Para que el dolor se trasforme en furia
Por Santi Rodríguez – Foto: Chechu Mansilla
Dentro de las banderas que quedan rotas.
Dentro de una pequeña luz al fondo de la avenida.
Dentro de las calles de tierra echas guadal.
Dentro de las posibilidades que cada vez son menos.
Vengo en nombre del hartazgo.
En nombre de aquellas que ya no están y respiraban el temor y la peligrosidad que daban al caminar por nuestras calles.
Solo un umbral de bronca, que se esparce con claridad, una claridad que la ven tan nítida y que cada vez se hace más visible.
Vengo en nombre de las que resisten dentro un poder político que no da ni retiro, ni un vaso lleno y mucho menos seguridad de poder vivir dignamente.
Solo un cuidado represor, cuidador de intereses ajenos y constructor de cimientos para la creación de iglesias que van a rezarles las militantes y los militantes de la buena fe.
De los cuadros de Che Guevara en alquileres que su papa paga tranquilamente.
Ese padre que responde a esos intereses ajenos y hace que el hetero patriarcado, el capitalismo y toda la misma mierda que hace que estemos por debajo siempre de todo te haga reproducir hegemonías todo el tiempo.
Como parte de una rueda en la que parece que es la única opción.
Como un par.
Como lo binario.
Como postularse y elegir.
Como ceder y estrechar la mano con aquellos que hambrean a nuestro pueblo.
Porque la otra era puta, cartonera, travesti, negra, no binarie, intersex, marika, lesbiana, disca, y muchísimas cosas más que espantan a la calma de muchas y muchos.
Vivo en un contexto donde hay números que me pesan en el pecho, que me asfixian.
Cada 17 horas muere un pibe, una piba en manos de la policía.
Cada 33 horas hay un femicidio y trans travesticidios.
Hay 2.684.779 hogares por debajo de la línea de la pobreza.
Una inflación que llega al 94,8%.
Y un latigazo, un latigazo que cada vez es más fuerte, un latigazo que acompaña gritos constantes de nombres.
Luciano arruga, Alejandro Flores, Diana Sacayán, Camila Carletti, Sofia Bravo, Tehuel de la Torre, Azucena Villaflor, Facundo Rivera Alegre,un sinfín de nombres.
Nombres que duelen como latigazo.
Vengo en nombre del hartazgo, pero también en nombre de la defensa.
De la autodefensa, de poder defendernos y que las redes sean redes de afecto.
No a ponerme la gorra, no a negar viejas luchas, no a decidir con el dedo que palabra si o cual no, no a definir por abajo del escritorio, no a seguir alimentando lo que nos condena. Vengo en nombre de la autodefensa.
Para que ya no nos hagan más falta esos abrazos.
Para que el dolor se trasforme en furia y en fuego como la goma quemada que prendemos en cada corte de ruta.
Como la claridad constante de que algún día el miedo se les va a cambiar de lado.