Kusturica y las fronteras
La Feria del Libro empezó. Pero los libros recibieron la espalda de una multitud. Por lo menos, los que se exponían cerca del Paseo Sobremonte. Es el jueves a la noche. Todxs escuchan y cantan una palabra: “Cerveeeeeza…”. Esa entonación se apodera del ambiente céntrico en la tierra del fernet.
Emir Kusturica dio su paso por la ciudad de Córdoba en la última gira de su banda The No Smoking Orchestra. En esa despedida, le pregunta a su público si recuerdan el documental que hizo sobre Maradona. No es de sus mejores obras. Pero bastó para que su equipo se arriesgara a realizar un cover del reconocido tema de Rodrigo. Vaya a saber si sabían que su autor había nacido por esta misma ciudad.
Era la gran duda previa sobre cómo se iban a acomodar esos incontables cuerpos en un espacio como el Sobremonte, donde una gran fuente agua ocupa su centro. Para algunes, fue el gran estorbo de esa noche que imposibilitaba la danza que invitaban esos ritmos. Quizás el “unza unza” fue más cómodo para quienes tocaban arriba del escenario que para los que lo disfrutaban desde abajo. Para otres, permitió una liturgia popular, a partir de la voluntad de algunes de poner los pies en el agua, como si se rememora a los cabecitas negras en la defensa de sus derechos laborales.
Kusturica es una vibra que no se oxida. Impulsiva y universal. Quebrantando toda frontera donde se le cruce. Nació en un país que ya no existe. Y ese desarraigo se compenetra en filmes como Underground. Pero no hay nostalgia que frene ese impulso por mover las partículas, tocar un instrumento y hacer chocar esos acordes. No hay tiempo para la melancolía. Es quizás ver de qué manera se puede empujar esos límites. Lo mismo se preguntarán quienes hacen música en Córdoba, mientras ven cómo la Feria les dejó sin lugar ni territorio.