En respuesta
Desde La Luna con Gatillo, venimos profundizando de cerca sobre la polémica Grabois – Grobocopatel. A partir de allí, el investigador en química Juan Manuel Milanesio, recordado por haber tenido un fuerte cruce con el dirigente social en aquella charla, publicó una nota en las redes sociales donde responde a una de nuestras publicaciones. Con permiso de su autor, republicaremos ese texto solo para seguir abriendo el debate.
En los últimos días, y como consecuencia de la exposición mediática de un acuerdo o asociación por parte del MTE y la UTEP y el Movimiento Evita, representados por sus dirigentes Juan Grabois, Emilio Pérsico y el “Chino” Navarro, y el empresariado del agronegocio de nuestro país, representado por Gustavo Grobocopatel, titular de la empresa los Grobo y socio de la empresa Bioceres, en la II Reunión de Intercambio Técnico de la Economía Popular (RITEP) celebrada en la Universidad Nacional de Córdoba, consideramos que es necesario hacer algunas observaciones. Luego de la viralización de un video donde el dirigente Juan Grabois asegura que no tendría problemas en “darle un beso en la boca a Grobocopatel o quién carajo sea para que 50 mil compañeros tengan la posesión perpetua de sus tierras” fueron numerosas las voces que se expresaron a favor y en contra de esta desafortunada expresión.
En una entrevista en C5N, tribuna del oficialismo, el mismo dirigente aseguró que “si yo hubiera dicho que para que 50 mil compañeros tengan la propiedad de sus tierras yo le daría caballerosamente la mano a Grobocopatel, no hubiera habido ningún escándalo. Lo que escandalizó fue lo del beso. Y si es por transar: ¿qué le puedo dar yo a Grobocopatel? De lo único que me arrepiento de esa charla es de haber usado el término “trosko”, porque es un término maccarthista, es feo definir a alguien por su ideología. Es algo que en el peronismo se usa de manera folklórica para definir a alguien que te corre por izquierda y que no está de acuerdo con ninguna decisión táctica”. Adherimos a la visión de Grabois en que no debemos estigmatizar a los militantes por su ideología y agregamos además que tampoco debe estigmatizarse una opinión de acuerdo al sector social que representa o al trabajo que realiza.
¿Y por qué agregamos estas dos cuestiones? Porque en una nota firmada por Tomás Astelarra en el medio La Luna con Gatillo (en alusión al poema de Raúl González Tuñón) que intenta una defensa de Grabois y de sus dichos así como del accionar de la UTEP y de los movimientos sociales, se hace hincapié en que el docente que realiza la pregunta (presuntamente plagada de microviolencias), previa a la expresión del “beso en la boca”, cobra su sueldo de la UNC y del CONICET, ambas instituciones cómplices con el agronegocio y otros poderes fácticos.
Aquí advertimos otro signo más de maccarthismo, presuponiendo que un docente universitario debe acordar en todo con las instituciones que le pagan el sueldo sin discrepancias. En ambas instituciones existen voces críticas y cada vez más numerosas en relación a la legitimación del agronegocio y al sistema de cultivos genéticamente modificados que se hace desde la UNC y del CONICET. Creemos que en la Universidad y en el sistema científico nacional se puede construir otra ciencia, con otra mirada, que no legitime una sumisión y una dependencia colonialista como la que tenemos hoy y que forme parte importante del tejido social de su propia comunidad. Y cuando decimos dependencia colonialista ya no hablamos de dependencia de otras naciones más desarrolladas sino de algo infinitas veces peor, como lo son las empresas transnacionales, como la propia Bioceres de Grobocopatel y Hugo Sigman. Esta “deslocalización” que nos propone la élite empresarial transancional, hace difícil la identificación de una cara visible como lo fueron los estados-nación imperialistas del siglo XX o XIX.
Por eso creemos que es necesario ponerle nombres y apellidos concretos a esas empresas, dejar de hablar de las “mil familias” de la SRA, oligarquía vacuna de origen vasco que ya no existe, sino decir claramente que la oligarquía plutocrática que nos somete hoy ya no tiene banderas, sino logos y un paquete infinito de tecnologías para profundizar el sometimiento hasta la propia deshumanización. A la Argentina se le asignó la plutocracia de la biotecnología y del agronegocio sin consultar si el pueblo está o no de acuerdo, y la dirigencia política venal nos subsumió a ese orden venenoso y parasitario de nuestra tierra.
Por otro lado, creemos que la salvedad que hace Grabois en relación al epíteto “troskos” no es inocente. En primer término Grabois se para sobre el peronismo y desde allí acusa a unos u otros de troskistas, presuponiendo de antemano que el peronismo está de acuerdo con su propuesta. En este sentido creemos importante recordar y reafirmar que el peronismo siempre tuvo como sujeto social al trabajador, y creemos que esto es de una importancia fundamental, filosófica. El movimiento peronista se asentó sobre las organizaciones libres del pueblo como lo fueron los sindicatos de obreros organizados, los clubes de barrio. Estas organizaciones de base agrupaban, daban contención y defendían los derechos de los trabajadores a una vida digna, a la remuneración justa por su trabajo y al desarrollo de un entramado social mucho más perdurable que cualquier disrupción por un cambio de gobierno e incluso por el ejercicio de la violencia por parte del estado contra su propio pueblo. Eso hizo que subsistiera y aún subsista, a pesar del trabajo insidioso de infiltración que muchos sectores medios de izquierda hicieron en el movimiento.
El trabajador como sujeto social estuvo relacionado a la propia organización del trabajo en pequeñas (y grandes) empresas de capitales nacionales (la burguesía nacional) tanto industriales como rurales y al desarrollo de un campesinado con arraigo y capacidad de producción de alimentos en grandes volúmenes, a diferencia de la actual producción de forrajes para alimentación de animales en condiciones de hacinamiento. También creemos importante aclarar que el movimiento peronista nunca fue “clasista” ya que el dirigente Grabois también afirma que responde a “intereses de clase, de un sector de la sociedad, y quiere resolver los problemas de ese sector”. Una de las claves de la doctrina peronista es justamente la búsqueda de la armonía entre clases sociales para la felicidad del pueblo y la grandeza de la patria. Y hacemos estas salvedades porque creemos advertir en el discurso de esta dirigencia de movimientos sociales una adherencia al peronismo como doctrina, y quien hurga un poco en profundidad advierte que, de fondo, hay una contraposición total disfrazada de peronismo.
Esto no es nuevo ni nos llama la atención, hace ya más de 50 años que sectores de izquierda se oponen al movimiento peronista desde el propio interior, combatiendo al sujeto social del peronismo y queriendo reemplazarlo justamente por este “nuevo” sujeto social que aparece luego de la crisis del 2001. La dirigencia de los movimientos sociales tiene una discrepancia absoluta con cualquier idea de liberación nacional, con la organización social y del trabajo que propuso el peronismo. El nuevo sujeto social al que hacen mención es (en palabras de Grabois) “el trabajador de la economía popular” que nació luego de la crisis del 2001. Y agrega que “son los habitantes de los barrios populares, es la ruralidad pobre, son los cuentapropistas, los monotributistas y es para quien nosotros planteamos la necesidad de que haya un sistema B que sea igual de digno, aunque tenga otro horizonte de felicidad, que no es el de los valores hegemónicos del consumismo que son los que tiene una persona de clase media acomodada que vive en un gran centro urbano”.
Agrega también que “el pleno empleo no existe más ni en la Argentina ni en América Latina, no existe más en EEUU ni en Europa. No va a haber pleno empleo. La automatización, la robótica, la biotecnología terminaron con el paradigma del pleno empleo en el siglo XX. Nadie vive de un plan en este país, la gente vive de su changa, de su trabajo por cuenta propia, de cartonear, de vender en la feria, de vender en la calle, vive de hacer la merienda para los pibes en el barrio. Eso es trabajo y es genuino. A los planes ya los convirtió en trabajo el pueblo pobre en el 2001 y en el 2002 cuando la gente comenzó a crear emprendimientos propios, cuando la gente se inventó su propio trabajo, porque no se lo resolvió ningún funcionario ni ningún dirigente social. Se lo resolvió el pueblo solo y a eso vos lo podés ver cuando ves a un pibe tirando de una carreta para ganarse el pan. No lo resolvió el Estado, no lo resolvió el mercado, lo resolvió el pueblo y algunas organizaciones que laburan en el territorio”. Creemos que en estas pocas líneas se resume una línea de pensamiento, un pensamiento derrotista y de sometimiento, de un cinismo peligroso que nos hace suponer una complicidad para el mantenimiento de un orden social injusto y privar del propio autovalor a una gran cantidad de nuestros compatriotas. Tampoco creemos que tenga sustento su declaración ya que son muchas las naciones que buscan y logran el pleno empleo, con adecuados planes estratégicos educativos y organización del trabajo. La sociedad entre movimientos sociales y los empresarios transnacionales del agronegocio y la biotecnología sigue una línea lógica de sometimiento de la Argentina en un territorio despoblado y con un pueblo sometido, dependiente y sin fuerzas. Y como si fuera poco advertimos en un sector de la juventud, una reacción a esta lógica derrotista, viendo en el liberalismo la nueva promesa de “revolución”.
Naturalmente celebramos la actitud revulsiva de esta juventud, pero creemos que el liberalismo como doctrina eminentemente materialista al igual que el marxismo, no van a resolver los problemas argentinos ni de ningún pueblo hispanoamericano mestizo. Los dirigentes de los movimientos sociales se erigen como los gerentes, los arquitectos de un pueblo con mayoría de excluidos que viven de la “asistencia” de un grupo de empresarios transnacionales que hace y deshace a discreción con nuestro país. Son partícipes necesarios para ahogar toda otra voz y ocultar toda otra mirada. Por otro lado omiten deliberadamente mencionar que este estado de cosas no nació de un repollo, sino que la migración de grandes cantidades de compatriotas de nuestro país y de países hermanos a las periferias urbanas por el despoblamiento del campo se debe justamente a la imposición inconsulta del modelo de agronegocios con la incorporación de la soja transgénica en la década del 90 y su paquete de venenos y de prescindencia de la labranza.
Al día de hoy, en que se propone una segunda generación de transgénicos, capaces de “fijar” carbono o nitrógeno del ambiente y de no precisar fertilizantes ni biocidas, las dirigencias de los movimientos sociales no cuestionan ni un ápice de esta aceleración a fondo de los agronegocios con organismo genéticamente modificados, de esta dramática transformación social que nos proponen: una plutocracia transnacional tiránica y una mayoría de humanos que sobramos en el planeta y que, cínicamente según ello, solo hemos hecho daño a la naturaleza. Muy por el contrario, pugnan por que el estado reconozca como trabajo al tirar de un carro, a cartonear o a dar leche de soja en un merendero, dándonos a todos, independientemente de nuestra clase social, un “salario universal”.
Creemos firmemente que esta idea es pesadillesca y ciertamente apocalíptica, citando a Astelarra que critica la idea de que estamos “más cerca de la culpa occidental judeocristiana y el concepto determinista de Apocalipsis como fin del mundo, que de una renovación orgánica, de un caos creativo, que planteas las pueblas ancestrales a través del concepto de Pachakuti”. Desde nuestro punto de vista, no hay nada de Pachakuti por este camino, ni en esta aceleración a fondo frente al precipicio. El hablar de cuerpos en lugar de hablar de humanos y el hablar de territorios en lugar de hablar de países hermanos tiene como objetivo claro la destrucción del concepto de espíritu y de Patria Grande, últimos escollos para la eliminación de toda frontera para la implantación de su distopía globalista.
Por último, creemos necesario responder a la crítica, que consideramos infundada, de que “la mayoría de las experiencias dentro del ambientalismo no han logrado pasar de la protesta a la propuesta, como si supo hacerlo la UTEP exigiendo, entre otras cosas, por un salario básico universal, por el acceso a la tierra y la protección de zonas estratégicas de soberanía alimentaria, el reconocimiento de las promotoras de género y de las tareas de cuidado comunitario, la creación de viviendas nuevas e infraestructura social básica para los barrios, la promoción integral del reciclado, la protección de humedales, la legalización de la venta ambulante, la defensa de la propiedad comunitaria de los pueblos originarios y el reclamo de prórroga de la Ley de Barrios Populares que prohíbe los desalojos”. Desde nuestro punto de vista, todas estas banderas defendidas por la UTEP conservan la misma lógica anteriormente expuesta. Son luchas porque la minoría plutocrática impuesta de hecho reconozca mediante su “asistencia” a los reclamos “populares” para acallar toda posibilidad de insurgencia y mantenernos en la total subordinación. Lo que el autor de la nota llama el ambientalismo tiene distintos enfoques.
Por un lado, tenemos a Jóvenes por el Clima, organización presentada durante la última semana en la UNC como la próxima representante de los reclamos universitarios respecto de la problemática ambiental, que no hace más que responder a un diálogo interno dentro del propio oficialismo, que busca criticar y responder a las críticas desde el mismo sector, neutralizando con medidas superficiales los reclamos de los afectados directamente por el modelo de agronegocios o de la megaminería. O el otro ambientalismo capaz de besarse en la boca por acceso a las “reservas” periurbanas o a la tecnología de la hidroponía. Pero por otro lado hay un ambientalismo que no olvida su propia historia como pueblo ni sus luchas. Que no olvida que el modelo que se nos propone implica más décadas de coloniaje de nuestro país y más miseria planificada. Vale aclarar que los cultivos transgénicos se propusieron como solución mágica de la ciencia a las hambrunas y sin embargo en nuestro país desde su imposición la pobreza y el hambre han crecido y estamos muy lejos de aquella Argentina con 3% de pobres de la década del 70.
Este otro ambientalismo propone un retorno al campesinado con labranza, a la ganadería regenerativa de nuestro suelo, el desarrollo de políticas de vuelta al campo y ruralización, con promoción, capacitación, asistencia técnica, créditos a largo plazo y bajo interés, para grupos, familias, mutuales o cooperativas que estén dispuestas a recuperar la relación profunda entre la palabra humus, la palabra humildad y la palabra humano, un retorno al arraigo, al desarrollo de cada uno de nosotros mediante las tareas hechas para nuestra propia soberanía alimentaria y no en “reservas”, sino haciéndonos cargo del lugar que ocupamos en el mundo, de nuestra tierra y de su planificación estratégica, al desarrollo de nuestra propia inventiva, de nuestra propia tecnología y de nuestra propia industria, y a la vuelta al tejido social, a los vínculos comunitarios. Sabemos que damos una lucha muy desigual, contra poderes muy grandes, pero creemos que muchas consciencias están despertando y este es nuestro lugar.