Perdido en Valparaíso
Una crítica a la película argento-chilena “De la noche a la mañana”, de Manuel Ferrari
Por Lea Ross
El paisaje no es unidireccional. La contemplación no se conforma en una dimensión. Es lo que quizás viene planteando un docente universitario como Ignacio Soria, el protagonista de la película. En cierta manera, el entorno es una extensión de la propia identidad. Y como tal, lo moldea tanto a nivel espiritual como corporal. Es en ese bagaje en que Manuel Ferrari realiza ésta producción argento-chilena De la noche a la mañana.
El mencionado Ignacio, interpretado por Esteban Menis, es un especialista en arquitectura que no parecer tener una perspectiva muy fina. Es indeciso, inseguro, nervioso e inquieto. Todos los rasgos que se esperaría de cualquier producción local, amante de la narrativa de Woody Allen. Pero tanto Ferrari como Menis tratan en lo posible de no sobresaturar ni denotar con demasía. No es fácil: prácticamente, las escenas duran una toma. Y toda puesta en escena está armada para que la cámara se concentre netamente en el protagonista.
De cualquier manera, Nacho recibe un ofrecimiento para realizar una conferencia en la Universidad de Valparaíso. Entre una noticia inesperada que le otorga su pareja y un vuelo internacional que tendrá sus percance, serán solo un preámbulo de lo que le avecina al desafortunado docente. El cúmulo de desventuras ocupan dentro del relato el orden necesario para lograr mantener en vilo la trama. En cierta manera, compensa cierto desaprovechamientos de recursos, que no son de todos abundantes, a partir de la ausencia de la música o el uso de planos generales, que no brindan mucho ingenio para el fuera de cuadro. La excepción subraya la regla, cuando vemos al antihéroe, cauteloso, utilizando un teléfono para hacer llamadas internacionales, mientras recibe la vista gorda de un empleado que limpia mesas. Es así que algunos personajes secundarios son desproporcionados, entre un médico desaprovechado que plantea sobre el “cuerpo como industria” y un multimillonario empresario extremadamente estereotipado y forzado de contrapeso para Ignacio.
Sin embargo, la película alcanza su punto cúlmine a nivel cinematográfico cuando el personaje de Menis contemple el mar y se codea en un ambiente boscoso. Tanto la fineza fotográfica como el espectro sonoro ofrecen no solo un momento con cierto enigma, sino también como un revisionismo perceptivo de todo el filme, luego de varios registros urbanos de lo que son las calles chilenas, que contempla una serie de cuadros entre rupestres y de vanguardia, cuyos contrastes las vuelven tan inquietantes como sus movimientos sísmicos o una lucha estudiantil.
De la noche a la mañana es una comedia que, por momentos, tiembla ante la abatida de caer en concesiones televisivas o recurrencias del cliché humorístico. Pero que en cierta manera, se aferra con riesgo y alegría sobre esa búsqueda tan sudamericana, como es encontrar nuestro lugar en el mundo.