El Estado en este estado de cosas
La gente dice que el Estado está ausente. La crisis civilizatoria nos impulsa a un estado de situación donde el Estado se muestra insuficiente para paliar un saqueo multinacional financiero a cuatro manos: judicial, cultural, mediática y armado. Así las cosas.
“Si Dios bajara, todos los días a la tierra a resolver el problema planteado entre los hombres, ya le habríamos perdido el respeto”
Juan Domingo Perón
Por Tomás Astelarra | Ilustraciones: Chechu Macilla y Nico Mezquita
Las elecciones 2023 han puesto al Estado en cuestión. Hasta un movimiento histórico popular, el anarquismo, que renegaba del Estado como estado de organización (pero apostando por una organización comunitaria, de apoyo mutuo, de desarrollo a escala humana, como forma de democracia natural y representativa), ha visto sus máximos ideales y títulos nobiliarios usurpados por una corriente neoliberal individualista financiera patriarcal antidemocrática que piensa que la solución es el individualismo expresado en esos libros positivistas, monstruos de la razón que, ya vaticinó el artista Goya hace siglos y confirmo Fukuyama ayer nomás, serían propios de los sueños del iluminismo encendido con la quemas de brujas.
La gran trampa surgió en el siglo corto del veinte cuando, frente a la crisis financiera gringa del 30 (que dejó a todos los inocentes ahorristas en pelotas después de haber tirado manteca al techo), al gran John Marshall Keynes se le ocurrió que, para recomponer la economía, en vez de que devolvieran la tarasca (la nuestra) los grandes grupos financieros (que con información privilegiada habían sacado su ganancia de pescadores a río revuelto poco antes del derrumbe de la bolsa de la calle Muro), fuera el Estado el que pusiera la tarasca (la nuestra) con la tarasca que esos grandes grupos financieros le habían prestado bajo un módico interés (financiero). A devolver con la tarasca (la nuestra) que el Estado nos cobraría como impuesto en el futuro, o en todo caso, con alguna humilde concesión aeroportuaria o minera de su interés (financiero), con el cual pagarían el jugoso sueldo de los Milei del pasado, presente o futuro (aplicando ideas positivistas de manuales de gringos iluminados por la quema de brujas). El curro del FMI nació un poco después (de la mano también del gran Marshall, después de su plan europeo).
Desde entonces el siglo corto del veinte y el larguísimo del veintiuno han sido una continuidad de burbujas especulativas y crisis financieras que, impactando en la economía real, darían la oportunidad a los Estados de recomponer la situación con la nuestra (prestada por la suya que había sido nuestra). Para que, tarde o temprano, frente a la debacle o externalidad de este ingenioso choreo, los grandes grupos financieros manden a su Milei a decir, como niñes caprichoses y tramposes, que la culpa fue de otro. En este caso la Otra.
Es el capitalisme estúpide
En 2008 frente a la gran crisis financiera que surgió de la insana idea de la banca financiera de especular vinculando rentas extraordinarias con créditos hipotecarias rifados como caramelos (para luego dejar sin casa a la gente), el economista Manfred Max Neef aclaró que el total de los recursos destinados por los Estados del indichoso mundo a salvatar la banca financiera en crisis, equivalía a 600 años de la tarasca necesaria para palear el hambre del mundo. La nuestra en ambos casos.
La gran trampa liberal, sabemos, es hacernos creer que el problema es de los empleados y no de los dueños. Como cuando puteamos irracionalmente al pobre boludo, o boluda, esclavizade, que nos llama por septuagésima vez para ofrecernos una estúpida promoción que ya rechazamos mil veces, demostrando su evidente ineficiencia o cinismo en el manejo de la big data (que también nos chorean) en medio de este sangrante presente globalizado que nos dejó a todos endeudados y en pelotas (las nuestras, diría Divididos).
La inteligencia artificial (podemos entender por nuestra experiencia en cualquier red social) nos muestra, con suerte, aquello que consumimos con fruición. Cuando no, nos intenta vender publicidades o contenidos que, evidentemente, contrarían nuestros humildes ideales e intereses (algorítmicamente demostrados en nuestros resignados consumos culturales de una democracia de la derrota, big data).
Milei apunta, cada vez con menos restricciones, a la casta secundaria que “administra”, según la inocente, o cínica, o cómplice, definición (Método Rebord), de nuestro presidente Alberto Fernández, una realidad de concentrada economía financiera. Que, en base a la especulación, gobaliza la plusvalía del pobre y demodé Marx, en una lógica que ni siquiera implica trabajo o capital real. Desde una computadora, inteligencia artificial, nos chorean la guita con modernos sistemas de consumo, extractivismo voraz y criminal, ante el cual el candidato posneoliberal Sergio Massa, se muestra como apenas un pillo que entiende que el saqueo solo puede ser sostenido si el patrón paga el asado. Con la nuestra. La cruel definición del peronismo en Argentina.
Como decía Don Nestor, a la izquierda de eso la pared.
Hombre muerto no paga deuda
Tan de moda, la dichosa economía Barrani, como la justicia, el déficit fiscal, la reducción de emisión monetaria (y las leyes y herramientas económicas positivistas en general), solo se aplica a los muertos de hambre. O las doñas de las ollas. Poetizas populares herederas de las brujas que quemaron los iluministas científicos (y que con dos fideos y un soplo de sazón alimentan un pueblo mientras esos vagos femicidas miran la tele en cómodos despachos).
Los dueños del verdadero poder empresario concentrado, sabemos, no pagan impuestos. Prefieren gastar su dinero en jueces, medios hegemónicos, políticos definidores del gasto del Estado. O administradores de esta cruenta realidad y nuestras propias consciencias, batalla cultural, para seguir llenándose el bolsillo de guita (la nuestra), sin importar las consecuencias socioambientales, las dichosas “externalidades” del hecho (según los economistas positivistas).
Valla a saber si por inocencia, cinismo, o estupidez (Método Max Neef) la verdadera casta, incluso, debería hacer las cuentas pa ver si no le conviene repartir algunos choris pa que podamos seguir mirando en paz el fulbo en la tele, en vez de contratar grupos paramilitares pa impedir la movilización popular. Así parecen haberlo hecho según las probabilidades estadísticas del futuro electoral argento.
Así lo demuestra el hecho estadístico, presentado en el presupuesto nacional, de que con solo resignar menos de la mitad de sus beneficios impositivos (4,5% del PBI), las grandes empresas (así lo ha dicho el candidato y ministro de Economía, Sergio Massa), podrían llevar al gobierno argentino a un superávit fiscal del 1% (Plan Choriplatita incluido).
En ese sentido, pone en práctica la denuncia que Juan Grabois y Ella (Cristina Kirchner), vienen enunciado hace rato frente a la indignación popular por el 1,2% del PBI que implican las políticas sociales y microproductivas destinadas a las poetizas populares. Esas poetizas que, como dice la economista Yayo Herrera, no entran en el PBI con sus tareas de cuidado, mientras si lo hace la fabricación de armas o la timba financiera.
Un nuevo estilo de anarquismo
El nuevo ideal libertario de Milei, como bien explicó Lea Ross en su brillante raconto histórico (Castillo de Naipes), pone su énfasis en la libertad individual en un mundo signado por la desigualdad y la injusticia social. Atrás quedaron los tiempos en que el anarquismo era una forma de generar desarrollo a escala humana en pequeñas comunidades de autogobierno, donde, según el ideal aristotélico, un gobierno, para ser efectivo, apenas debe incluir la cantidad de gente suficiente para mirarse a lo ojos en una enorme ronda.
Frente a la debacle del modelo capitalista patriarcal de muerte, en medio de la destrucción de la Madre Tierra o Casa Común, se pretende que el Estado sea eficiente o proveedor, en medio de una crisis civilizatoria donde las necesidades son cada día mayores, montadas en el apocalíptico caballo de la crematística o Dios Dinero. También sobre el mito de una rentabilidad donde, mientras más trabajamos, cada vez más guita se llevan los dueños de este sangrante presente globalizado.
Ya no solo basta con ser un laburante esclavizado produciendo venenos consumistas por un sueldo menor al índice de pobreza. También aquelles “emprendedores”, trabajadores autogestivos, poetizas populares o empresarios pymes, que decidimos encarar nuestros sueños, fatalmente caemos en la “puja distributiva” de un empresariado cada vez más concentrado. Puja, frente a la cual, la casta política, solo decide “administrar” la situación, dejándonos en nuestra sana elección democrática la posibilidad de elegir entre dos choripanes o un sistema represivo que restaure los vejámenes “de facto”, pero esta vez por “voluntad popular”.
Parar la pelota. Ver que circunstancias “desde arriba” son las mejores para que tengamos el mínimo margen para seguir tejiendo gotas de esperanza en un mar de incertidumbres “desde abajo”.
Hacia un estado comunitario
Cierta vez cierto místico, no me acuerdo si era chantamán, budista o krishna (o las tres cosas a la vez) me dijo que no sé que sabio o vidente de la India decía, que en este Pachakuti, era prácticamente imposible llegar a la iluminación a través de la experiencias ermitaña.
La hidra capitalista extiende sus tentáculos hasta el preciso culis mundis del planeta, tribus no contactadas, aldeas permaculturales, desiertos insembrables, islas pacíficas, cuevas ancestrales, o el pajarito ese que ahora se llama X y cuyo dueño quiere irse a vivir a Marte con la nuestra (ya ni siquiera es guita, sino información lo que roba en una metafísica plusvalía marxista).
Ahora si lo recuerdo. El tipo era vegano y me decía las cosas con superioridad mientras se clavaba ese líquido negro que asesina sindicalistas en Colombia y deja pibes y madres sin agua en la India (descartando la posibilidad de que el ser humano fuera un ser vivo o al menos un animal que mereciera un consumo consciente).
En nuestros sueños de serpientes autonomistas pre revolucionarias marca 2001 terminamos por comprobar que, como dice el profeta Rebord, la gente simplemente quiere guita y un poco de tranquilidad para comer asado y ver el fulbo. ¿Cuanto es que dice que le dan a uno en esa ventanilla del Estado? Así las cosas, el estado de las cosas, diría mi amiga Patricia Merkin.
Fútbol, asado y Evaristo
Así como ya no existen, ni son propios de nuestra época, los ermitaños, desafío a cualquier anarquista a vivir sin dinero o hasta demostrar que ese dinero no procede, en menos de dos pasos, del bendito Estado. Ese que sus abuelos anarquistas, como el príncipe Kropotkin, sostenían (en tiempos paralelos al nacimiento de la patafísica consciente) que más que destruirlo (al Estado), había que cambiar el estado de cosas para que el dichoso Estado fuera insuficiente o redundante (inútil). Eso sin olvidar que hasta las abejas y hormigas tienen reinas, capataces y zánganos.
Eso si. Mandan obedeciendo, como dicen las cumpas zapatistas.
Estaríamos fallando en ambos anhelos (la autonomía y la organización).
Es como el orden de la casa (pero con la Casa Común). Siempre hay que volver a intentarlo. Más allá de la ventanilla u origen de nuestros recursos.
O como dice mi amigo Gitano: “Votemos a este Massa y después nos reorganizamos con autocrítica y aprendizaje pa ver si reencaramos la batalla cultural para formar adolescentes que sepan tirar piedras y construir proyectos autogestivos donde puedan envejecer entendiendo, tarde o temprano, que el peronismo es el mejor movimiento organizado en la Argentina para repartir choris y dejarte tranquilo escuchando los discos del Evaristo y la Polla Records”. Porque, como nunca me voy a cansar de decir decía el profeta nadaista Gonzalo Arango: “no llegar también es el cumplimiento de un destino”. O como dijo el abuelo revolucionario Pepe Mujica: “Triunfar en la vida no es llegar a algún lado. Es volver a empezar cada vez que la vida nos da un golpe”.
Pinta tu aldea y pintarás el mundo
Vivo en un pueblo que con una ignota pueblada (no se si fue hace diez o diez años después del 2001) echó a un intendente corrupto y ciego ante la comunidad. En la dichosa pueblada había vecines que ahora votarán por Milei, o Massa, en blanco o siquiera se tomarán la molestia de ir a votar.
Ahora el pueblo tiene un mandatario como la gente (literalmente hablando). Que está haciendo campaña por Massa. Igual que mi amigo Gitano (dios, su madre y les abueles anarquistes lo perdonen).
En el pueblo de al lado nos juntamos una banda de gente a pedirle encarecidamente a su concejo deliberante que no fuera delirante y no aprobara un proyecto de minería de Litio.
El concejo deliberante entró en razones al ver tanta gente reunida pidiéndoles el favor. Cómo me dijo un viejo anarcoecologista amigo (hueso duro de roer que condujo la pueblada): “al menos este quilombito los obliga a recalcular sus balances y preferir invertir en otro lado”. “Que se arreglen u organicen en ese otro pueblo”, le respondí satisfecho.
Poco tiempos después me contó que en realidad no se qué invento descubierto en China, de baterías que van como chapón debajo del auto a electricidad del tipo X que quiere mudarse a Marte, permitía usar otro mineral más barato que el Litio (que por suerte no estaba en el patio de nuestra casa) haciendo que se desplomaran en la bolsa de New York o Moscú (no recuerdo) los futuros de Litio. Si. Así se llaman los instrumentos financieras esos.
Acá los esperaremos organizados una vez más en un estado satisfecho gracias a las migajas peronistas de un Estado neoliberal. En paz, comiendo asado y escuchando la Polla Récords. El simple estado de las cosas. Por ahora.