La senda de los abuelos
Hace rato que las abuelas ya nos advertían: la cosa viene chingada. Salvarse solo: 30%. Curarnos todos: 6%. Agarra la pala. A seguir trabajando en ese otro mundo posible. No esperes aplausos.
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“El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro nacen los monstruos”
Antonio Gramsci
“En tiempos de incertidumbre y desesperanza es imprescindible gestar proyectos colectivos donde planificar la esperanza junto a otros”
Enrique Pichón Riviere
“O nos curamos juntos o nos nos curamos”
Alfredo Moffat
Por Tomás Astelarra I Ilustración: @fuskavisual
Recién taba pasando esa nueva crisis a la que llamaron del 2001. Algunes militantes nos preguntábamos donde había quedado eso del que se vallan todes, las asambleas barriales, los proyectos autogestivos, el poder popular como modo de impugnación del sistema capitalista, que en su versión Consenso de Washington, había generado semejante desastre. “Que bueno sería en este momento saber que piensa Alfredo Moffat”, me dijo en la redacción de Hecho en Buenos Aires la maestra Patricia Merkin. “¿Quién es Alfredo Moffat?”, pregunté curioso. “¿No lo conocés? Deberías entrevistarlo”, recomendó.
Y hacía allá fui con mi grabadorcito. Una vieja casona de Once, una escalera larga, mucha gente pululando. Bueno, decir gente. Locos, crotos, cartoneros, pibes con pinta de chorros, zurdos, gordas y negras villeras y algún universitario de buena voluntad. Al final de ese barullo, o para ser exactos, en medio de ese barullo, un viejo de larga barba canosa estaba sentado en una desvencijada cama marinera. Impartía órdenes y consejos frente a una mesa de luz llena de papeles y garabatos, una biblioteca con algunos libros deshojados y con moho, un grabador colgado de una media en la cabeza, una gorra de imprentero desgastada, una maravillosa labia donde no alcanzaban las horas para escuchar las reflexiones que de él surgían producto de una vida apasionada al servicio del bien común, la sanación colectiva. Hasta conocía de patafísica. Quizás consciente que su ciencia, para buena parte de la sociedad, era considerada inútil. Una solución imaginaria.
Un croto, un loco, un santo.
De familia bien y profesión arquitecto, fue alumno de Enrique Pichón Riviere y se hizo psicólogo social (algo que aún hoy es considerado un oximorón). En los setentas, en la Peña Carlos Gardel del Borda, Alfredo había trabajado con los “locos” con dos técnicas infalibles: el arte y el choripán. En los ochentas en medio de la crisis de la hiperinflación creó el Bancadero, un grupo que se dedicaba a armar mateadas en los barrios para que les vecines expresaran sus angustias. Y si había tiempo: una solución colectiva. En los noventas, en paralelo a las poetizas populares, creo el grupo Oyitas (sic). Para que en medio de guisos cocinados a leña en los barrios populares, junto a les jóvenes excluídes, “quizás colectivamente pudiéramos ir delineando una dirección para salir de este quilombo”. “Y si esa dirección es correcta dura muchos años”, explicaba mucho antes de que a alguien se le ocurriera el concepto de economía popular, ese que hoy en los barrios salva a los pibes de la cárcel, las drogas, la deserción escolar y la reincidencia. Cuando recién Vandana Shiva y Marías Mies habían publicado Ecofeminismo, rescatando la economía del cuidado y la necesaria conexión con las madres, las abuelas, les niñes y la Madre Tierra, eso que hoy llamamos “economía del cuidado”. Bueno, otres le llaman “brujas”, “putas”, “vagas planeras” o “negras de mierda”.
Por aquellas épocas Alfredo también estaba laburando con les pibes de Cromagnon. Hoy parece mentira que ese incidente impulsó la llegada de Mauricio Macri al gobierno de la ciudad. Además de dejar huérfanes a miles de pibes stone en un horror que se solucionó con una nueva legalidad trucha donde una vez más los empresarios de la noche concentraron los negocios sin poder evitar perder más vidas.
Quizás porque esta lejos del centro de la capital, aún no causa horror ni legalidades anque trucha los miles de pibes que mueren rociados por glifosato, de hambre en el norte wichi o por el balazo de algún policía mal entrenado en las periferias urbanas. Hasta puede ser que el balazo venga de otro pibe que no tuvo otra solución que hacerse soldadito del narco. Como dijo la Nati Zaracho, en medio de la polémica muerte de Morena (no por el hecho sino por sus repercusiones): pueden llenar el país de canas y cárceles. ¿Les va alcanzar pa encerrar al 70% de adolescentes que viven en la pobreza o la indigencia?.
¿No se puede o no se quiere?
Salvo honrosas excepciones, la política institucional parece ser hoy, evidentemente, una solución imaginaria. Claro que hay otras opciones, como las de Alfredo, como la de Patricia. Pero como dice la canción de la Domingo Quispe Ensamble: “No changuito, no valla a creer que por andar haciendo el bien va a salir en televisión. Va a recibir aplausos del poder”.
Hace un par de años tuve que difundir y ayudar en una colecta que la familia y amigos de Alfredo hacían para sacarlo de esa miseria material que como ósmosis o enfermedad se le había pegado de esa millonada de desamparados que había sanado, o al menos ayudado. Fue por principio de este año que me enteré de su muerte. También la del histórico dirigente campesino peruano Hugo Blanco, del incansable denunciante del genocida agronegocio Jorge Rulli, o el eterno militante de las semillas, la agroecología y los pueblos campesinos e indígenas, Carlos Vicente. O el dramaturgo piquetero Vicente Zito Lema. Cuanta falta nos hacen los abuelos y sus consejos en estos difíciles momento de incertidumbre y desesperanza.
Si algo pude observar en sus vidas, es que nadie te va a dar un premio o un fangote de guita por andar soñando con un mundo donde quepan muchos mundos, una curación colectiva, un buen vivir comunitario y de cuidado de la Casa Común (Madre Tierra). Aunque tus soluciones sean efectivas, eficientes, baratitas, como también lo es hace años esa revista, Hecho en Buenos Aires, en la que Patricia Merkin dejó la vida para sacar miles de personas de la calle y hace poquito cumplió 23 años en manos de sus herederos y herederas (que siguen batallando más allá de que el gobierno, el estado, las ongs de las empresas, y la mayor parte de la sociedad, jamás llegue a oír, o deliberadamente ignore su nombre). Quizás algún pibe estudiante de periodismo llegué a mi casa pa que yo le diga: ¿Conoces Hecho en Buenos Aires?. Como dice el Taita Rocky: “si los indios no aparecen me pongo las plumas”. Si los abuelos se mueren, será hora de dejarnos crecer la barba, agarrar la gorrita de imprentero, la media con una grabador en la cabeza. Dirán que somos crotos o locos. Inútiles. En el mejor de los casos apenas soñadores. Dice un meme que anda circulando: “Cuando te llamen loco, recuerdo que los locos hiceron el Arca y los expertos el Titanic”.
Eso que llaman militancia
Por aquellas mismas épocas en que conocí a Alfredo, en una entrevista exclusiva para Hecho en Buenos Aires, ante la pregunta de por qué todo ese fervor asambleario se había disuelto, la activista y periodista canadiense Naomi Klein nos dijo: “Mucha gente fue a las asambleas por su propio problema. Pero el activismo es algo que te toma todo el tiempo de tu vida. Mucha gente tuvo una degustación, pero hablemos claro: no es para todos. La gente que esta realmente comprometida crea redes, culturas y comunidades a lo largo del tiempo”. Pocas personas haciendo pequeñas cosas en pequeños lugares. Y una red invisible y afectiva que no unes. Como hormigas de Kropotkin, arcas de Noe de Zibechi. Quizás en el apoyo mutuo logremos como la hormiga argentina dominar Europa. O zarpar en caravelas de la nada rumbo al infinito. “Al fin y al cabo no llegar es el cumplimiento de un destino”, decía el profeta nadaísta Gonzalo Arango.
Muchos años después, en 2011, Pablo Solana, entonces vocero del Frente Popular Darío Santillán (FPDS), me aclaró: “Cuando mejoró la economía muchos compañeros volvieron a las changas y los trabajos precarizados. A esto también contribuyó que este tipo de experiencias se habían vuelto riesgosas luego de la criminalización de la protesta social y los asesinatos del 26 de junio del 2002 (Maxi Kosteki y Darío Santillán). Quedaron apenas puchitos de estas experiencias. Pero había con que, había una sociedad que podía dar más. No hacer una revolución violenta, sino apropiarse de más instancias de participación y decisión. Nosotros replegamos nuestras aspiraciones de querer cambiarlo todo. Tuvimos que acomodarnos a lo que algunas políticas públicas nos dijeran que podíamos hacer para consolidar nuestros proyectos productivos autogestivos”. Por aquel entonces todavía no se había creado el concepto de economía popular, ni la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP). Parecía imposible que un pibe que representara ese modelo de país de desarrollo humano integral, tierra, techo y trabajo, un hijo del 2001, fuera candidato a presidente .
Algunes activan lo colectivo, sea protesta o propuesta, cuando la papas queman o el cinturón aprieta. Para otres es una misteriosa pero insistente forma de vida. Somos coleccionista de fracasos, dice Manuel Rozental. El error siempre es una buena forma de aprendizaje. Sobre todo cuando encaramos situaciones que van en contra de los paradigmas del pensamiento hegemónico, de nuestras zonas de comfort, de lo que nos enseñaron en la casa y la escuela. El individualismo, ya muches lo analizaron, es la neda de esta crisis civilizatoria donde una y otra vez insistimos en este modelo capitalista del dios dinero, que evidentemente no ha funcionado. Repetir una experiencia fallida no es otra cosa que un signo de estupidez, decía el papacho Manfred Max Neef, que una vez fue candidato a presidente de Chile por el Movimiento Ecologista y sacó el 5,55% de los votos. Murió sin ver la revolución de les jóvenes. Tampoco el fracaso de Boric.
Creer o reventar
Ya en el siglo XIX, ante las primeras consecuencias de eso que hoy llamamos “capitalismo”, el príncipe Kropotkin explicaba en El Apoyo Mutuo, que se había (intencionalmente o no) mal interpretado a Darwin. Los “más aptos” para sobrevivir no eran aquelles más fuertes, sino aquelles que lograban organizarse. Como las hormigas, como las abejas, como las pueblas originarias para las cuales la economía era todavía el cuidado de la Casa Común. No esa mentirosa ciencia que, además de no ser exacta, plantea un problema francamente irresoluble: “administrar recursos escasos para necesidades infinitas”.
La desesperanza, como dice Pichón Riviere, es otra forma de individualismo. Aún así, en estos tiempos de globalización, no he encontrado personas o comunidades que logren escapar de este sangrante presente globalizado o bendito descalabro mundial. La autogestión se ha transformado en un mito quizás tan nocivo como el sueño americano. “Es una batalla cultural, ideológica, filosófica lo que estamos viviendo. Nosotros vivimos de nuestro territorio, somos libres. Producimos nuestro propio alimento, comerciamos a través del trueque. Y la constitución, aunque precariamente, nos respaldaba. Pero esta nueva constitución que hizo Gerardo Morales nos limita totalmente, nos desaparece sistemáticamente como cultura y como personas nos lleva a la esclavitud. En vez de surgir, estamos retrocediendo. Escuché un candidato hablar sobre libertad. Pero ellos tiene solamente relatos, nosotros tenemos los hechos. Nosotros somos una cultura de libertad”, explica Desiderio Olmos, integrante del Tercer Malón de la Paz.
“Decile al Joven P y todo el movimiento, a las comadres, las guerreras jóvenes, a las cumpas, que se queden tranquilas. Que hace muchos soles y muchas lunas que vengo orando porque este joven wampen, Juancito Grabois, entre en este nuevo tiempo de crisis civilizatoria que estamos comenzando a transitar, que se ponga en esa vibración y movimiento del eje donde está el nuevo orden cósmico, Ustedes son los que están condensando las necesidades y las propuestas de toda esa millonada de gente que quedó fuera del sistema, durante la década ganada y todas las décadas. No hay décadas ganadas para nuestros pueblos y territorios, que han quedado afuera de todos los gobiernos, incluso los llamados nacionales y populares. Es mi misión sagrada poner a kitek, el abuelo fuego, en la vara más alta en estos días para que ilumine y guíe los sentimientos, los corazones, los pensamientos, las mentes, las acciones, de todos los seres humanos, sin distinción de origen, clase o sexo, para que la votación no sea un simple hecho técnico o de bronca o de rechazo o de negación, sino que sea un acto consciente”, fue el mensaje que me envió la amta Argentina Paz Quiroga desde su casita warpe en Puyuta.
Una batalla política, cultural y espiritual
“Me llegan mensajes sobre ceremonias al pie de Los Andes en territorio warpe; temazcales en Traslasierra; desde la puna catamarqueña, luego de una corpachada, la Unión de la Nación Diaguita de Catamarca decide acompañar a Juan, como él los acompañó en sus luchas; alguna “bruja” de entre las sierras cordobesas me comparte su visión (esperanzadora y esperanzada) y acompaña con bendiciones; algunos curas compañeros y otras férreas creyentes católicas me cuentan que están rezando con fuerzas; un obispo y algún sacerdote anglicano hacen llegar su apoyo y plegarias; un amigo manda la foto del altar del Gauchito Gil con la vela encendida; todos y todas intencionando para que Juan Grabois sea presidente”, describe el abogado y militante Sergio Job, coordinador de la zona centro del Centro de Acceso a la Justicia (CAJ), referente de la Unión de Trabajadores Rurales (UTR) y la Junta Promotora Comunidad Organizada (que mostró resultados por encima de la media en las elecciones a favor de Juan Grabois). Fundador del Refugio Libertad, donde, como en la Isla de Huxley (o como en Villa Ciudad Parque), se ha podido demostrar en la práctica la propuesta de Desarrollo Humano Integral, con emprendimientos de producción de alimento, valor agregado, reciclado, cultura y derechos humanos, trabajo digno, sin violencia de género, conservación ecológica y hasta internet comunitario, entre otras maravillas.
“En estos momentos está ocurriendo una batalla espiritual de dimensiones e intensidades desconocidas para mí hasta hoy. Como suele ocurrir en las revoluciones, los newenes, espíritus y fantasmas de quienes nos precedieron y habitan, están paseando sobre nuestra tierra”, expresa con absoluta incredulidad el histórico referente de los movimientos sociales en Córdoba desde el pueblo de Los Molinos.
“Decile al joven P, a las cumpas, que yo haré como hago siempre ante cada acontecimiento histórico, en mi circulito humilde de la casita warpe, acá en Puyutoc, mis rezos a las abuelas y abuelos, para que me ayuden a convocar a la luz, la acción positiva, para estos días que vienen de decisiones tan importantes para la vida personal de los 40 millones de argentinos tan adormecidos y tan deprimidos. Tan dependientes, como que una sola persona puede resolver la situación de cuarenta millones. Que poco confianza en cada uno de nosotros. Yo estaré acompañando con el fervor positivo, con la meditación, con la filosofía, con la cultura, la cosmovisión, con la cosmogonía de nuestros ancestros y nuestras ancestras, para que en este momento logremos unir esos círculos concéntricos, tan desperdigados, en uno solo que nos muestre que hay un portal abierto para que entren todos los faros de luz que existen en nuestra Casa Grande, el planeta Tierra”, concluye su mensaje la abuela Amta.
La campaña de Justa y Soberana fue una oportunidad más de reunirnos en esos fueguitos que describía el abuelo Galeano, sin plata pero sin miedo. Una bocanada de aire fresco antes de sumergirnos en esa oscuridad que es parte de este pachakuti donde emergen los monstruos de la razón que vaticinaron Goya y Gramsci. Sabemos que el nuevo orden mundial hace rato ha diseñado, como bien ha descrito Naomi Klein en libros y documentales, una “doctrina del shock”, que utiliza el terror y la muerte para imponer condiciones económicas que permitan el saqueo o extractivismo de recursos. Por las buenas o por las malas. Con garrote o zanahoria. Con evangelistas o paramilitares. “Yo tuve diez hijos porque se que cinco me los van a asesinar pero cinco van a seguir resistiendo en las tierras”, me dijo una vez el líder indígena del Cauca colombiano Chucho Yalanda.
Y sabemos que hoy Argentina es una fruta apetecible para este capitalismo que no deja ni semillas. El plan ALCA (Agua, Litio, Combustibles, Alimento). Sabemos que muchos de nuestros dirigentes y nuestro actual gobierno no han estado a la altura de estas circunstancias. Sabemos también que las semillas crecen en la oscuridad, que la podredumbre es abono, que pa hacer una casa se necesita bosta (como decía el Pocho Perón) y que más allá de nuestra desorientación, como dice la abuela Ana, las semillas no tienen ni derecho ni revés, crecen siempre hacia el sol, hacia los tallos, hacia los frutos. Crecen aún sin agua en el desierto o creando praderas en el pedregal.
La licuadora rota
Ninguna esperanza de vida se genera desconociendo al otro, ninguna comunidad se construye descartando las diferentes miradas sobre una realidad tan compleja que inevitablemente nos conduce a todo tipo de errores. “No changuito a que mundo viniste a parar, andate tranquilo que seguro te vas a equivocar”, dice la canción de la Domingo Quispe Ensamble.
El economista Emmanuel Álvarez Agis me dio la mejor explicación a este desconcierto que a muches nos genera la enorme cantidad de votos que sacó el falso profeta o flautista de Libertilandia Javier Milei. “Yo lo hago. Vos te vas a hacer un licuado de banana y la licuadora no anda. No anda, no anda… Miras y el cable está enchufado. Y le pegás a ver si anda. Y por ahí la rompes. Pero por ahí de pedo la arreglas. Es absolutamente irracional, pero yo lo hago. Entonces no lo juzgo”, explica. Y eso que Álvarez Agis tiene dinero para comprarse otra licuadora (además de la leche y la banana).
La teoría de que el caos es mejor que el presente que vivimos, no es solo patrimonio de los votantes de Milei, de los pobres e ignorantes, sino de muches de les cumpas que no fueron a votar, o que tras votar a Grabois, no piensan votar a Massa. La abultada elección del falso profeta demostró que no solo su discurso hizo mella en algunes jóvenes, sino también muches adultes. Incluso una amiga sanadora me comentó aterrada la cantidad de hijes de clase acomodada en búsqueda de sanación en una espiritualidad individual que le dijeron iban a votar a Milei. Si su opción es una locura, convengamos que es una locura generalizada y que atraviesa todos los sectores sociales y culturales del país. No es la primera vez que sucede en la humanidad. ¿Querés llamarlo Hitler, querés llamarlo Bolsonaro, querés llamarlo Álvaro Uribe Velez?
“Hay mucha gente en el Norte que quiere mucho a Cristina y vota a Milei. Porque prefiere dar un salto a vacío que sostener una situación como la de hoy. Es peligrosísimo, pero uno no se puede enojar con la gente. Porque yo cuando llego a la casa abro la canilla y sale agua y le puedo dar un pedacito de carne a mis pibes. A mi me han apoyado los científicos, soy un convencido que hay que poner mucha mas guita en el Conicet. Pero en el Norte no saben lo que es el Conicet. La gente sabe los problemas cotidianos a los que hay que dar respuestas”, opina Juan Grabois en C5N. “Uno no se puede enojar con la realidad. Tenemos un pueblo al que no le estamos cumpliendo y hay que responder con medidas concretas, como se les responde a los acreedores internacionales o los monopolios concentrados. La gente está hace ocho años yendo para abajo. Y ahí viene el flautista y tocá su música por más que sepa que no la puede cumplir. Y la forma de desenmascararlo es con acciones concretas de gobierno. En Salta, que sacó el 50% de votos Milei, no son gente rica. Los pibes se mueren de sed, no llega la leche. En momentos de mucha angustia uno se agarra de cualquier esperanza. Hay que demostrar que hay otra esperanza, y si vos sos gobierno, lo tenés que demostrar con hechos no palabras”, agregó.
Durante su campaña, Juan se reunió con miles de cumpas, que, como Alfredo y Patricia, llevan adelante soluciones concretas frente al hambre, la falta de techo, la ignorancia, el ecocidio, la deserción escolar, la esclavitud y la falta de oportunidades laborales, la violencia de género y las miserables condiciones sanitarias de los barrios, entre otros males de esta crisis civilizatoria. Todas baratitas, hechas a pulmón, con amor y leña, como los guisos de Alfredo. Después de haber conseguido un millón de votos con tanto esfuerzo, todavía no lo han llamado. Necesitan nuestros votos pero ni nos oyen ni nos ven, dirían en estos momentos las poetizas populares. Después del fracaso electoral el gobierno dizque popular amaneció dándole a comer a los buitres. ¿Y la gente de carne y hueso? Después vemos.
Una estadística más
Presenciar una votación desde las entrañas del sistema es como vivir un censo. Si ese complejo rejunte de desconocimiento legal, malas caligrafías, cansancio o desinterés que lleva a la solución fácil y al margen de las reglas, por no incluir alguna picardía o principio de fraude, se multiplica de la experiencia individual a la general, es fácil comprobar, una vez más, que la estadística dista de ser exacta. Ni hablar de las encuestas. Es la estadística, decía Don Umberto Eco, esa maravillosa ciencia donde si una mujer murió de hambre y un hombre empachado con un pollo, los dos comieron medio pollo.
La ecofeminista Yayo Herrera no pueden entender por qué el PBI incluye la fabricación de armas y no el cuidado de les niñes. Pa mi, ese frio 6% de votos para la fórmula Grabois-Abal Medina que mostraba la tele jamás podrá describir el amor militante de miles de cumpas en todo el país. Como tampoco los mil pesos la hora que ganamos muches cumpas de la economía popular y no alcanzan. Aún así, esa luca la hora, invisibiliza el enorme esfuerzo de organización que nos costó ganar más que muches empleades de la industria monopólica tradicional y sin producir venenos, chuparle las medias a algún patrón, decidiendo colectivamente estrategias, con nuestres niñes, las doñas al frente y siendo mayoría, aportando a la comunidad otra forma de vida y en cuidado de la Casa Común y el Buen Vivir. Los guarismos nacionales están lejos de mostrar tanto esos beneficios en el PBI como la buena elección que logramos en muchos pueblos donde la comunidad estuvo organizada.
Por aquellas épocas en que entrevisté a Alfredo y Naomi había un librillo que corría de mano en mano entre los puestos de las FLIA. Era de un colectivo gringo llamado Tiqqun. Se llamaba Llamamiento. Decía en su primera proposición: “Nada le hace falta al triunfo de la civilización. Ni el terror político ni la miseria afectiva. Ni la esterilidad universal. El desierto no puede crecer más: está por todas partes. Pero aún puede profundizarse. Ante la evidencia de la catástrofe, están los que se indignan y los que actúan en consecuencia, los que denuncian y los que se organizan. Nosotros estamos del lado de los que se organizan”.