La batalla ep(d)í(pi)ca de los superhéroes
Por Lea Ross
La muerte de Stan Lee, el creador del Universo Marvel, es oportuno para profundizar diacrónicamente el fenómeno de los superhéroes en el cine estadounidense, desde el inicio de la edad de oro en 2002 hasta el “año de las internas” en 2016.
Estamos viviendo la edad de oro de los superhéroes en el cine. Porque si tuviéramos que mencionar el filme que dio inicio a esta era ese es El hombre araña (2002), de Sam Raimi sobre el personaje creado por el hoy fallecido Stan Lee. Ya para ese entonces, el mundo todavía no sacaba de sus recuerdos el desplome de las Torres Gemelas, ocurrida en septiembre de 2001. Lo significativo de aquel atentado es que desde una mirada anglosajona se trató del primer ataque de una cultura ajena a la de Occidente. Si el bombardeo al Pearl Harbor por parte de las fuerzas japonesas puede interpretarse como un acto racional de intereses imperiales, para Estados Unidos el 11-S no fue más que un acto de terror, impulsado más por el odio hacia una forma de organizar el mundo real.
Es así que el presidente de ese entonces, George W. Bush, había proclamado “la guerra del bien contra el mal”, anunciando los conca tenantes ataques a Afganistán y, luego, las de Irak.
Es en ese encendido discurso gubernamental que aparece Peter Parker, disfrazado de “tu buen vecino, El Hombre Araña”. La caída de escombros de las Torres Gemelas dio camino para el paso de las primeras telarañas que lanzaría el naciente héroe rojizo para escabullirse por los rascacielos de Nueva York. Incluyendo su plano secuencia final, donde previo a su último lance se posa ante el mástil de la bandera norteamericana.
Pero tampoco es casual que El Hombre Araña decide combatir a los villanos para ese período inicial del siglo 21. A partir de la caída del milenio anterior, surgió el filme de ciencia ficción de los hermanos (hoy hermanas) Wachowski Matrix (1999). Podemos decir que su protagonista, Neo, también es un superhéroe: a partir de un (auto)descubrimiento, logra tener habilidades especiales como volar por los aires, con un frondoso atuendo que parece una capa negra, dispuesto a salvar a su especie de las máquinas.
Lo interesante de Matrix dentro de su narratividad es la de encarar determinadas escenas de efectos especiales, nunca antes realizadas. Así junto con Neo descubrimos que vivimos en un mundo virtual que nos oculta el desierto de lo real, también vemos escenas de combate que no son tales, diseñadas en megapixeles. La memorable escena de Neo esquivando las balas tirándose por la espalda quizás no sería tan recordada si no hubo una decisión estético-técnico que la cámara realizara un giro de 360 grados alrededor del personajes en cámara lenta, mientras observamos el pasar de las municiones. Aquí no hay trucos de edición con cortes de por medio o una utilización de maquetas: el cine pos-fotográfico otorga a los superhéroes desenvolverse en “lo real”, en términos de André Bazin.
Matrix generó una nueva forma de narrar combates que luego se trasladaría a la edad de oro de los superhéroes. Precisamente, en la escena del interior de un edificio en llamas, el Duende Verde, el villano que se enfrenta a El Hombre Araña, le lanza una serie de cuchillas voladoras. Ahí vemos cómo el protagonista va esquivando una por una a esas filosas armas por los aires en cámara lenta, como lo haría Neo. Todo en una sola toma.
“Si uno presta atención, descubre que la única diferencia evidente con el mundo real es que las personas no tienen padres. No digo que la Matrix no haya incluido los conceptos de padre y madre en sus programas, simplemente señalo que no hay referencia a la familia de ninguno de los personajes en el filme. No se alude al tema. Supongo que el verdadero motivo es la economía narrativa. Ni la maternidad ni la paternidad parecen ser tópicos necesarios para el desarrollo de la acción. Pero uno no puede dejar de ver en ese punto ausente, la conexión de ‘Matrix’ con el género del cómic y a la vez una forma de superación. Mientras que Superman, el Hombre araña, Batman o Hulk suelen concederse un instante, uno o dos cuadros no más, de nostalgia por sus padres perdidos, Neo encarna al héroe de una imaginación postedípica. Conocerse a sí mismo, de acuerdo al mandato que lee en la casa de la mujer-oráculo, no implica volverse hacia el pasado, sino asumir el futuro: el tiempo en el que se inscriben las consecuencias de sus actos. (…) El poder de Neo, como su nombre lo indica, está en no detenerse, en ser siempre, inevitablemente, un hombre nuevo”. Esto escribe Carlos Schilling en el portal Con los ojos abiertos (leer aquí).
Así como Neo no tiene papá ni mamá, y por ende tampoco un pasado a que redimirse y solo proyectarse hacia lo nuevo, hacia lo que vendrá, hacia un nuevo siglo, casi todos los superhéroes que saltan a la pantalla grande buscan el Bien para redimir el Mal que acongoja en su pasado, pero levantados estrictamente por la figura paternal.
Es curioso que El Hombre Araña no tenga papá ni mamá, sino tío y tía. Pero aun así, será el Tío Ben, que con una sola frase, le señala el rumbo a Peter Parker: un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Su Tía May solo será su consuelo afectivo, pero nunca a quien confiarle su gran secreto.
Nótese que en Batman inicia (2005), la primera de la saga que creó Christopher Nolan, pasa algo parecido: el padre Thomas le inculca al joven Bruce Wayne las premisas básicas a la hora de enfrentar los retos: para qué nos caemos, si no es para aprender a levantarnos. Thomas Wayne fue el que fundó la empresa familiar, fue el filántropo de Ciudad Gotham, fue el amado por todxs. El asesinato de Thomas y Martha ocurre casi me manera simétrica. Sin embargo, en toda la película, Martha Wayne nunca habla. Sabemos que aparece, hay una actriz que la encarna, pero no recordamos que haya pronunciado ni una sola palabra.
También ocurre en Daredevil, Superman: El hombre de acero, Hulk, Iron Man, Thor… todos grandes héroes encaminados a cumplir con las imposiciones patriarcales. Mientras la madre siembre ha quedado en un segundo plano. El matriarcado es inaceptable.
Sin embargo, algo cambio en el año 2016. Esa es la fecha que se estrenaron dos películas donde los superhéroes expusieron sus diferencias y entablaron batallas internas, cuerpo a cuerpo. Estamos hablando de Batman v Superman: El origen de la justicia, de Zack Snyder en el Universo DC; y Capitán América: Guerra civil, de los hermanos Russo, en el Universo Marvel.
En el primer caso, Batman se enfrenta con Superman porque tiene el pronóstico que se convertirá en un tirano global. Mientras que en el segundo, los superhéroes liderados por el Capitán América y Iron Man se dividen porque un bando decide hacer justicia por sus propias manos, mientras que el otro opta por realizar obediencia debida a los organismos internacionales.
Estas dos películas del mismo año y realizadas por distintas productoras, tienen un tremendo punto en común: la aparición de la madre en el meollo del conflicto interno. En el momento en que Batman está a punto de matar a Superman con la kryptonita, descubre que ambos tienen madres con el mismo nombre de pila. La epifanía es una melancolía: por alguna razón, la razón de Batman para matar a Superman queda pulverizado bajo el frío recuerdo del asesinato de ella.
En contraposición, Iron Man se entera que otro superhéroe fue el responsable de la muerte de su padre y madre, y por ende intentará matarlo. El Capitán América trata de hacerlo entrar en razón, pensando qué pensarían ellxs al respecto. A lo que el aturdido hombre de hierro le contesta: “No me importa. Él mató a mi mi mamá”. No menciona a su padre, que al igual que Bruce Wayne fue el que le inculcó todos los saberes para llegar a ser lo que es. Solo menciona a su mamá.
Por lo tanto, 2016 será la fecha en que la madre quiebra la propia estructuración paternal de los superhéroes y, por ende, la bruja responsable de haber mandado la masculinidad al demonio. Si el enemigo se encontraba, en un comienzo, en el extranjero o cualquier terrorista que se la pasaba explotando edificios como el Duende Verde o el Guasón, para luego ser un enemigo interno, infiltrado en las corporaciones locales o financieras que manejan el mundo, quizás ya para en la era de Donald Trump, la búsqueda del némesis sea tal vez aquella que ha generado pulsiones en nuestras vidas que han quebrado la rectitud de las testosteronas del típico soldado americano. Quizás sea una etapa en esta era de superhéroes donde se sienten más inseguros y sin tener en claro cuál será el porvenir del sueño americano. A lo mejor, Neo la tenía más clara.
Fotogramas: Los Vengadores: Guerra Infinita / Batman v Superman: El origen de la justicia