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La Argentina de Syngenta

La renuncia de Antonio Aracre, el empresario más influyente de la actual gestión de gobierno, y su interés en la política impulsa una duda curiosa sobre su incidencia en el panorama electoral, teniendo como antecedente su capacidad de lobby en el agronegocio de las últimas décadas.

Por Lea Ross

Pocos esperaban que Antonio Aracre, presidente de Syngenta Argentina, anunciara su retiro de la compañía para el cierre del año para mantener su interés exclusiva en la política. No dijo que iba a ser candidato, que no es lo mismo. De mínima, sería un posible operador para incidir en un panorama electoral difuso de cara a 2023.

Aracre es quizás el empresario más influyente que tuvo el actual gobierno. Desde el comienzo de la actual gestión, colaboró en el lanzamiento del Consejo Federal Argentina contra el Hambre, que se frustró por la llegada de la pandemia. Y ya en la previa de su aviso de retiro, se lo señala como uno de los principales impulsores del “dólar-soja”, al que el actual ministro económico Sergio Massa lo balanceó como “exitoso”.

“Me voy feliz de dejar esta empresa como la número 1 del mercado y con la mayor tasa de crecimiento en la industria además de un óptimo nivel de rentabilidad”, escribió en una carta abierta, quien luego declaró que, sin tener un espacio propio, tiene interés en trabajar con personajes de un lado y del otro de la grieta, como Alberto Fernández, Facundo Manes, Wado de Pedro, Sergio Massa y Martín Lousteau. Incluso, tiene expectativa que el saliente ministro Martín Guzmán pueda tener un rol importante a mediano plazo.

De estilo suelto, cara sonriente y anteojos identitarios, con un marketing mezclado de pinkwashing y coaching, Antonio Aracre ha ido escalando sus peldaños en el mundillo empresarial y financiero. Lo suficiente como para incidir en ciertas decisiones de la administración pública, como también para ocupar espacio en las coberturas televisivas, donde es invitado para opinar de la coyuntura política y económica. A su vez, algunos de esos programas de televisión reciben como contraprestación una pauta privada de su compañía como auspiciante. Por momentos, se asemeja al inefable Leonardo Cositorto, donde el procesado por impulsar estafas piramidales era presentado como “analista” en temas de actualidad.

Aracre y Cositorto. Analistas y pautadores seriales.

Incluso, ha participado de caldeados debates con distintos referentes de organizaciones sociales que denuncian el impacto del agronegocio en las comunidades y en la población en general. En algunos casos, él mismo incentivo a que se realizaran esas discusiones al aire.

Conocer su itinerario permite deslumbrar esa inquietud sobre si puede o no tener un espacio ante la disputa política que se avecina el próximo año.

Patria y/o corporaciones

En 1986, Antonio Raúl Aracre empezó a trabajar como analista financiero para una empresa llamada Ciba-Geigy, productora de insumos farmacéuticos. Con el tiempo, ascendió al puesto de gerente de finanzas. En 1996, Argentina aprobó el primer paquete transgénico, que fue la soja 40-3-2 con tolerancia al herbicida glifosato, bajo el diseño de Monsanto, pero presentado por Nidera. Ese mismo año, Ciba-Geigy firmó una fusión empresarial, a nivel internacional, con el laboratorio suizo Sandoz para dar inicio el surgimiento de los laboratorios Novartis. Desde allí, elegirían a Aracre para manejar las finanzas de la división agropecuaria de la flamante compañía. Pero dos años después, en 1998, nuestro país le aprobaría al ya extinto Ciba-Geigy el segundo transgénico a nivel histórico: el maíz 176, resistente a orugas.

El 3 de diciembre del año 2000, ese mismo departamento se fusionó con su par de otro renombrado laboratorio que fue AstraZeneca. Así nació Syngenta. Inmediatamente, Aracre fue designado como Gerente General de Semillas en la filial de Argentina, hasta que en 2005, pasó a ser Director Regional de Semillas para América Latina. En medio de ese traspaso, la compañía publicó una cuestionada publicación en medios gráficos bajo el nombre de “República Unida de la Soja”, que abarcaba una suerte de triángulo entre el noreste argentino, la mitad de Uruguay, el sur de Brasil, gran parte de Bolivia y casi la totalidad de Paraguay. “La soja no conoce fronteras”, tiene como otro título. Se trata de una publicidad para que los productores puedan contar con un servicio de asesoramiento para el manejo de sus productos. Lejos de ser un desierto, la ocupación de todo ese territorio implicó desmontes, desalojos y su consecuente segregación social, además que colaboró en que la región tropical sea la zona mundial con mayores asesinatos contra militantes territoriales. Toda una campaña del desierto.

En aquel 2005, fue un año importante para Syngenta, porque el Estado argentino le habilitó su primer producto transgénico propio: el maíz GA21, tolerante al glifosato, el herbicida favorito del país. Al próximo año, mediante la Ley 26.093, Argentina empezó a regular la producción y comercialización de biocombustibles, cuya principales materias prima son la soja y el maíz, cuyos altos rindes se ubican en la región céntrica del país, y también la caña de azúcar, ubicada más al norte. La mirada puesta en el crecimiento de la demanda de maíz es lo que ha enfocado a multinacionales como Syngenta a seguir profundizando en la experimentación de semillas con transgenes que sean tolerantes a insecticidas y herbicidas.

Para 2009, a Syngenta le aprueban un maíz superador al anterior: el Bt11xGA21, ahora también tolerante a los lepidópteros (orugas). En el 2011, Syngenta obtuvo el aval de otro maíz con similares características, el MIR 162, y Aracre fue compensando por un ascenso para la dirección de las operaciones de negocios de la compañía en el sur de Latinoamérica, a la vez que ocupa simultáneamente la presidencia de Syngenta Agro SA, en Argentina. A partir de allí, logró que en ese mismo año le aprobaran en nuestro país un maíz superador a los anteriores: el Bt11xGA21xMIR162, ahora también resistente al glufosinato de amonio. Y para el año siguiente, no solo le aprueban el maíz MIR604, que se resiste a los coleópteros, o sea a los escarabajos, sino también otro evento que abarca la totalidad de todas esas cualidades: el maíz Bt11xMIR162xMIR604xGA21.

Para el 2014, aprueban el maíz Bt11xMIR162xTC1507xGA21. Y dos años después, en el 2016, consigue la aprobación del SYN-BT011-1 x SYN-IR162-4 x MON-89034-3 x MON-00021-9, también resistente a orugas y tolerante a los herbicidas glifosato y glufosinato de amonio.

En 2017, Syngenta fue comprada por ChemChina (China National Chemical Corp), uno de los mayores conglomerados del país asiático por U$S 43 mil millones. En la fase final de esas tratativas, no impidió que en Argentina, la compañía de Aracre forjara acuerdos con Bayer para que se aprobara un evento transgénico compartido: la SYN-000H2-5, tolerante al glufosinato de amonio, cuando ya venía teniendo un fuerte ascenso especulativo para que se convierta en la nueva herbicida estrella, además de cualquier otro químico con inhibidores de la enzima HPPD, que cumple un rol dentro del proceso de fotosíntesis en las plantas.

Gira, gira

En el último lustro, se puede contemplar una mayor visibilidad de capacidad de lobby a la forjar negocios y determinaciones en cuanto al funcionamiento financiero del país.

En 2018, a Syngenta le aprueban su último maíz transgénico y quizás el más abarcativo en sus cualidades: SYN-05307-1 y SYN-BT011-1xSYN-IR162-4xSYN-IR604-5xDAS-01507- 1xSYN-05307-1xMON-00021-9. Previo a eso, la compañía le compró a la multinacional china COFCO sus activos de la empresa Nidera Semillas, la responsable de haber traído la soja transgénica a nuestro país en 1996. Para 2021, un dictamen de la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia concluyó que Syngenta-Nidera acapararía más del 60% de la producción y comercialización de semillas de girasol, “lo que provocaría una disminución de las variedades ofertadas y, por tanto, precios finales de semillas híbridas de girasol con incrementos adicionales a los que surgirían a corto plazo como consecuencia de la elevada concentración horizontal entre la firma adquirente y la objeto en un mercado con altas barreras a la entrada”.

En 2019, se creó Syngenta Group, un holding creado entre Syngenta AG, con sede en Suiza, ADAMA en Israel y las empresas chinas de Sinochem, con ventas que alcanzaron los 23.000 millones de dólares, definiéndose así misma como el líder mundial en agroquímicos. Y fue en el mes de octubre, previo al cambio de gobierno argentino, que le aprueban su primer algodón transgénico: SYN-IR1Ø2-7, con protección a las orugas.

El 3 de diciembre de 2020, cuando Syngenta cumplía 20 años de existencia, se realizó un acto en Venado Tuerto donde el presidente Alberto Fernández anunció que la compañía, junto con Sinograin Oils Corporation, garantizaron un acuerdo para la venta de 1,2 millones de toneladas de soja de Argentina y Uruguay, por más de U$S 500 millones.

La ruta del negocio consiste en un acuerdo con productores locales, donde se les ofrece canjear sus granos por insumos tecnológicos. De allí que los productos agrícolas canjeados serían rematados por la compañía Sinograin Oils Corporation. “Todos ganan”, se decía en ese entonces, porque así como los cultivadores adquieren equipamiento de enorme costo, China consigue los nutrientes que demanda su economía, y nuestro país tendrá las divisas que requiere. Pero el verdadero ganador fue Syngenta, porque le significó su debut en el comercio exterior argentino.

El resultado: Syngenta Agro SA se convirtió en la empresa que más porotos de soja puso en venta en lo que fue la cosecha de 2021-2022, según publicó la Bolsa de Comercio de Rosario. Bastante inusual, porque el resto de las compañías que figuran en la siguiente tabla aparecen también en las ventas de maíz y trigo, no así Syngenta. De hecho, ni siquiera aparece en las exportaciones de los subproductos sojeros, como la harina o los pelletes. De alguna manera, lo más cercano a una república unida de la soja.