Oda al odio
en este país estamos muy tristes
nos ha ocurrido una desgracia
y ahora no hay sosiego en el corazón desorientado
y se tiene miedo
y todos quisieran abandonarse
y claman por una tregua
y no pueden amar como soñaron
ni reconocer que otros vendrán
sin nuestro señorío sin nuestra incapacidad
– Argentina. “Paco” Urondo.
“Diga lo que diga y haga lo que haga, ni el capitalismo ni Occidente confían en Cristina. Por eso pasa todo lo que pasa. Alguien debería calmarla de una buena vez porque, gracias a Ella, cada día somos un poco más pobres”.
– Alejandro Borensztein. “Alguien tiene que callarla”. Clarín (dos meses antes del atentado).
Por Lea Ross
Fotos: Mati Magnano
Si Fernando Sabag Montiel hubiera tirado la corredera de su arma, la Historia Argentina sería otra.
Pero no se percató. Quizás creía que su Bersa Lusber 84, calibre 32, tan cálida como fría dependiendo de que tan tranquilo se encuentre su portador, le bastaba con haber ejecutado un par de tiros antes de proceder a ir al acecho. Con espesor liviano, le garantiza practicidad, y su estilo le permite tener una fineza inglesa a lo James Bond con la impunidad que le ofrece su licencia para matar, y siendo apetitoso para cualquier angurriento devoto del republicanismo norteamericano. El arma es una droga. Cualquiera que haya tomado en sus manos una Bersa, entiende su obsesión patológica como la que emana un anillo sacado de una de las páginas escritas por Tolkien.
Sabag Montiel se mete en la muchedumbre. Su tacto solo le asegura que su semiautomática permanezca oculta, en medio de tantas personas apasionadas a su alrededor. Su oído solo percibe griteríos estorbosos. Su vista se enfoca en su objetivo. Cristina se aproxima con confianza a saludar. Ella se acerca para firmar un libro. Para Sabag Montiel es su oportunidad.
Desenfunda y apunta directo al rostro. Es consciente que el ángulo garantiza un tiro letal. Gatilla una vez y su pulso lo desvía de ese eje. Retorna rápidamente a su posición, gatilla por segunda vez y se repite el circuito. Todo en un segundo. No hay estruendo ni pasa nada. Consciente de su fracaso, retira la mano. Ya es tarde.
El descuido es una traición para su pasión.
No siempre la Historia es determinada por la decisión de un dedo de jalar o no un gatillo; si la bala no está en la recamara, es decisión de la mano que no tiró previamente la corredera y, por ende, la que verdaderamente alineó el curso de un país.
***
Ya son las seis y media de la tarde en la ciudad de Córdoba.
La movilización avanza en plena centro capitalino.
No se visualiza con claridad la principal barredora, debido a la presencia de varios cuerpos dispersos al frente.
Se escucha…
“Si nos tocan a Cristina, qué quilombo se va a armar”.
“Somos los soldados del Pingüino”.
En ese centro cordobés, se congregan alrededor de 50 mil personas, según sus organizadores. Para muchxs, la movilización les hizo recordar la marcha del 24 de marzo. Más del 95% no usa barbijo, y quiénes sí lo usan, la mayoría tiene una edad avanzada.
“Estoy shockeada”, me comenta una amiga mientras nos pasan un mate. No por la marcha en sí, sino por el frustrado magnicidio ocurrido hace menos de veinte horas atrás. Tomo un segundo sorbo y sigo recorriendo la marcha a contracorriente.
***
Leo lo que publicó la revista Crisis en Twitter:
“La fragilidad de CFK es directamente proporcional a su audacia política. La centralidad que detenta emana del riesgo que asume, a diferencia del resto de la dirigencia. No podemos olvidar que todo este dramatismo institucional transcurre en el mismo momento en que hay un ajuste en marcha. CFK no ofrece una solución superadora, pero explicita con su propio cuerpo que este presente no cierra por ningún lado. Ese es el secreto de su fragilidad”.
***
“Cristina” y “Discursos de odio” son los términos que más se repiten en los afiches, los carteles y las pancartas. Sobre el segundo, algunes lo empalman con la Ley de Medios.
-¿Por qué mencionás la Ley de Medios?, le pregunto a una señora.
– Porque creo que necesitamos aplicar la Ley de Medios. Hace falta aplicar bien la pauta oficial para acabar los discursos de odio.
Un pibe de su misma altura, pero con una edad mucho más infantil me replica: “Y para acabar con los medios grandes”.
-¿Es tu hijo?, le pregunto.
-Sí.
El nene habrá estado en el jardín cuando se aprobó la Ley de Medios Audiovisuales. Y aún así, tiene más claridad que su progenitora. La Ley de Medios no regula la pauta oficial. Tampoco es que en su totalidad está bloqueada, ya que la gestión macrista solo puso un freno a un par de artículos, que ponían en jaque a los multimedios concentrados. Si bien el Grupo Clarín se expandió aún más con la fusión de Cablevisión y Telecom, también es cierto que varias radios comunitarias vienen adquiriendo su legalización.
Baby Etchecopar, con su mirada tan tierna, con el hocico partido y con el rabo entre las piernas, dijo que “Hoy todos somos la vicepresidenta y estamos para ayudarla. Hoy no hay opositores”. Mientras tanto, la Red de Medios Digitales publicó que, en un año, el diario Clarín recibió de pauta oficial $ 68 millones del Estado Nacional, seguido por La Nación con $ 66 millones y el cordobés La Voz del Interior con $ 48 millones. Pero eso solo en medios gráficos, o sea, en papel. Para portales web, que es más accesible para la sociedad, es mucho mayor: Infobae se llevó $ 178 millones; Clarin el mismo monto, y La Nacion $142 millones. En canales de televisión, TN está a la cabeza con $ 200 millones; America TV $ 131 millones; A24 $ 111 millones; y La Nación + con $ 91 millones. Finalmente, radiofónicos: Radio 10 con $ 64 millones; Rivadavia $ 26 millones; y Radio Berlín, que pertenece a Luis Majul, con $ 12 millones.
Sobre los discursos de odio, la Red señala que “Baby Etchecopar, Viale, Majul, Plager, La Nación + y Clarín son responsables. ¿Sabes quién más es responsable? El Estado argentino. Porque continúa financiando con pauta a estos criminales”.
***
El Estado moderno, como lo conocemos en la actualidad, nace en el año 1880 bajo la administración de una clase social ascendente: la Oligarquía. Su imposición de status como tal fue el último paso luego de la repartición discreta de tierras y concretada en su último tramo luego de la Campaña del Desierto. Para quienes se apoderan de la renta, el derramamiento de sangre autóctona es el costo para producir un estado-nación unívoco.
Volvamos a Baby: dijo en su programa de televisión que él no recuerda un intento de magnicidio como el que padeció Cristina, desde el recordado caso de Lisandro de la Torre, en el interior del Congreso de la Nación. Si se pensara en un ángulo más amplio, se podría abarcar incluso en hechos más posteriores y masivos, como los bombardeos en Plaza de Mayo. Para cuando este mismo Estado cumpla un siglo y medio de existencia, justo en la mitad se tendrá como fecha el año 1955, cuando ocurrieron esos ataques que implicó muertes de civiles y la salida y exilio de Perón.
De todas maneras, Baby no es inocente: comparar a CFK con De la Torre es trasladable a Andrés Sabag Montiel con Ramón Valdez Cora, el hombre que en 1935 apuntaba con su arma a De la Torre pero que terminó acabando con la vida de Enzo Bordabehere. Baby sabe que Valdez Cora no era un “loco suelto”.
***
“Los discursos de odio no son libertad de expresión”. La frase se repite en todos lados. En la marcha, se rememoran aquellas frases de hace una década como “El amor vence al odio”, que que se conecta con la fracasada campaña de 2015: “Más amor y menos Macri”. Incluso se invoca, involuntariamente, a la teoría de los dos demonios: diviso un cartel que pide que no volvamos a la época de cuando se apuntaba un arma a la cabeza. Quien lleva esa inscripción es una joven que, probablemente, nació después de que el kirchnerismo propusiera cambiar el prólogo del libro del Nunca Más.
***
– ¿Sentís que quiso matar a Cristina?, le pregunta un panelista de un programa porteño a un entrevistado que dice ser amigo de Sabag Montiel. Le responde: “Yo creo que su intención era matarla. Pero lamentablemente no ensayó antes”. Otra panelista no dejó pasar el “lamentablemente”: “Casi como si a vos te hubiera gustado que la mataran”, le replica.
“Y… por ahí iba a significar menos impuestos”, le responde.
Cuando Sabag Montiel entró a su etapa adulta, el kirchnerismo comenzaba a dar sus primeros pasos. La bonanza de los commodities, mediante una administración eficaz de recursos, llevaron al ensanchamiento del sector clasemediero argentino. Para Pablo Stefanoni, autor del libro ¿La rebeldía se volvió de derecha?, esa clase media ascendente deja “de utilizar la salud y la educación pública”. Y, por ende, “los impuestos se van volviendo cada vez menos legítimos. Y la crítica antiimpuestos suele ser una vía de expansión de las derechas”.
En el segundo mandato de Cristina, se inicia una tensión con el sector obrero sindical, encabezado por la CGT, donde este le reclama contra la existencia del impuesto a las ganancias. Mientras ambos bandos centralizan la cuestión impositiva sobre ello, el 21% del IVA que elevó Domingo Cavallo se mantiene hasta el día de hoy y de los pocos legisladores oficialistas que proponen discutir una reforma progresiva impositiva son ninguneades, bajo el conformismo del consumo interno, confundido con consumismo.
Hoy, el progresismo dejó pasar el discurso sobre los impuestos, servido en bandeja, a sectores de derecha y mediáticos, que se empalma no solo con cada comentarista televisivo, sino también con cada noticia que ponen que los argentinos pagamos el elevadísimo número de 165 impuestos. Claro que lo que no aclaran es que nuestra fiscal es parecida a la de Uruguay, país evangelizado por esos medios, y muy inferior a los más desarrollados. Encima:
- esos países del norte no garantizan ni siquiera servicios públicos como los que tenemos aquí como salud y educación;
- y la evasión fiscal incide en la necesidad de no desabastecer las arcas, del cual Argentian sería uno de los países con más problemas en el mundo.
No dimensionar eso, con el afán de correr de toda responsabilidad al oficio que ejerció Rodolfo Walsh, es tener su lugar en la antología del llanto y no en la historia viva de su tierra.
***
Y mientras tanto, en la marcha…
-¿Qué tan lejos está el fondo de la marcha?
-Como a cinco cuadras.
-Ufffff…
¡Cinco cuadras!, me pregunto. A medida que avanzo en esas cinco cuadras, la liturgia peronista muy lentamente va desvaneciendo. Pero prosigue. En el sector de las organizaciones de la economía popular, el logo de la UTEP se vuelve notoria. No ocurre así con la CGT, que quedó fuera de la vista.
Hace una semana atrás, cuando ocurrió la represión de la Policía Metropolitana en la cuadra donde vive Cristina, el analista de discursos políticos, Mario Riorda, había publicado en Twitter que “la distancia simbólica del kirchnerismo con Recoleta (y también con Puerto Madero), no es -paradojalmente- la misma distancia de sus dos máximos lideres que viven ahí”. Más allá de que más de uno calificó al twit de gorila, eso entra en diálogo con un punteo del ensayista Mariano Pacheco: “Las militancias identificadas con Cristina trazan el paralelo ‘peronismo/kirchnerismo’, quizás sin prestar demasiada atención a la diferencia entre lo que el kirchnerismo produce en militancias propias y quizás una gran masa crítica de personas de las principales ciudades del país, con el arraigo en el mundo obrero y popular que el peronismo histórico supo cosechar (lógica bajo la cual se encuentran muchas dificultades para explicar no sólo la derrota electoral de 2015 –y en otros término, las de 2017 y 2021—sino también cómo la grieta no se produce entre Recoleta y Avellaneda, Palermo y Berisso, sino al interior mismo de esos mismos barrios, con todo lo que el territorio expresa en términos sociológicos)”.
***
***
La marcha en defensa a Cristina, o a la democracia, fue como una burbuja perdida en el tiempo. Sin barbijos y poniendo el eje en los discursos mediáticos. Acordes en un tiempo atrás, donde los salarios le ganaban a la inflación y no había deudas con el FMI. El gran ausente es el ajuste.
Y no es que quienes se presentan pecan de inocencia. Subterráneamente, el clamor de ese sector de la sociedad puso en el acento en una silenciosa bronca contra ese frente oficialista del cual gran parte se siente decepcionades. Y no tan subterráneo aún, es la de ratificar el liderazgo de su Jefa.
Si los partidos políticos tuvieron su crisis en el 2001, le tocó el turno a las alianzas, de la cual ninguna es ajena a esos problemas internos. Tanto por dentro como por fuera de quienes marcharon son conscientes de la centralidad de Cristina.
Si el amor era suficiente en ese entonces, ¿por qué ganó Mauricio Macri en 2015 y 2017? Esa es la duda que quizás no se pudo responder. Una posible respuesta: el contraataque de odio de los medios. ¿Entonces el amor no vence el odio? Es decir, ¿no sería impensado recuperar el odio?
En cierta manera, el amor fue lo que también caracterizó los inicios del Frente de Todxs. Se habló de “Estado maternal” frente a las preventivas medidas contra la pandemia, de resguardar al destituido Evo Morales ante el peligro de otro magnicidio, de buscar la manera de combatir el hambre en el norte, de juntarse a dialogar con los magnates del establishment, de mantener una “relación carnal” con un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y otras situaciones a resolver entre todas y todos. Pero parece que el amor tampoco fue suficiente.
El odio es un sentimiento que se debe construir en asociación con el amor. Tal es su importancia, que resulta necesaria no desprenderla de ella. La confusión se radica cuando se desatiendan por separado. En política, como en la vida y el cosmos, lo que se crea algo se hace a partir de lo destruido. Y se destruye primero para luego crear algo. Tener odio también es un derecho, y jamás se lo cede como un privilegio o un interés de la clase acomodada.
***
Sábado 27 de agosto. Noche.
De lo único que se habla en la prensa es de Recoleta. La Policía Metropolitana, las vallas y los camiones hidrantes se mantienen intempestivos frente a la muchedumbre bajo el reclamo por acompañar a su dirigente. Las bataolas encandilas las cámaras de televisión, los detenidos son agarrados al voleo y alguno que otro recibe algún golpe de un uniformado.
En algún momento, Sabag Montiel ve ante esas imágenes desde su computadora una pesadumbre borgeana: se lidia entre la civilización y la barbarie, el gaucho y el estanciero, lo nativo y lo gringo. Lo latinoamericano y lo europeo. Es la insistencia por anhelar aquellas viejas tierras de sus ancestros, mientras los pies se aferran en tierras donde la sangre brota. “¿Por qué allá la pasan bien y nosotros la pasamos mal?”, se pregunta más de uno anhelando vivir en Suiza, cuando en realidad no entendemos que allá la pasan bien porque nosotrxs la pasamos mal. En esa división internacional del trabajo, que decidió aquella Oligarquía, el privilegio de la renta es la contracara de quien pierde esos activos. La sangre en América Latina se derrama por el resultado del desequilibrio algebraico.
Ese joven, de cuerpo tatuado con simbología esotérica nazi, siente que todo llegó a un límite. Alguien tiene que hacer algo. Cree que su voluntad será su triunfo. Pero es lo suficientemente compulsivo como para no evitar un mínimo error básico armamentístico.
Pero sí magnánimo como para apesadumbrar a un pueblo que no reniega de su memoria, aunque a veces se la lleva por delante.