Beber el carácter
Una mirada sobre La lógica del escorpión, el último disco de Charly García.
Por Lea Ross
En la moda de los “relatos salvajes” en el cine maistream autóctono, la invocación a la fábula de Esopo por parte de Charly García lo torna una elegía purificadora. Lejos de gozar por la misantropía característica de nuestros tiempos, el salvajismo que pregona los Serú Girán, ya que también Aznar y Lebón se dan su gusto de estar aquí, forjan una caricia en La lógica del escorpión. En sus trece canciones, con duración promedio de menos de 3 minutos para cada, la balbuceante voz no ahuyenta a ninguno de los ambientes sonoros. Éstos últimos son como espectros que nos pilotean hacia géneros musicales, sea rock, blues, tango, prefijados en coordenadas espaciales. A la vez nos remonta a determinados tiempos que melancolizan algunas facetas pretéritas de un maestro rejuvenecido. La presencia inmaterial del flaco Spinetta, en La pelicana y el androide, es la más “cronenbergiana”, si recurrimos a epítetos cinéfilos, donde la tensión entre un cuerpo con la tecnología pone sus reglas al ceder a la tentación necrófila.
Pero la biología por momentos toma la defensiva. Una resistencia a no ceder el deseo de morir, aún con la invitación de integrar el club de los 27 (Charly tiene 72 años). No se permite que lo universal pretenda darle la espalda al ahora; de ahí que una de sus letras se llame Autofemicidio, manteniendo esos relatos tan sacrilegiosos como honrosos. Porque a la corrección, hay que romperla. Como si fuera poco, la más duradera se titula Juan Represión, quien quería ser sobrehumano y la realidad se le fue de las manos, justo cuando el disco tiene su estreno nocturno, luego de un nuevo ataque policial contra personas jubiladas. El cascotazo puede venir en el cierre, luego del momento literario escorpiano, donde la participación de Fito Páez no para de caer en el clishé capusottiano sobre qué es el rock. Acá lo que importa no es lo que se debe ser, sino en el carácter, que sigue presente. Bebamos.