La economía y lo estúpido
Por Lea Ross
Ph: The New York Times
En 2017, ocurrió su primer triunfo. Hubo una trompada a la globalización. Emergió la globalización de la anti-globalización. La pandemia fue un freno momentáneo. Sus efectos económicos fueron el llamado de auxilio. Volvieron mejores.
Donald Trump fue la respuesta ante la locura bélica de los Bush, los aperturistas de doble moral de los Clinton y la lavada woke de los Obama. El show-man quería demostrar que EE.UU. podía ser grande de nuevo, que las inversiones volvieran con menos impuestos y atraídos con tasas de interés suculentos, y sin gastos exacervados en guerras. Aún con la moral como costo.
Ganó Trump. En un mundo más violento del que se había retirado. Gaza, Irán, Ucrania son los puntos ígneos de la transición entre Occidente y Oriente, en una fría calma con China.
Ante la lluvia de protones en otras realidades occidentales, sean latinoamericanas como europeas, las nuevas expresiones del alt-right son la disconformidad ante las instituciones por ser limitantes del progreso, como especulan los economistas que ganaron el último premio Nobel.
El hecho de que haya proteccionistas nacionalistas, como Trump, y ultraliberales aperturistas, como Milei, dependerá de la distribución de roles en la división internacional del trabajo.
Milei celebra. Solo porque espera que el próximo año, Trump convenza al FMI para mandar más dólares para mantener la bicicleta financiera y estabilizar las cotizaciones a la Argentina experimental. Mientras que los dólares frescos optarían por retornar a los mercados reales de aquellos distritos abandonados por el industricidio.
Lo que era el faro de la democracia, hoy lo pone en vilo a este hombre de negocios que controlará la Casa Blanca, el Congreso e incluso los principales tribunales. Twitter y TikTok le torcieron el brazo a Hollywood y Netflix.
Quizás el mundo se merece reformular el concepto de república. Lo delegativo no pone a la libertad, la igualdad y la fraternidad en equilibrio. No son lo mismo. La economía global es asi. Hasta el más estúpido se merece tener otra economía.