Fórmula Fernández – Fernández: 9 claves cronológicas (audiovisuales) sobre el kirchnerismo
Una mirada sobre la intrincada relación entre las gestiones K y las producciones audiovisuales, y qué le depara en un posible nuevo período.
Por Lea Ross
01. En los años 2001 y 2002, Argentina quedó registrada frente a las cámaras de televisión como la debacle de una patria financiera. “El caos”, como lo piensa el kirchmerismo. Entre los cacerolazos, piquetes, disparos, piedrazos, botellazos y policías a mansalva, todo quedó compaginado para el traspaso de una sucesión de presidentes hasta alcanzar el triunfo de Néstor Kirchner con la cuarta parte de los votos, en un balotaje que nunca ocurrió.
02. La televisión ya no se animaba a polemizar sobre política y economía, teniendo como presidente a un desconocido santacruceño, de escueto clamor popular y con la sangría financiera. Por ese motivo, los noticieros dejaron a un lado esos temas y, aprovechando lo aprendido en los sucesos represivos de ese entonces, optaron por rellenar contenidos policiales. Desde el secuestro y asesinato de Axel Blumberg hasta el rapto y recuperación del padre del actor Pablo Echarri, todo quedó magnificado por las mismas cámaras que no querían repetir aquellos sucesos de De la Rúa y Duhalde. Valga ironía.
03. En ese entonces, un Alberto Fernández como jefe de gabinete –a pesar de ser un exriñon penalista del caballo-duhaldismo- aconsejaba a Kirchner no dejarse ceder por las movilizaciones que encabezaba Juan Carlos Blumberg. Una presión opuesta la ejercía Daniel Scioli, su vicepresidente. Por el acompañamiento televisivo, el pingüino cedió ante las cámaras y se aplicaron reformas más duras contra el delito. La pulseada la ganó Scioli. Y es que como dice Pablo Touzon, el giro de 180 grados que tendría el kirchnerismo, teniendo como eje al conflicto del campo de 2008, es que antes el kirchnerismo procesaba los conflictos. A partir de 2008, comenzaría a producirlos.
04. Kirchner “procesaba” los conflictos, a partir de la “televisación” de las movilizaciones. Si familiares y organismos de derechos humanos venían desde décadas contra las leyes de impunidad, lo primero que debió haber hecho fue bajar los cuadros. Pero también, “procesar” los conflictos en su plena gestión: desde Blumberg hasta las marchas contra las papeleras uruguayas. Cristina se negaría a ceder ante la televisión; ella quería hacer la televisión. El apoyo por parte de su marido se lo dará cuando anuncie “¡¿Qué te pasa Clarín? ¿Estas nervioso?!”. A pocos días del voto no positivo, Alberto renunciaría a su cargo. No se bancó el nacimiento de la grieta, ni lo hará cuando se profundice más.
05. Cristina quería provocar los conflictos. Es así que armó todo un aparato comunicacional, de arraigue audiovisual, que permitía construir una identidad audiovisual propia del kirchnerismo. Desde la forma con Tristan Bauer (primero como director general de canal Encuentro y luego de la programación de la TV Pública) como con los contenidos con Diego Gvirtz (productor y creador de TVR, Duro de Domar y 6-7-8), CFK llevó a cabo una determinada forma leer la actualidad mediante la apropiación de la estética CNN, con la compra de los programas de archivo y con una línea editorial opuesta. Alberto no soportaba todas esas maniobras, ni muchos menos como se encaraba la “prepotencia” de los discursos duros sobre la Ley de Medios. Desde ese entonces, los medios afines K acusaron al ex kirchnerista Alberto Fernández de ser un “operador del grupo Clarín”. Porque como dice Martín Granovsky, “el problema de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual no fue la propia ley sino la clarinización de la política. Es decir, la suposición de que la única batalla era contra la posición dominante del grupo (Clarín), la idea de que esa batalla sería corta como una guerra relámpago y que, mientras tanto, no había nada que hacer”. Y es que la televisión fragmenta, hace trizas, y el tiempo se vuelve volátil, fugaz. Como un relámpago. Si la política se televisiva, le pasará lo mismo. Y eso, a Alberto, no se lo bancó.
06. Finalmente, el otro lado de la grieta logró tener su identidad audiovisual. Fue en el año 2012, a partir de dos hechos fundamentales: el regreso de Jorge Lanata a la televisión abierta (después de nueve años de ausencia) y los registros fotográficos de la Tragedia de Once. Desde entonces, el anti-kirchnerismo logró ordenar la información y obtener su forma en video y sonido para chocar contra las producciones televisivas afines al Gobierno.
07. Con el cambio de gobierno y la asunción de Mauricio Macri, esas imágenes se multiplicaron más fácilmente, a partir de que el “antikirchnerismo” consiguió más recursos materiales para concretar su propósito destructivo. Las imágenes del conteo de billetes de “La Rosadita”, la detención de ex funcionarios esposados y en pijama, las máquinas excavadoras buscando el dinero K oculto y, ahora, con Cristina sentada en el banquillo de los acusados, son esos registros que tanto necesitó la oposición para su “batalla cultural”. De hecho, en su propio libro Sinceramente, Cristina sale a responder a todas esas imágenes, aquellas que se construyeron durante el período macrista. Incluso las noticias que hacen “militancia del ajuste”. Que son también imágenes: son capturas de pantalla difundidas por las redes sociales. Jaime Durán Barba comentó una anécdota en donde en una conferencia le preguntó a los asistente si recuerdan las imágenes registradas de José López enterrando los billetes. Todos dijeron que sí. Se sorprendieron cuando el gurú les dijo que en realidad esas imágenes no existían: lo que existe son registros de cámaras de vigilancia, donde se lo ve a López dejando los bolsos con billetes en la entrada del convento. Es decir: si no se cuenta con esas imágenes, hay que inventarlas. Hasta en eso Clarín miente.
08. Se dice que el acontecimiento que empujó al reencuentro entre Alberto y Cristina fue la represión de diciembre de 2017, cuando se aprobó la última reforma previsional. A pesar que el macrismo trató de que todo quede centralizado en la foto del militante “del mortero”, la realidad es que ese acontecimiento fue el inicio del descenso del apoyo popular a Macri, agudizado luego con el anuncio del acuerdo con el FMI. El resto de las imágenes, que remitieron exageradamente hablando a los acontecimientos del 2001-2002, fue lo que habría vuelto a unir a la provocadora y el señalado operador de Clarín. “El caos”, como lo define Cristina en su libro Sinceramente.
09. Un posible triunfo de la fórmula Fernández – Fernández tendría como propósito cerrar la grieta. No es poco significativo que el candidato a presidente haya votado en blanco en el balotaje de 2015. Audiovisualmente, estaríamos hablando de una fuerza política alejada de lo épico y ya no tan inspirado en Telesur o CNN –que a pesar de ser contenidos opuestos, tienen formas similares- sino más cercanas a la BBC. Entonces, a partir del albertismo o el neo-nestorismo, ¿el kirchnerismo dejará de ser una fuerza televisiva?