera como adentro ejerce el disciplinamiento, frente a un sistema educativo que se desarrolla con diferentes recortes por parte del estado, frente a un contexto donde la libertad es controlada sistemáticamente. ¿Se pueden construir espacios donde seamos libres?
–Desde tus inicios, ¿crees que hubo un progreso o retrocesos?
-Ha habido las dos cosas, un progreso muy marcado y muy amplio, muy grande, muy cuantitativo, pero además un retroceso muy cualitativo. A lo mejor cuantitativamente ha habido un progreso, no se retrocedió en eso, en la cantidad de estudiantes, por ejemplo cuando se inició teníamos un primero, segundo y tercer año que son los tres años para la escuela secundaria para adultos y ahora tiene como cinco divisiones dos primeros, dos segundos y un tercero, eso quiere decir que a crecido cuantitativamente muchísimo la materia. Sin embargo lo que yo observo es que cualitativamente lo que podemos llegar a hacer como escuela se nota que hay una política nacional diferente o que hubo una política nacional diferente con respecto a la política de educación en contextos de encierro, hubo todo un avance en 2012/2013. Por ejemplo todas las cárceles del país recibimos bibliotecas abiertas con un montón de materiales nuevos, de calidad, con libros acordes a la población, muchos libros del código penal, muchos libros de Zaffaroni, digamos libros elegidos precisamente para esa población. Nosotras hacíamos actividades donde ingresaba gente de afuera una ves por mes. Digo, había otro movimiento cultural de mucho desarrollo que se frenó y que hay un retroceso en ese sentido. La educación en contextos de encierro aparece en la ley de educación nacional del 2006. Después, cada provincia lo aplicó en sus leyes provinciales, que acá en Córdoba también en la ley provincial de educación tiene la modalidad de educación en contextos de encierro. Entonces, en eso hubo mucho avance que después se fue frenando por las políticas en realidad. Nos niegan varias autorizaciones. Hay que pedir permiso para hacer todo por la seguridad y que lógicamente tiene otra lógica, antes nos permitían muchas más cosas.
–¿Para vos es fundamental tener no solo un rol institucional si no que también político?
-Me parece que toda educación es política y fundamentalmente en ese contexto tiene que haber un posicionamiento claro. Nosotras institucionalmente trabajamos eso. No sé si en otras escuelas que funcionan en contextos de encierro pasa, pero nosotras acá en Río Cuarto trabajamos fuertemente en eso. Porque también en esa política del 2012/2013, hubo una formación para todos los profesores de cárceles del país, y en esa formación hubo una perspectiva política puesta de manifiesto en “¿Para que la escuela en la cárcel?”. Entonces la tomamos, la consideramos válida y trabajamos para eso, que es la educación por supuesto concebida como un derecho y no formando parte de un tratamiento que es lo que dice la ley de ejecución penal: la educación como acceso a otros vienes culturales, la educación como cuestionadora con posibilidad de pensarse a sujetos contextuados que son sujetos presos. Entonces, es pensar que la educación pueda permitirle a los estudiantes pensarse en ese contexto y al contexto social que lo lleva a ese contexto, siempre institucionalmente trabajamos en ese lineamiento político. Yo creo que lo tenemos. Se traslada a las planificaciones, a las clases, a la forma en la que nos relacionamos; se traslada a los problemas que tenemos, de enfrentamiento o de discusión, porque son líneas distintas. La educación quiere una cosa y el sistema penitenciario otra.
–¿Hay limitaciones?
-Y nos gustaría hacer un montón de cosas, tenemos muchos proyectos que no pudimos hacer. Por ejemplo una radio. Tenemos programas grabados para que puedan salir al aire, publicaciones, todo lo que tiene que ver con sacar cosas hacia afuera siempre es difícil. Entonces somos una escuela limitada en ese sentido.
–Y en el contexto político actual, ¿están muy marcadas las limitaciones por recortes?
-Totalmente, hay programas actualmente que no estamos cobrando y que estamos pensando en tomar alguna medida. Y con respecto a la cárcel, faltan insumos, materiales didácticos… el sueldo es muy bajo, como el de todos los profesores. El recorte en educación se esta viendo y es lamentable.
–¿Qué sienten cuando procesos como el de Damián Virginilo se pueden dar ahí adentro?
-Es muy difícil, lo de Damián se dio porque el también tiene una carga potente y subjetiva que lo llevo a una fortaleza importante. Hay muchísimos como Damián con una potencialidad de talentos en el buen sentido de la palabra, pero los contextos no ayudan para nada, la mitad de nuestros estudiantes si salen con la mitad del proceso educativo no lo terminan porque la escuela no forma parte de sus necesidades. No porque no quieran, si no que hay otras urgencias. Porque los contextos en los que salen siguen siendo los mismo a los que vuelven después de la cárcel y la situación es peor económicamente. Lo que la ley dice es que la cárcel sirve para reinsertar socialmente a las personas, pero la situación social está cada ves peor.
-¿Las compañeras mujeres acceden a la escuela?
-Sí, nosotras somos pioneras en las aulas mixtas. En Río Cuarto, San Francisco y Villa María, no tienen cárceles específicas de mujeres. Tienen un pabellón adentro del penal de varones. Entonces cuando yo entre a dar clases íbamos, de vez en cuando, al pabellón de mujeres a tirarle una onda, a ver si podían hacer algo ad honorem, porque no existía una división ni siquiera para mujeres. La persona que, en es entonces, formaba parte del área de educación del sistema penitenciario era una mujer muy comprometida con la educación en ese momento. Luchamos para que puedan venir al penal de varones y fuimos la primera cárcel del país que tuvo aulas mixtas y desde ahí se trasladó a las otras cárceles. Todo es más difícil para ellas, porque están en otro pabellón y se les complica.
–¿Es un espacio de reinserción?
-No para nada, yo creo que lo único que puede salvar a alguien de la cárcel es la escuela, que le dan otra forma de estar, de vivir, de ser llamados. Para nosotras son alumnos y no presos. Entonces pasan un rato de sacarse ese ropaje y que forzosamente tienen que ponerse otra, porque para nosotras son alumnos y alumnas no hay otra. Entonces tienen que actuar de otra forma, sacar otra faceta de ellos y de ellas. Hay experiencias como las prácticas en la biblioteca que forma parte de la currícula de adultos, para completar una materia tienen que realizar esas prácticas y no se puede poner en palabras lo que ellos y ellas dicen lo que les interpela. Entonces creo que en algún punto puede salvarlos de algo. Te lo digo yo como profesora, yo no creo que el encierro de una persona pueda sacar lo mejor.
Acciones cotidianas en estos contextos como un reconocimiento de une otre, que está dentro de un sistema de castigo, que está dentro de un sistema que reprime hasta hacerte olvidar roles políticos indispensables para el progreso y acceso a diferentes derechos como personas. El poder de la palabra, el poder de decir compañere, alumne o que te llamen por tu nombre son acciones que encienden llamas de afecto en espacios donde hasta el afecto está pactado por acuerdos entre verdugos y así construir resistencia, hasta que la última reja se abra, hasta que el último muro caiga.