Discapacidades en la agenda pública
Es prioritario (cómo otras tantas cosas) que la discapacidad se convierta, de una vez por todas, en un tema central y a la vez trasversal del estado, de todos los estados y esferas de los gobiernos en general y que sea superador, más allá de meras propuestas de campaña que mueren en la nada.
Por Pablo Cervigni
Lo que sucede es justamente eso: la discapacidad no forma parte de la agenda de prioridades de los gobiernos, porque nadie se ocupa de la minoría que lo va a seguir siendo, aunque no se den cuenta de que somos una minoría que es transversal a otras y que el atendernos es atender a la sociedad en sí misma. Porque vivimos anclados en la falsa creencia de que no podemos ser funcionales a los objetivos evolutivos de los estados, y que no podemos hacer un aporte a la sociedad que sea permanente y para todos. Es cierto que ponernos en la agenda de gobiernos y pensar en políticas de estado tiene que ver con poner patas para arriba a la sociedad en general, y replantearse cuestiones que ya están funcionando y que son dadas por hecho también. Pero no solo eso, sino que también tiene que ver con echar para atrás apuestas e inversiones que también ya están en marcha muchas de ellas. Esto sucede y se ve mucho en lo que tiene que ver con el transporte público de pasajeros y en la nula consulta con los usuarios del mismo, en cuanto a la funcionalidad para personas en situación de discapacidad en general.
Poner el foco en la discapacidad abre el juego a un mundo de posibilidades completamente nuevo, en donde la discapacidad sea un eje más de la política en general, y no solo una sección para una porción misma de la sociedad. Porque es algo que en definitiva son avances en la accesibilidad para todos, porque como ya lo hemos dicho en otras oportunidades de eso se trata, de la accesibilidad.
Cuando nos vinculamos con ciertos cuartos oscuros de la sociedad, como lo es la discapacidad y lo hacemos desde el dialogo, desde la diversidad y la comunicación podemos ver y entender que hay mucho ahí dentro que va más allá de rampas y señalética, podemos entender en ese sentido que la persona en situación de discapacidad quiere expresarse porque también tiene cuestiones para decir y aportar a una sociedad cada vez más justa en la cual queremos poder movernos con libertad para poder pertenecer. Esto es: alimentar el sentido de pertenencia sobre un lugar que nos hace sentir seguros del mundo en general, de los demás, de lo desconocido, contenidos y no simplemente sostenidos o “mantenidos” por decirlo de algún modo más ligado a la perspectiva asistencialista.
Todas las expresiones políticas en relación a la discapacidad, al menos hasta el momento y en sentido general, han buscado el número de electores ansiosos para que esas propuestas se efectivicen porque las necesitamos. Pero también, para la emoción del pueblo en general. Porque la sociedad aun nos mira como a través de una vidriera y pide por favor que se nos ayude, que se nos tenga en cuenta, que nos vean; pero, sin hacer demasiado en realidad.
Lo que sucede es que somos nosotros mismos los que debemos luchar por instalarnos en la agenda, y esto es complicado como mínimo. Porque ha habido cientos de miles de organizaciones no gubernamentales y asociaciones civiles así como también particulares, los más, que han intentado instalarse en la agenda de uno u otro modo sin resultados positivos a largo plazo. Lo que sucede es que la discapacidad, como un tema de discusión, es una zona a la cual muchos aún no se animan a meterse y discutir. Porque no conocen. Hay intensiones, pero se quedan en la defensa del discapacitado, pero sin interiorizarse en la necesidades profundas del mismo. Es ahí donde nacen las propuestas y acciones, que no dejan de ser avances aclaro, que se quedan en hechos prácticos puntuales más que en acciones que profundicen en el ámbito de la sociedad en general y nos inviten a repensarnos como sujetos de derechos, todas y todos nosotros claro está.
La discapacidad no es algo de algunos pocos, como tampoco lo es lo rural o la cuestión ambiental. Vivamos en donde vivamos, y hagamos lo que hagamos, forma parte de lo que somos como sociedad. Y empezar a reconocerlo es el primer paso para discutirlo.
No hay una sola verdad en esto, como en ningún ámbito de la política en general. Pero es por eso mismo que debemos implicarnos más en la temática de la discapacidad.
Tal vez pensaba desde un ángulo más inclusivo y generalista, como por ejemplo hablar de “accesibilidad”, ya que es cierto que cuando se utiliza la etiqueta de discapacidad en algo (y lo digo porque me ha pasado a mí mismo) la sociedad en general asume que somos una especie de secta, en donde solo entran discapacitados o familiares “de” cuando en realidad necesitamos y deseamos todo lo contrario, que desde la igualdad y la diversidad se abra el juego a todas las voces sin miedo a equivocarnos, herir susceptibilidades o lo que sea que fuere.
Estamos hablando de algo que, en verdad, lleva mucho tiempo. Porque implica cambios culturales profundos y sabemos que estamos avanzando. A paso lento, pero avanzando al fin. Y es momento que la sociedad en general, y sobre todo la política, cambie el enfoque sobre y para la discapacidad quitando de si el asistencialismo del que tanto hablamos. Por un lado, y siempre dando recursos para que ese asistencialismo en verdad no haga falta. Pero también, corriendo a la discapacidad de la niñez, la caridad o la ternura que denota desde la construcción que hacen los medios como parte del estado y el estado en sí mismo en cada una de sus acciones sociales en general.
Tengamos en cuenta también que este es un proyecto a largo plazo que deberíamos asumir ahora mismo, ya que es un acto pionero en sí mismo. No se trata de discapacidad siquiera, como si fuera una sola la que hay que atender y poner en cuestión, sino que son una multiplicidad de discapacidades que todos los días se van modificando, van apareciendo nuevas y este ritmo no está ni cerca de emparejarse al de las acciones políticas. Por eso esas minorías cada vez son más y más reclaman, por el acceso pleno a la sociedad y a las discusiones que se dan al interior de la misma. Por eso mismo es que debemos animarnos a atender estas cuestiones de una vez por todas y entender que esta minoría, como muchas otras, también quiere participar y ser parte. Pero antes que nada necesita ser escuchada y no que simplemente se tomen decisiones por ella, sin consulta y en momentos específicos en donde al objetivo real va por otros lados.
Es por eso que queda abierto el reclamo y la necesidad en general de poder comenzar a trabajar para que la discapacidad se instale en la agenda política de todos los gobiernos y partidos, que se comience a discutir para que podamos transcender a la etapa de reclamo y catarsis, pasar a la etapa de diálogos, discusiones y proyectos que dejen de tener que ver con el sobrevivir y pasen a ser proyectos para la vida plena, para el desarrollo más intensamente de la vida de las personas con discapacidad y la de toda la sociedad en realidad.
Hoy por hoy, para cerrar, es un hecho de que la discapacidad atraviesa una realidad completamente distinta, caracterizada por la exclusión en todas sus formas de desarrollo, al menos si hablamos en profundidad que es lo que, dicho sea de paso, necesitamos.