CRÍTICA DE CINE

Héroes en pixeles: Acerca de la trilogía de superhéroes de M. Night Shyamalan

Por Lea Ross

El director de Sexto sentido concluyó su saga iniciada con El protegido, que revela también la disolución de su propia identidad narrativa.

Tan solo cuatro meses antes del estreno titánico de Avengers: Endgame, donde una horda de amantes de la saga de Los Vengadores estarían dispuestos de cagar a trompadas a todo aquel que lance su “spoiler” (contar el final de la historia), en los cines ya se había presentado el desenlace de otra saga de superhéroes y, curiosamente, emprendida por alguien que se caracterizaba por sus “finales inesperados”. Nos referimos a Glass, la película que transformó en una trilogía a El protegido (2000) y Fragmentado (2017).

El cineasta indio M. Night Shyamalan comenzó su reconocimiento mundial con Sexto sentido, estrenada en el año 1999. Se trató de una culminación gloriosa de la historia del cine de terror del siglo pasado, mediante la construcción del temor hacia aquello que se mantiene fuera de cuadro. Todo esto en detrimento de lo que vendría después: el salto del gore en el circuito mainstream, exponiendo la idea que todo cuerpo torturado debía quedar expuesto frente a la cámara. La película se proyectó en el mismo año que Matrix, es decir, como el preludio a una era de saturación informática y de cierta esquizofrenia sobre los nuevos conocimientos que nos depara ventilar lo real.

Si Sexto sentido –repetimos: estrenada en el último año del milenio anterior- prevalecía con ese temor a la incertidumbre sobre aquello que desconocíamos, la siguiente película de Shyamalan, El protegido, estaba dispuesto a encontrar respuestas a lo que nos depara en esta nueva etapa temporal.

El título original es Unbreakable, que es el Irrompible, en alusión al propio cuerpo de David Dumm, encarnado por Bruce Willis, que sobrevive a un siniestro ferroviario que acabo con la vida de todos sus pasajeros, salvo la de él. Semejante noticia, le llama la atención al especialista en historietas, Elijah Price (Samuel L. Jackson), que padece de osteogénesis imperfecta, lo cual tiene huesos muy frágiles, un verdadero “breakable”. Según Price, las historias de superhéroes son en realidad una canalización de historias antiguas pero verídicas sobre humanos con dotes superiores que cumplen una determinada función en el mundo, solo que edulcorados por los intereses del mercado. Desde entonces, comienza la paranoia sobre dioses reprimidos en el mundo terrenal, como rechazo a la creencia del “fin de las ideas” de la década anterior.

A la hora de narrar sus primeras películas en Estados Unidos, por parte de Shyamalan, su “viaje al fondo de la oscuridad nunca llega tan lejos como en El protegido, porque al contrario de los fantasmas de Sexto sentido y de los extraterrestres de Señales, que aparecen o desaparecen y se los ve o no se los ve, ni el superhéroe ni su contrafigura maligna se constituyen como fenómenos visuales. Ambos son construcciones mentales, proyecciones de un mundo al que la cámara no puede acceder. Esa economía entre lo visible y lo invisible genera en el filme toda una serie de oposiciones metafóricamente concentradas en las figuras del Irrompible y Mister Vidrio (el archi-enemigo)”, señalaba hace unos cuantos años atrás Carlos Schilling.

Shyamalan pretendía convertir a El protegido en una trilogía, pero quedó todo archivado. La idea se desempolvó más de una década y media después, con Fragmentado (2017). En este caso, con la presentación de un nuevo personaje, Kevin Wendell Crumb, que padece múltiples personalidades, encarnado por James McAvoy. Y luego, uniendo a los tres personajes -Irrompible, Vidrio y Kevin- en una misma película con la reciente Glass.

En este caso, Fragmentado ya advertía lo que iba a pasar con Glass: la eliminación de esa economía que señalaba Schilling. Es decir: los superhéroes aquí se “constituyen como fenómenos visuales”. Aquí, los tres dejan expuestos sus roles a partir de las secuencias de combate, tanto en la escena donde Dunn trata de salvar a las porristas, como la insoportable secuencia de peleas en las afueras del hospital, todo a plena luz del día.

Y es que el eje de porqué un cineasta como Shyamalan ha decaído considerablemente fue porque dejó llevarse puesto las directrices propias de la hegemonía cinematográfica mercantil. Todo avance de imagen y sonido computarizada debe quedar expuesto. La era de la pos-fotografía, donde ahora son los pixeles que determinan la apreciación de un cuadro, empuja a que los propios héroes de las historietas expongan sus dotes, se pongan sus vestimentas y salgan a combatir cuerpo a cuerpo en las afueras de la ciudad.

En plena era informática, todo debe quedar expuesto. No hay oscuridad ni noche que valga.

Allí es donde puede encontrarse el cinismo detrás del desenlace de Glass. El intento por exponerle al mundo entero la existencia de los superhéroes como clave para conocer los secretos del Universo, no es más que una lavada de cara del propio cineasta a la hora de justificarse ante el público sobre la disolución de su propio sello narrativo.

Para ver El protegido, aquí

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