Es trabajo señores
La economía de la crueldad fomenta el individualismo y el desprecio a toda forma de organización comunitaria. Enfrenta pobres con pobres. A río revuelto ganancias de grandes pescadores.
Por Tomás Astelarra Ilustración: @fuskavisual
El periodista Ivan Schargrodsky, en su último informe de Cenital, revela datos de un informe aún no publicado de la consultora PxQ, que dirige Emmanuel Álvarez Agis. Se titula “Los obstáculos distributivos para bajar la inflación”. Según su análisis del gasto público, las clases medias y populares son responsables del 31% de las erogaciones del estado. Por su parte, la clase alta y las empresas son responsables del restante 69%. La exención impositiva de Mercado Libre, por ejemplo, alcanzaría para cubrir el agujero de los gastos de funcionamiento que enfrentan las universidades de todo el país durante el año. Encima no paga impuestos. Del total de la recaudación tributaria del 2023, el 35% ingresó por el IVA, que pagamos todos. El doble que el impuesto a las ganancias y los de la seguridad social (que no alcanzan a pagar las jubilaciones). Cuatro veces el impuesto por débitos y créditos (que nosotras no vemos). Cuatro veces los derechos de exportación de las pocas empresas que tienen ese privilegio. Además de poder vender mucho más caro, el alimento que no niegan. El impuesto a los bienes personales aporta apenas el 2% del total de la recaudación. Es decir, que si nos ponemos a hacer números, le estamos pagando con nuestros impuestos los subsidios a los ricos.
No es de ahora. Según un informe del Mirador de Actualidad del Trabajo y la Economía (MATE), las tres primeras ediciones del Programa de Incremento Exportador (PIE), más conocido como “dólar soja”, significaron un gasto para el Estado (y un beneficio para los oligopolios agroexportadores) de 590 mil millones de pesos. Equivalente a más de cinco años de salarios más aguinaldo para los trabajadores registrados que se desempeñan en el sector agroindustrial sojero (que son los trabajadores que mejor ganan). O más del doble de lo recaudado por el Aporte Solidario y Extraordinario para ayudar a morigerar los efectos de la Pandemia (más vulgarmente conocido como impuesto a las grande fortunas). Impuesto que sirvió para financiar el gasoducto Nestor Kirchner (que construyó Paolo Rocca), la compra de vacunas, el plan de regularización de barrios populares de la UTEP (el dicho FISU, ahora discontinuado por este gobierno), el programa Progresar (de apoyo a estudiantes de bajos recursos) y el Repro II (que pagó la mitad de los sueldos de empresas en crisis). También equivalía a 18 años de la pauta oficial que canceló este gobierno ante la consigna: “No hay plata”.
Comunicar es trabajo
La pauta del Estado Nacional, según un estudio de Santiago Marino, representa entre el 8 y 10% del mercado publicitario. Las pautas privadas son aún más concentradas que las públicas. Cualquier cumpa que halla transitado los estudios de cualquier medio de comunicación popular o comunitario puede narrar las increíbles peripecias de salir a buscar pauta entre comercios locales, o fundar un club de oyentes, o buscar suscriptores.
Como decía don Nestor, a la izquierda del Estado la pared. Vivimos en una sociedad donde la materialidad se hace bolsillo, y el consumo cultural o de la comunicación es una empresa muy difícil de llevar adelante cuando se trata de convencer a la comunidad del valor simbólico y cultural de ciertas actividades. ¿Será por eso que venimos perdiendo la batalla cultural?
Con un Mercado en contra y un Estado en vías de extinción, algunas actividades de la economía popular como el reciclado, la producción o la distribución de alimentos, las cooperativas textiles o de construcción, si bien fuertemente golpeadas, tienen más condiciones para sobrevivir en contextos de autogestión y donde ciertas tareas impliquen un trabajo digno y no una mera militancia testimonial en las horas libres. No es el caso de centros culturales, bibliotecas populares o medios comunitarios, que además de al dificultad para conseguir recursos, deben luchar con el aumento de los alquileres, los “fierros” y los servicios o la nafta, tanto a nivel individual como colectivo.
Pero dejemos la quejadera. Pidámosle por favor a les cumpas que pongan una mano en el corazón y otra en el bolsillo para apoyar este y otro medios de la comunicación popular (que entre otras cosas difunden gratis el resto de actividades de la economía popular).Volvamos a las inefables estadísticas, que como dice la ecofeminista Yayo Herrera, miden en el PBI la fabricación de armas pero no el cuidado de les niñes.
De los 40 mil millones de pesos que gastó el Estado el año pasado en publicidad oficial y que fue presentado como un enorme reducción de gasto por el actual gobierno, 10 empresas se repartieron $2.389 millones (el 5%). La mitad fue para YouTube ($1.000 millones). El resto se repartióentre más de 3800 medios de todo el país. Esto implicó un reducción del 20% del gasto en pauta con respecto al gobierno de Cambiemos. Sin embargo hubo un aumento del 171% con respecto a la cantidad de medios que la recibió. En 2021 diez grupos mediáticos se llevaron el 53 % de la pauta, mientras que 25 grupos recibían el 68 %.
Aún así, el año pasado, cuando todavía había pauta y se distribuía un poco mejor que el año anterior, el Grupo Clarín, en conjunto, recibió $4.100 millones de pesos (el 10% del total). En 2022 había recibido 1 de cada 8 pesos invertidos en pauta oficial. Mientras la web de Clarín recibía 322 mil pesos diarios, un medio popular, como la Luna con Gatillo, cobraba alrededor de 700 pesos. Si es que los cobraba. Aunque para sus grandes negociados, la pauta publicitaria sea una chirola, Clarín recibe en un mes lo que un medio cooperativo recibe en 34 años. Pa nosotras es un montonazo.
Con chirolas hacemos un mundo
Una encuesta de la Red de Medios Digitales realizada en 2022 muestra que sus 52 socias emplean 758 trabajadoras. Suman 980.268 seguidores en FB; 164.496 en X y 810.578 en IG. El relevamiento demostró que un 66% de las trabajadoras necesitan otras fuentes de trabajo.
El escándalo reciente de la expulsión del movilero de crónica TV Tomi Munaretto por reclamar en vivo condiciones laborales dignas, reveló que ganaba $1750 en las horas extras. Si bien hay mucho de militancia y trabajo ad honorem, muches compañeres de medios populares y comunitarios ganan entre 1500 y 2000 pesos la hora mientras tratan de reformular estrategias autogestivas para sobrevivir a la desaparición de la pauta oficial y otros subsidios, en medio de un ataque inflacionario y una nueva caída brutal del salario real. Entre esas incertidumbres está la continuación o no del Plan Potenciar o Salario Social Complementario.
El porcentaje del ítem “publicidad oficial” en el total del gasto del presupuestario nacional suma apenas el 0,06 % (menos del 1,5% la ayuda social, 4,5% las exenciones a grandes empresas, el champagne o jueces de la Corte Suprema). Su distribución no es para nada federal. Los medios de CABA se quedan con 67%, los de la Provincia de Buenos Aires el 9,28%. Santa Fe 3,79%, Córdoba 3,47% y Mendoza 2,55%. Será por eso que la pauta publicitaria de la provincia de Córdoba (0,8 %) duplica a la de CABA (0,4 %) o Buenos Aires (0,3 %), mientras que es 13 veces más abundante que la de Nación. De cuanto de eso llega a los medios comunitarios mejor no hablemos.
Pero como mal de muchos consuelo de tontos, hay que pensar que si sos trabajador o trabajadora de un medio comunitario de Catamarca y multiplicas las proporciones por provincia y por tipo de medio (grande o chico), mejor dedicate a vender zapallos o que te banquen tus viejos. O pedí alguna changa en Radio Nacional (mientras exista). Bueno, también podes dejar de lado tus principios, como decía Marx (Groucho) e intentar escalar posiciones en un medio hegemónico por un sueldo miserable.
Si sos trabajadora o trabajador de la economía popular o militante socioambiental o ecofeminista, la situación también es preocupante. Porque los medios hegemónicos que reciben la gran pauta oficial y el apoyo económico porteñocéntrico rara vez hablan de nuestros problemas e iniciativas. No importa cuan progres o zurdos se sientan.
Alimentar es trabajo
En 2008 durante la crisis de los bonos suprime (ligados al mercado inmobiliario), el economista chileno Manfred Max Neef aclaró que el monto total del rescate implementado por los gobiernos del mundo al sistema financiero multinacional equivalía a 600 veces el costo anual que la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) había estimado para solucionar el hambre del mundo. Todo ese dinero destinado por los estados al poder económico concentrado equivalía a 600 años de pueblos sin hambre. Además de las miles de miles de familias que quedaron en la calle como consecuencia de la crisis, o más bien, la irresponsabilidad, el negocio, la especulación, la falta de humanidad, de esos mismos grupos financieros que los estados del mundo apoyaron de manera más que generosa. No es que no se podía. No se quería. No es que no había plata. Se destinaba a otras causas.
En estos días seguimos dando vueltas en las periferias de las noticias con el pagadios que dejó Vicentún. Un total de 1.500 millones de dólares. De ese total, 300 millones de dólares corresponden a la deuda con el Banco Nación. Es decir 300.000 millones de pesos que una gran empresas agroexportadora le debe al Estado. Siete años y medio de pauta publicitaria para uno los grandes medios. O 3.450 años de pauta publicitaria para algún medios comunitario. Dos tercios del presupuesto anual del Potenciar Trabajo que brinda una apoyo salarial a un millón docientos mil trabajadores de la economía popular. O de la tarjeta Alimentar, que da un refuerzo alimentario a cuatro millones de personas.
La pobreza calculada por la UCA prevee que actualmente hay 27 millones de personas que no “paran la olla”. En el Registro Nacional de Comedores y Merenderos Comunitarios (ReNaCom) hay 40 mil comedores inscriptos en todo el país. Allí trabajan casi la mitad de las y los trabajadores de la Economía Popular que perciben el Potenciar Trabajo, en su mayoría mujeres. Aún así, no todas las cocineras accedieron al programa. Según el Observatorio Villero de La Poderosa, estas cocineras asisten a alrededor de 10 millones de personas. Sumada la tarjeta Alimentar todavía le queda al Estado 13 millones de personas por ayudar.
Sin embargo en algún momento nos convencieron que las migajas que el Estado nos da a los sectores populares es la raíz de todos los males y que somos vagas y planeras. En medio de un probable reforma laboral, cierre de fábricas y una caída abrupta del empleo y el salario real, un nuevo gobierno vuelve a insistir en la cuestión de transformar planes en trabajo. Vuelve a instalar la visión de que los “planes sociales” son asistencialistas. Migajas no sólo en términos númericos o monetarios sino también simbólicos. La estrategia es generar capacitación. Como si no supiéramos hacer nuestro trabajo. También algunos subsidios a nivel individual. Como si fuera posible para una familia sola organizar la producción a pequeña escala y fuera en vano todo el enorme trabajo que desde las migajas del neoliberalismo de los noventas venimos haciendo los sectores populares para construir opciones comunitarias y productivas dentro de esa consigna que el presidente esboza como ideal de su ministerio de Capital Humano de “inventarnos nuestro propio trabajo”, “autogestionarnos”, “saber pescar en vez de recibir peces”. El problema es que si el ministerio de Capital Financiero e Inhumano sigue financiando corporaciones cada vez más concentradas y desinteresadas por los destinos de la comunidad, cada vez habrá menos peces en el río. Con o sin caña de pescar.
Organizarse es Trabajo
Quizás si sale a la calle el presidente o su ministra entiendan que somos la solución y no el problema. Que los intermediarios son la forma que tenemos de llevarles nuestras opiniones, nuestros reclamos, nuestras ideas. Que nos reunimos para fomentar el bien común, el apoyo mutuo, el cuidado de la Casa Común. No como las verdaderas corporaciones, que al presidente no parecen preocuparle, donde dos o tres empresas establecen los precios de nuestro alimento, para más dinero para ellos, y más hambre para nosotras. Las claves estadísticas de esta contradicción pueden leerse en Es alimento señores.
Vamos a ser sinceras: la estigmatización de nuestro trabajo no es monopolio de la extrema derecha, ni siquiera la derecha. Fue la propia dirigencia del campo popular, incluyendo a la compañera Cristina Kirchner, la que despreció una y otra vez nuestro trabajo, vendiéndonos la falsa ilusión de que podíamos volver a la Argentina industrial en medio de una geopolítica de una economía concentrada financiarizada donde, en un espiral destructivo, cada vez estamos más cerca de volver a ser el granero del mundo. Mientras acá la gente se muere de hambre. Vicentín y el dólar soja fueron políticas por acción u omisión del pasado gobierno. Igual que los recortes en el Potenciar, la criminalización de nuestras compañeras, y hasta el levantamiento del secreto fiscal para doñas cuyo hijo compró una aplicación en dólares mientras siguen impunes los grandes grupos financieros que se fugaron los 45 mil millones de dólares del FMI. En enero los pagos de intereses de la deuda superaron a los de las jubilaciones.
Todos los últimos gobiernos de la democracia fueron cocinando a fuego lento las políticas que hoy implementa Javier Milei y que conducen a la Argentina a ser un país bananero, de economía primaria de subsistencia, grandes especulaciones financieras, narcotráfico, violencia, extractivismo y una casta económica privilegiada o clase alta en medio de un mar de pobreza o miseria, en medio de de un política con más de circo que de pan, con eternas discusiones de como reconstruir el aparato peronista mientras el pueblo, la comunidad organizando, sigue resistiendo en las barriadas con el alimento que donan las vecinas, algún almacenero copado o las huertas compañeras. Además de tener triple trabajo invisiblizado, hoy las poetizas populares, cobran poco, sino nada.
Cuando fue el ataque de Milei a Lali Espósito el coreano central Ernesto Tenembaum se indignó por el silencio de muchos comunicadores. ¿Donde está la defensa de Cristina o las compañeras de la Cámpora a Nati Zaracho o la Fernanda Miño? Acaso sea justo que el actual gobierno liberal halla borrado de mapa el salón de las mujeres en casa Rosada. Quizás así muchas funcionarias, comunicadoras, referentes, deban hacer una visita al verdadero templo ecofeminista que se enciende a leña en las periferias. Cada vez con más amor y menos dinero. Cuidar, también es trabajo.