CRÍTICA DE CINE

La película que predijo el Ni Una Menos

Por Lea Ross

¿Puede una película predecir un evento de gran magnitud social? Costaría creer que antes del levantamiento popular del 2001, haya existido un thriller argentino que termina con una muchedumbre pechando contra un banco porque sus fondos fueron hurtados por los dueños. Y sin embargo, Nueve reinas se estrenó en el año 2000.

Si ningún acontecimiento de revuelta social es espontánea, entonces no se descarta que sus bases sociales previas puedan ser leídas en expresiones artísticas antes de ocurrir el evento. No necesariamente llegando a una explicitud de oráculo como la mencionada película. Pero sí una enunciación que conforme una idea que permita llegar a la praxis.

¿Puede entonces existir una película argentina que haya “predicho” el Ni Una Menos? Hablamos de si existió algún filme que apunte a una lectura que permita luego ser llevado a la calles, como se libró el 3 de junio del año 2015 y que continúa hasta hoy.

No basta con que el tema de la película sea la violencia de género. A fin de cuentas, siempre estuvo presente en la historia del cine argentino. Sino una idea que se entraña en la ficción que funcione como preludio a la noción básica del Ni Una Menos.

Una película como La patota de Santiago Mitre, que pone a su protagonista en una disyuntiva entre una causa de género (denunciar a su violador) o una causa de clase (negarse a encarcelar gente pobre) la lleva por un camino hacia la impunidad, a contramano de las marchas del 3J. El secreto de sus ojos se enfoca en un caso de violación y asesinato. Pero las ansias de justicia, rechazada por la burocracia judicial, son impulsadas por los personajes de Darín y Francella por la compasión que tienen por Pablo Rago, otro sujeto masculino, al haber perdido a su amada. El único momento en que una mujer busca justicia es cuando Soledad Villamil nota que el sospechoso le mira su busto. También está Leonera, de Pablo Trapero, con ciertas aristas a las marchas de mujeres con sus tonos rebeldes (el motín) y libertarios (el escape). Aunque arriesgado a tomarlo como el ejemplo que buscamos, ya que las causas femeninas se reduciría a lo maternal.

Una posible candidata tal vez sea Refugiado, dirigida por Diego Lerman y que también se estrenó un año antes del Ni Una Menos. La película sigue la perspectiva de Matías, un niño de siete años, que juega con ser un superhéroe, que no le gusta que le digan petiso y le da mucha vergüenza mojarse en la cama. Ese anhelo de ser grande entra en conflicto a partir de que encuentra a su madre atacada por su padre. La poca conformidad que tiene Laura, interpretada por Julieta Díaz, frente al “refugio” que le ofrece el Estado a ella y a su hijo, hace iniciar un viraje casi hitchconiano, bajo la paranoia de ser perseguidos por el violento.

El límite de considerar a Refugiado como la predecesora al Ni Una Menos es la centralización en la figura del menor, a tal punto que el título de la película lo remite a él y no a ella. De hecho, en la toma donde más se expresa la colaboración colectiva entre mujeres, donde las amigas y conocidas de Julieta le ofrecen dinero para poder continuar con su huida, todo queda desenfocado para enfocarnos en Matías jugando con el ventilador.

Sin embargo, la posibilidad de que la obra de Lerman cumpla su función pronosticadora sería con un enganche hacia otro filme más anterior, que nos llevaría a las raíces que refirió a una disputa de sentido común que denotaría luego en ese gran levantamiento callejero.

Siete años antes de que su película Alanis generara tanta polémica con el póster de su protagonista Sofia Gala amamantando a su hijo, la cineasta Anahí Berneri estrenó en el año 2010 Por tu culpa, una de las mejores obras argentinas del inicio de ésta década. Érica Rivas interpreta a Julieta, una madre de dos chicos revoltosos que no logra convencerlos a dormir. De repente, algo ocurre. Los chicos reciben un fuerte golpe. No logramos visualizar el instante, ya que quedó fuera de cuadro. Desesperada, Julieta lleva a los chicos a una clínica. El personal médico comienza a sospechar que los menores sufrieron un ataque. La sospecha es respirada por Julieta y trata de pedir ayuda a su esposo, su madre o a quién sea para que no la dejen sola.

Hasta completar la hora, Por tu culpa emula ser un cuento de princesas: la indefensa joven atrapada desde lo alto de una edificación del cual no logra salir. En un plano entero, vemos la llegada de Guillermo, su esposo, saliendo del ascensor para rescatarla. Pero el cuento llega a su fin y el giro narrativo, por fuera del hospital, se marca en el interior de un patrullero. En el diálogo, la voz masculina escupe una fuerte carga contra Julieta. Echar la culpa es una muestra de autoridad.

Por tu culpa no refiere a un caso de femicidio, principal crimen que se enfocó el Ni Una Menos. De hecho, en ningún momento Guillermo llega a atacar físicamente a Julieta.

¿Pero no es acaso el Ni Una Menos la amplificación de la lente enfocada sobre la violencia que ocurre adentro de los hogares, rompiendo la regla que estipulaba que solo los menores podían ser víctimas? Tanto la palabra de los magistrados como los formadores de opinión, al ritmo de los zócalos televisivos del “Con los chicos, no”, la mirada punitivista sobre la violencia doméstica se reducía bajo la fórmula de división generacional, donde los menores de edad eran los únicos privilegiados en recibir la categoría de víctimas, mientras que los adultos lo eran como victimarios. Por ende, toda crisis que ocurría entre los adultos, entre los padres y las madres, era catalogada como un “problema doméstico”, por ende una cuestión privada ajeno a la justicia.

Julieta podría ser tan responsable como los espectadores podamos sentenciar. Pero es en la culpa donde sirve de escalón para posicionar las jerarquías e imponer la superioridad, bajo el espejismo de una relación simétrica en la cama, cuyo silencio es ensordecedor solo para una de las partes.

Si Por tu culpa comenzó a polemizar el simplismo mediático-jurídico sobre lo que significa la violencia doméstica, Refugiado puede ser su continuación bajo la incertidumbre de Matías y sus desquites y su aceptación como refugiado en la secuencia final. Y así hayamos la “tremenda casualidad”, al estilo Nueve Reinas, que son las últimas palabras que escuchamos en Refugiado, que las pronuncia su abuela: “Esto tiene que terminar”. Y un año después, miles de mujeres lo reclamarían en las calles.