O nos curamos juntos o no nos curamos. Bancando a Alfredo Moffat
Fundador de experiencias creativas y curativas de los dramas de este sangrante presente globalizado, Alfredo Moffat es un prócer vivo. Hoy nos pide ayuda. Hay que bancarlo.
Estábamos en la buhardilla de San Telmo donde funcionaba la revista Hecho en Buenos Aires, cuando su directora Patricia Merkin me preguntó: ¿Vos conocés a Alfredo Moffat? Ni la menor idea, le respondí. Vos tenés que conocerlo, me sugirió.
La excusa como siempre fue una entrevista. Hacía allí nos dirigimos una mañana de Once con mi hermano Espinacas que hizo de fotógrafo. En algún momento de la entrevista le mencioné la patafísica y el viejo se iluminó. Recordó cuando con el gordo Fassio hacían intervenciones en las librerías. Nos mostró máscaras africanas de Djibouti (patria de nacimiento de su magnificencia Lutembi) y otra serie de iconografías con las que decidimos hacer una investigación exclusiva para el Novisimo Instituto de Altos Estudios Patafísicos de Ubuenos Aires. De ahí a tomar un mate con un pibe que había perdido a sus amigues en Cromagnon todo podía pasar con Moffat.
Era croto y loco, como la gente a la que ayudaba. Su cama se perdía en cientos de libros y fotocopias y el pulular de gente de la Comunidad Bancavida, la organización que en ese momento dirigía y que cubría asistencia desde les pibes de Cromagnon hasta las familias de un famoso shoping que se había incendiado en Asunción del Paraguay. Andaba de acá para allá corrigiendo textos, hablando con gente, organizando movidas, con un grabador colgado de una media y la otrá pegada al teléfono inalámbrico a modo de manos libres. “Nuestra propuesta”, nos dijo “es una propuesta de terapia existencial. Para nosotros el problema actual no es querer cogerse a la vieja sino sobrevivir. Un problema un poco más anterior. Siempre trabajamos en grupo. Es una socioterapia, o nos curamos juntos o no nos curamos. Los psiquiatras juegan de a uno, empastillan para que no proteste más una persona. Cuando se está resolviendo un tema muy concreto como es la denigración manicomial, es decir la muerte en vida. Si vos proponés que vuelvan a la vida, la gente se engancha”, nos dijo. “Vos vieras como se acercaban los locos del Borda cuando prendíamos la parrilla llena de chorizos en el patio”, ejemplificó cerrando los ojos y frunciendo la nariz, relatando la peña Carlos Gardel, una de las más hermosas experiencias de desmanicomialización llevada a cabo en plena dictadura y de donde saldría la radio Colifata, de la cual participaban muchos vendedores de HBA (una empresa social que a través de la venta de una revista intenta dar herramientas de inserción social a gente en situación de calle). Los conocía a todos. Tenía 71 años pero el alma de un pibe, una sonrisa que te entraba hondo. Después de la entrevista me acostumbre a pasar a visitarlo cada tanto, tomar unos mates, hablar de la vida. Sus enseñanzas se cuentan entre las más hermosas que recibí en mi vida. Por más que era un marginal de los centros de estudios académicos. A pesar de ser discípulo directo de Pichón Riviere, su escuela de Psicología Social tardó muchísimo en tener alguna legalidad.
“A la Facultad de Psicología no puedo entrar ni a barrer, soy para ellos no una oveja negra, sino alguna especie todavía peor. Me reivindico como un psicólogo cartonero. Más bien sería un vidiólogo, un curador de vidas. A veces me dejan entrar en la facultad de Arquitectura. Porque soy arquitecto. Pero les hablo de vivienda popular y los finos arquitectos levantan la nariz como si me hubiera tirado un pedo. Los psiconoalistas y los arquitectos son masturbadores de la oligarquía. Unos los masturban por adentro, otros por afuera”, nos decía jocoso. Además de la Peña Carlos Gardel armó el Bancadero donde, a través de mateadas populares intentó resolver los traumas de la crisis económica del neoliberalismo, o Las Oyitas, donde dispersó guisos por los barrios populares para que la gente pudiera hablar de sus problemas y la forma de solucionarlo (una idea anterior a las ollas populares que forjaron el destino de la economía popular argentina).
“Yo tengo tres grandes temas. Lo mío es básicamente la locura, pero tuve que ocuparme del hambre también, y últimamente de la muerte. Tres especialidades. Puedo llegar a curar la locura, el hambre y la muerte”, aseguró con cara de ¿te parece poco?, y agregó: “yo tomé una opción por la locura y la pobreza, lejos de mi familia de descendencia inglesa y de clase media. Para mí los locos y los crotos fueron una apertura a un mundo fascinante. Me siento más cómodo en ese mundo poco hipócrita, porque la hipocresía no sirve, la hipocresía es un lujo de la burguesía, así como la adolescencia. En las clases populares se pasa de la niñez a la adultez de una patada en el culo”.
También tuvo poco reconocimiento del estado por sus formas novedosas y creativas. “Mi experiencia con el Estado no fue buena, prefiero los proyectos autogestivos. En su época trabajé en Hogar de Indigentes en Vía Pública. Era un depósito de linyeras y yo lo convertí en una comunidad, con asambleas, fiestas, teatro, grupos terapéuticos. Así comenzaron a venir algunas profesionales del Bancadero, y al final armé una cooperativa. Ahí fue donde me echaron, porque entré en conflicto con todo el reglamento municipal. Claro, ¿cómo iba a hacer una cooperativa de crotos? Pero ahora… después de muchos años de aquella aventura en el Félix Lora, la mitad del país tendría que estar adentro, vamos en camino de ser un país de crotos. Por eso en las Oyitas organizamos a las madres de la villa para dar comida. Ellas son la pachamama, tienen una enorme polenta. Por eso yo guardo, como en el tango, una esperanza humilde: que juntos podamos crear una patria para todos”.
Ahí me avisan que el viejo Moffat anda con problemas económicos y hay una cuenta pa mandarle dinero. Así que luego de hacer mi aporte monetario también lo hago desde mi oficio. Porque hay próceres que están vivos. Y hay que bancarlos.
Para los que puedan ayudar:
CBU 0140004503400450181378
Banco Provincia
Cuenta Caja de ahorro en pesos N* 501813/7
Sucursal 4004
Titular: Alfredo Carlos Moffatt.