La ilusión terraplanista
Sendas y divergencias de las numerosas grietas que ha forjado, en este desierto civilizatorio, la noción de certeza. La tierra del metro cuadrado. O simplemente líneal.
“En mi precaria investigación inicial, pude detectar que la incertidumbre estaba sembrada desde el origen”
Tomás Rebord, Comentarios al Náucrato
“Un día me iré a vivir a Teoría. Porque en teoría está todo bien”
Mafalda
“La perfección y el poder están sobrevalorados. Creo que es más sabio elegir la felicidad y el amor”
Tío Iroh
Por Tomás Astelarra Ilustración Georgi Tortorelli
Acerca de 1887, el escritor Sir Arthur Conan Doyle, en su libro Un Estudio en Escarlata, le hacía reflexionar a un tal doctor Watson, acerca de un ignoto detective londinense de nombre Sherlock Holmes. Watson, contratado recientemente por Holmes para ser su ayudante, no entendía porque teniendo un elevado conocimiento de química y botánica, este ignoto detective londinense no sabía nada acerca de la teoría de los planetas. Según Holmes, el cerebro era como un pequeño altillo donde se almacenaban conocimientos. Cualquier trasto inservible no haría otra cosa que dificultar la llegada hasta esos ciertos conocimientos, evidentemente limitados.
¿Pará que quiero saber io el orden de los planetas si no tiene ninguna utilidad práctica en mi vida cotidiana?, le preguntaba Holmes a Watson, en tiempos civilizatorios donde la astrología se vendía como ignorancia.
En línea recta
La falsa idea de infinitud lineal que la escuela racional científica albergó, reemplazando la ilusión de un Dios, parece estar, en la práctica, descartada, ante una civilización donde prolifera la muerte y el mal vivir. El altillo de nuestros conocimientos no ha profundizado su espacio, pero si la cantidad de trastos inútiles que nos impiden llegar a ellos. Encima si googleas en internet, el peronismo puede ser la salvación o la ruina del país. La carqueja sirve para el hígado pero también para el juanete. Al igual que el romero.
En su reciente libro, “La Inteligencia Artificial no piensa. El cerebro tampoco”, el psicoanalista y doctor en neurología, ex PRT y residente en París, Miguel Miguel Benasayag, aclara desde un riguroso estudio científico y biológico, que las nuevas tecnologías modifican nuestro cerebro. Lo atrofia y lo hace menos creativo. Un desván lleno de trastos. Y encima con un robot al que mandamos a buscar cosas desde un sillón con comida rápida y viendo una serie.
Cuando a principios del siglo XX, Albert Einstein, descubrió que tiempo era igual a espacio, inaugurando el estudio de la física cuántica, los taitas amazónicos y la machis patagónicas dijeron: ¡Aha! Chocolate por la noticia.
Ya algunos gringos europeos habían comenzado a alertar de la peligrosidad de la dichosa ciencia nacida de la quema de brujas, la cruel paradoja del “iluminismo” y la revolución industrial (albor del dizque capitalismo). Como los patafísicos, que a mitad del siglo XX se declararon inútiles y decidieron confesar que sus investigaciones solo llevaban a “soluciones imaginarias”.
En La Paz, Bolivia, conocí un científico loco, el filósofo Javier Medina, que luego de desarrollar su intelecto en lo más prestigioso de la academia europea, volvió a las enseñanzas de su abuela de pollera para descubrir que, en las curiosas vueltas de la Vida, la dichosa “física cuántica” era casi igual al sistema de organización comunitario de las pueblas andina: el ayllu. Estos inocentes e incrédulos científicos se habían roto la cabeza (y también una parte del planeta extractivismo mediante) haciendo telescopios cada vez más sofisticados para llegar a la sencilla conclusión de que el átomo estaba vacío. No tenía nada.
Así al ciencia tuvo que darle la razón a la patafísica declarándose inútil, ya que la conclusión de estos encumbrados científicos fue que, ante la nada, todo experimento depende del observador. Y también del observado. Es decir, no se puede trazar la certeza científica sino se le adjudica la misma causacasualidad que cualquier brujería o superstición india. Chau objetivo u objetividad.
Ya lo habían descubierto también los nadaístas, ignotos poetas adoradores de la Nada, que concluyeron, en la década del sesenta, en Colombia, en su primer manifiesto que “no llegar es también el cumplimiento de un destino”.
Cuando en un congreso de medicina internacional un médico alópata cientificista catalogó la medicina de la brujita Ana de “alternativa”, doña Ana le dijo: “alternativa será su medicina que tiene apenas 300 años. La que yo represento, la andina, tiene miles”.
La purita verdá
“El régimen de la verdad es el aliado más solido del régimen de abuso político y su consecuencia no es otra que una mayor opresión y la pérdida de la vida libre, digna y significativa” adujo el líder kurdo Abdullah Ocalan en su libro Los orígenes de la civilización, donde explicaba las razones de su cárcel hace unos cuarenta años en una isla de Turquía por simple hecho de oponerse al capitalismo patriarcal.
Seguramente admiradora de Ocalan y la revolución ecofeminista kurda, la periodista y empresaria Julia Mengolini, explicó, en una reciente entrevista en País de Boludos, la coyuntura política argentina de la siguiente manera: “Hay un individualismo muy exacerbado que nos hizo perder la noción de la vida en comunidad. Valeria Edelsztein, ciéntifica del Conicet, habla de un individualismo epistemológico, que es el libertario que tiene que comprobar con sus propios ojos que la tierra es redonda. O desconfía de las vacunas. Mirá boludo, tenés que confiar en la ciencia, tenés que confiar en la vida en comunidad que más o menos venimos organizando”.
Por aquellas épocas pandémicas en que linealmente se vinculaba a la gente que no quería vacunarse con el terraplanismo y les libertaries, mientras se demonizaba a Viviana Canosa por su consumo en público de CDS (dióxido de cloro), hice una entrevista con un dirigente de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB). Entre noticias de la resistencia comunitaria contra el gobierno de facto de ese momento, le pregunté como se estaban arreglando con el Covid. “Miré compañero, el Estado no está ofreciendo vacunas ni atención médica. Nos hemos curado en el campo con los yuyos de las abuelas y en la ciudad con el dióxido de cloro”.
Mas o menos igual que como nos arreglamos en las comunidades jipis de las sierras cordobesas, además de por la ineficiencia de los hospitales y políticas públicas periféricas, por la convicción de que la industria farmacéutica es una de las grandes ganadoras, y por ende responsable, de la crisis civilizatoria que el capitalismo patriarcal y su método científico viene provocando. Eso que Mengolini llama: “la comunidad que más o menos venimos organizando”.
Seguramente solidaria con la lucha de los pueblos campesinos bolivianos y contraria al sistema patriarcal capitalista, Mengolini no ha tenido la oportunidad de conocer a fondo las prácticas de medicina comunitaria de las pueblas andinas o las neoruralidades gringas de las sierras cordobesas (que en buena parte si han tenido ese contacto con las pueblas andinas y sus medicinas).
En su metro cuadrado urbano de progresismo alejado de la Naturaleza, Mengolini aún cree en la certeza científica. Aún ignorando a las brujas que reivindica. Y bien que hace. Es muy complejo abarcar el “conocimiento” en tiempos de altillos llenos de trastos. Algunos útiles, otros inservibles, pero difíciles de distinguir por su cantidad y diversidad. Juzgar es también una certeza. En tiempos de fingir demencia ante el desborde de situaciones e informaciones que se van de control en este caos pachakutiesco, parece que, entre otras cosas, hemos perdido o nos han robado el Juicio. Eso sin hablar de la “Justicia” o el Lawfare.
No tiene sentido juzgar a Julia por un extracto de una entrevista y su noción moderna de certeza científica. Coincidimos casi que en el resto de sus opiniones y en su esmerada labor por crear un medio comunitario que lejos de fomentar la competencia o la acumulación capitalista, favorece otros proyectos de comunicación popular, como, me han contado recientemente, la Radio Garabato de San Marcos Sierras. Información que seguramente no tendrá un intelectual o comunicador que en este momento, en Polonia o San Salvador de Jujuy, este haciendo esta misma reflexión anti certezas, anti ciencia, anti capitalismo patriarcal…con una computadora, un panel solar y google. Las tres, con dizque certeza, inventos de la ciencia capitalista patriarcal.
“La disolución de las historias particulares en el océano de una única memoria: la humana, es algo que nadie puede enseñar. Es una tarea que cada organismo debe aprender a hacer”, dice el astrólogo, músico y pensador Eugenio Carutti en su libro Inteligencia Planetaria, donde esboza que la tecnología es parte de esta naturaleza teniendo una experiencia humana. Una gran oportunidad para, en vez de correr linealmente en pos de un objetivo, fortalecer los vínculos. Las certezas de humanidad o vida. Un mate con el monte cordobés. Esperando no lo quemen para más negocios inmobiliarios.
Vecinos libertarios
Si se aferrara a ese desacuerdo conmigo, a la no utilización de vacunas, Julia seguramente podría tildarme de votante de Milei o “terraplanista”. Sobre todo si me ve tomando birra en el bar del Mario con mi vecino de la lavandería, fiscal general de la Libertad Avanza (que parece no ser libertad ni avanzar).
Como dice Holmes, a pesar de su inutilidad, creer en teoría que la tierra es plana, puede incluso ser menos peligroso que creer en la práctica que la certeza se limita a mi escaso conocimiento territorial (mi metro cuadrado) y por ende, vacunarse, puede ser más efectivo o saludable que tomar dióxido de cloro o tintura de coca. Sobre todo si se tiene el poder de imponer leyes y castigos generales, desarrollos geopolítico y paramiltares. Que no sería el caso de Julia, por supuesto. Todo depende del observador. Como siempre supieron las pueblas andinas y descubrió Einstein hace un ratito nomás.
No estamos diciendo que no halla sido totalmente inconveniente o inútil el descubrimiento de Einstein, más allá de su implicancia y la certeza patafísica. Quizás eso que ya habían descubierto las pueblas de nuestra Amerika tuvo que volver a ser descubierto para que pudieran entenderlo ciertos gringos europeos y sus herederos urbanos de América Latina. Quizás de ese descubrimiento vino el encuentro entre Artaud y los Tarahumaras o Wasson y María Sabina. Por eso para las abuelas ancestrales toda vida, toda comunicación, todo encuentro, todo descubrimiento es sagrado. Quizá no hoy, pero si quizás ayer o mañana, pueda ser útil. O inútil. Sutil.
No se si mi vecino fiscal general de la Libertad Avanza con el que tomo birra en el bar del Mario se vacunó o tomó yuyos o dióxido de cloro. Especuló que se vacunó como Julia Mengolini. Seguramente no escuche Futurock ni sepa quien es Julia Mengolini. Las cumpas feministas afirman que, en su educación campesina, se pasa de “machirulo”. Para otres cumpas es terrible “gorila” (antiperonista). Quizás no conozcan, como me enteré io a través de las charlas, que dicha postura surge del simple hecho de que cuando quiso hacer cosas bonitas por su pueblo, un señor feudal peronista rama cordobesista, en su vocación autoritaria del poder, se lo impidió de mala manera.
Sin embargo admira el desarrollo de las actividades comunitarias que les jipis neorurales (anarquistas, pachamamistas, neozapatistas y también peronistas) llevamos adelante. Dice que cuando sea intendente me va a convocar de “ministro” de Economía. Como sabe que soy un gestor social y “un laburante”, hace meses no me aumenta el precio del canasto de ropa (que me deja desbordar hasta límites científicamente insospechados). Un gesto solidario y de consciencia social que no he recibido de muches compañeres progresistes, anarquistes, pachamamistes.
Compañeres muches que, al igual que el lavandero, coinciden en desconfiar de mi trabajo en alianza con una municipalidad regida por un intendente joven y nacido en el pueblo, de brillante y hermosa, conmovedora, gestión, que en su historia y pragmatismo político es desmerecido por ser parte del “cordobesismo” del dichoso jefe mafia territorial (asesino de estudiantes y del monte, entre otros escándalos).
No es científico ni razonable. No tengo certeza al respecto. Pero se me hace que, últimamente, me han sido más útiles las charlas con el lavandero y las acciones en conjunto con el intendente, que las palabras y acciones con más de une cumpa “progresista”, o pachamista, o anarcozapatista, que más allá del bonito discurso (que ya tengo bien estudiado) y su repudio al gobierno de Milei y sus iniciativas, no los he visto generar propuestas concretas y realizables que transformen de fondo la sociedad, la comunidad, donde vivo. Además de hacerme descuento. Por más que todas esas teorías me son más amables que las libertarias y repudio los actos del legislador mafioso, al igual que muchas políticas de Milei. Por más que de oído, o a simple vista, Julia Mengolini pueda pensar que soy terraplanista y libertario.
La ilusión urbana y su metro cuadrado.
El otro día, hablando con otro vecino rural libertario (o que simplemente votó a Milei, que no es lo mismo), terminé por descubrir su imagen de eso tan terrible para muches de nosotres que es el cierre de Telam, el Incaa o el desguazamiento del Conicet. Para él todas esas instituciones del Estado tenían poca incidencia práctica en el territorio y estaban personificadas por jóvenes (o no tanto) porteñes clase media que venían quince días en verano a alquilar una cabaña pa hacerse un asadito con cerveza caserita (de alguna cooperativa jipi local) mientras su hermana hacía las camas y él cortaba el pasto.
Explicarle las complejas sendas a través de las cuales Telam o el Conicet llegaban a beneficiarle era tan intrincado como desguazar el gasto del Estado para demostrarle que su financiamiento era una migaja frente al usufructo de nuestros impuestos por parte de las grandes empresas. Tan intrincado como explicarle a Mengolini las relaciones negativas entre el ecofeminismo y el status quo de la ciencia positivista moderna. Tarea que por cierto corresponderá a alguna cumpa ecofeminista.
Votar a Milei no hacía que mi vecino desconociera su situación de clase, su mirada ecológica centrada en “el monte” y su deseo de bienestar comunitario y apoyo mutuo. Tampoco su cariño y admiración hacia mi trabajo en la economía popular. Casi lo convenzo de lo de Telam explicándole que sin las migajas de la pauta publicitaria del Estado nuestro proyecto de comunicación La Luna con Gatillo (cuyos materiales consume regularmente) estaba en riesgo (al igual que mi trabajo).
También mostrándole que con la tarasca del dólar soja o los beneficios impositivos a Galperín, dejando afuera a Clarín, se podía financiar cientos de proyectos de comunicación popular como La Luna con Gatillo por veinte o treinta años. Además del Conicet, Telam, el Inca y la universidad pública.
Se quedó pensando con menos certeza que Mengolini vinculando a Milei con la falta de creencia científica. Claro que Milei tiene su propia certeza científica. No son la misma. Considero estar más cerca de la certeza científica de Mengolini que de la de Milei. Lo que no considero es estar cerca de la certeza.
Dice Benasayag en una entrevista en Canal Abierto: “Es el pensamiento colonial al mango, diría Rodolfo Kusch. Es decir: yo soy un ingeniero, hay un problema, yo resuelvo problema. Ese pensamiento que la mayor parte del progresismo también tiene. Ven al mundo como un objeto. ¿Por qué tendría que perder tiempo buscando un lugar si tengo un gps? Kusch muestra como en el estar siendo, el que sabe demasiado a donde va se pierde. El problema es perder el proceso. La ciencia no puede reducirse al funcionamiento”. Bienvenida la ciencia de la duda, de la nada, de la física cuántica, de la tecnología siendo la naturaleza teniendo una experiencia humana.
“No se trata de resistir porque la máquina es mala. Se trata de una bifurcación de dos modos en la vinculación con el mundo y con la vida. No puedo ordenar mi existencia como un puro funcionamiento. La cuestión es qué sería existir. Las culturas del estar siendo son culturas de la existencia. Porque nadie puede existir sin funcionar. El problema es quien está delante. Hay que existir un poco más y funcionar un poco menos”, dice Benasayag.
Dice el papacho Manfred Max Neef: “Sabemos muchísimo, pero entendemos muy poco. Nunca en la historia de la humanidad ha habido tantos conocimientos como en los últimos cien años. Pero mirá cómo estamos: ¿Para qué nos ha servido el conocimiento? El conocimiento no es suficiente. Carecemos de entendimiento. La diferencia entre conocimiento y entendimiento es clara. Imagina que tú has estudiado todo lo que puedes estudiar desde una perspectiva teológica, sociológica, antropológica, bioquímica y biológica sobre el amor. El resultado es que tú sabrás todo sobre el amor, pero tarde o temprano te vas a dar cuenta de que nunca entenderás el amor a menos de que te enamores ¿Qué significa esto? Que sólo puedes llegar aspirar a entender aquello de lo que te vuelves parte. Cuando perteneces, entiendes”.
.