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Semblanza sobre la Córdoba de Mario Pereyra

Por Lea Ross

Foto de portada: Bárbara Arias

Mayo de 2017. Son las dos de la tarde. Mario termina su programa radial emblema, “Juntos”, y se prepara para irse hasta su casa. Un día habitual para él, cuando se llega a esa hora, es ir almorzar y tomarse una siesta, para luego retornar a la radio, cumpliendo sus obligaciones directivas. Pero ese día, la gula lo tentaba prematuramente. Mientras se acerca a la puerta principal, escucha su nombre desde un megáfono. Más que la invasión sonora, y teniendo sus pronunciadas lentes oscuras de por medio, sus ojos se enfocaron en un choripán, que tenía en sus manos una de sus empleadas. Ella, sin mucho chistar, se lo ofrece al zar de la radio.

Frente a la sede de Cadena 3, trabajadores de la prensa manifiestan su pérdida salarial y rechazan las ofertas patronales de distintos medios de comunicación. Aprovechando la presencia de Mario Pereyra, integrantes de la cúpula sindical se acercan al mandamás de la radio. Mario los escucha atento. “Ustedes no se preocupen, que acá todos cobran bien -dice el empresario radial, mientras degustaba el manjar que tiene en sus manos-. Además, acá ganamos mucho más de lo que ustedes piden”. “Entonces, le pedimos que hagan un aporte para destrabar esto durante la mesa de las paritarias”, le responde el líder sindical de la prensa. “Perfecto, veremos”, comenta al pasar, mientras devuelve el chori para dirigirse hasta su vivienda, ubicada en el country Las Delicias.

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La muerte de Mario Pereyra –sanjuanino de nacimiento y de crianza; cordobés de meritocracia-, locutor y accionista de Radiodifusora del Centro SA, dueña de la radio Cadena 3, la más escuchada del interior, ha puesto una incertidumbre dentro del mapa mediático cordobés. Tal es así, que durante todo el domingo pasado, el día de su muerte, el portal de La Voz del Interior, el más visitado de la provincia, mantuvo cautivo a sus lectores con una proliferación de notas referidas a la sorpresiva noticia, desplegando distintos tramos de su vida, incluso tocando las secciones de deportes y espectáculos, algo que nunca ocurrió ni siquiera con el fallecimiento de algún ex presidente. Para la portada en papel del día lunes, en ningún lado se aclaró que estaba internado por Covid-19.

Durante tres décadas, Cadena 3 mantenía firme una arquitectura radiofónica, en donde Mario Pereyra funcionaba en una suerte de DJ, a pesar de su avanzada edad. Comentaba una noticia al pasar, le daba pie a una locutora para dar alguna información de servicio, volvía para dar aire a un movilero, que a su vez éste último ponía al aire el audio de un testimonio de algún funcionario, que luego Mario volvía para pasar la opinión de sus oyentes, sin olvidarse que luego leería una publicidad, justo en el medio para pasar a la próxima nota. Todo eso podía ocurrir en tan solo un minuto y medio.

El estilo Cadena 3, o más bien el “estilo Mario”, permitió mantener latente la confusa relación entre periodismo y comunicación institucional. Para que gran parte de los medios de comunicación de los pueblos del interior puedan sobrevivir, se ven obligados a funcionar como voceros de las empresas y de los gobiernos de turno. La provincia de Córdoba, incluyendo su ciudad capital, todavía mantiene ese instinto pueblerino, donde solo el chisme monopoliza las polémicas y furibundas discusiones entre quienes viven al lado. Toda producción periodística se reduce a ser más que el yeso que moldean aquellos que tienen sus cargos en el poder. Así también funcionaba Cadena 3: la paulatina corrosión de lo que es la fuerza crítica.

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Santiago de Chile. 1845. “Córdoba no sabe que existe en la tierra otra cosa que Córdoba; ha oído, es verdad, decir que Buenos Aires está por ahí; pero si lo cree, lo que no sucede siempre, pregunta: ‘¿Tiene Universidad?, pero será de ayer; veamos: ‘¿Cuántos conventos tiene? ¿Tiene paseo como éste? Entonces eso no es nada’”.

Así lo expresaba el sanjuanino Domingo Faustino Sarmiento sobre aquella ciudad, cuyos habitantes “tienden los ojos entorno suyo y no ve el espacio”. Habitantes que caminan hasta cuatro cuadras de la plaza, dando vueltas alrededor de un lago artificial. Para aquel pensador y futuro presidente, el problema de la ciudad pasaba tanto desde lo interno, donde no había teatros ni imprentas que valgan, donde cada familia podía acceder a un clérigo o monja para inculcarle sus tópicos medievales, sobre todo para los que tenían menores recursos; hasta desde afuera de la ciudad, subsumida por frondosos bosques “salvajes”, como referencia al atraso y la barbarie. En la actualidad, esos bosques solo quedan un 3%.

Un siglo y medio después, otro sanjuanino, Mario Pereyra, mantendría en su programación en Cadena 3 toda oración y peregrinación para saciar el anhelo divino para el pueblo cordobés. En alguna oficina de la radio, está colgado en la pared algún cuadro del Cura Brochero.

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Julio de 2019. Fue la primera vez que Mario Pereyra pasó a ser “trending topic” en las redes sociales a nivel nacional (la segunda ocurriría un año después, el día de su muerte). Comenzó un día viernes, durante las campañas electorales presidenciales, donde estaba presente en el estudio el candidato Alberto Fernández. La dinámica del programa era que fuese como invitado en la sección “La mesa del café”, a cargo del columnista Miguel Clariá. Un par de preguntas cómodas para romper el hielo, hasta que de repente, Mario intervino con sus incisivas preguntas sobre cómo se explicaba que tuviera como compañera de fórmula alguien que cuenta con distintas causas por corrupción. El invitado logró correrlo, debido a su trayectoria como pedagogo y por su formación en el derecho penal. “¿Usted sabe cómo se eligen los jueces?”, le repreguntó Alberto. “No”, le tuvo que responder Mario, sabiendo que el domador iba a ser domado.

Concluido el tiempo, y con las preguntas monopolizadas por Mario, Clariá tuvo que dar su cierre, agradeciéndole al invitado por su presencia: “Bueno Fernández… Lo despido. Espero poder entrevistarlo… periodísticamente”. Esa última palabra, le cayó mal al conductor.

Durante todo el fin de semana, tanto los medios porteños como las redes sociales se burlaron del zar radiofónico al quedar mal parado. Al llegar el lunes, nuevamente arrancó la “mesa de café”, pero sin la presencia de Miguel Clariá; nunca se aclaró el porqué. Se hizo cargo su conductor, Mario Pereyra, donde se limitó a profundizar lo que pasó el viernes. Sin aceptar una autocrítica, subrayó que nadie podía correrlo en nada, sabiendo que éste programa, “Juntos”, lideraba la audiencia en Córdoba por décadas. Por ende no solo repudió las opiniones de los demás, sino también de personas “de este medio, periodistas que se dicen compañeros”. Más de uno en el estudio, se mantuvo callado, ante el enojo del emperador.

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Años sesenta y setenta. La ciudad de Córdoba era un potente centro industrial, teniendo como uno de sus íconos la rama automotriz. Si a esto se le suma una de las universidades más antiguas del continente, la unión inédita entre el movimiento obrero y el universitario detonó a finales de junio de 1969 en el “Cordobazo”, que puso en jaque a la dictadura de Juan Carlos de Onganía. Luego de eso, para las elecciones a gobernador, había ganado el odontólogo Ricardo Obregón Cano y el sindicalista de choferes, Atilio López, con un fuerte apoyo del ala más combativa del peronismo.

En Los traidores (1973), la única película ficcional que realizó Raymundo Gleyzer, hay una recordada escena que transcurre en la Embajada de Estados Unidos, donde el embajador plantea que el “caso Córdoba” podía desencadenar un efecto contagio en el sector fabril de la provincia de Buenos Aires, donde tienen importantes inversiones. “Esta situación no puede continuar”, señala el personaje.

A fines de febrero de 1974, el jefe de policía Antonio Navarro ejecutó un golpe institucional contra Obregón Cano y López. El hecho conocido como “Navarrazo” es interpretado como el “ContraCordobazo”. El 2 de marzo de ese año, el presidente Juan Domingo Perón ordenó la intervención de la provincia, pero sin que los funcionarios elegidos democráticamente retomen sus funciones. En septiembre, luego de la muerte de su esposo, la ascendida mandataria María Estela Martínez de Perón designó como interventor para Córdoba al brigadier Raúl Lacabanne, quien lanzaría el Comando de Acción Libertadora, una versión local de la Triple A, para perseguir a sindicalistas, estudiantes, obreros y cualquiera con actitud sospechosa. Córdoba ya estaba padeciendo el terrorismo de Estado dos años antes que se ejecutara el golpe nacional de 1976.

En septiembre de 1975, se designó como tercer interventor a Raúl Bercovich Rodríguez hasta que ocurriera el golpe. En el medio de ese cambio entre Lacabanne y RB, se designó por un solo día como impasse al general Luciano Benjamín Menéndez, jefe del III Cuerpo del Ejército, y quien en plena dictadura de 1976-1983 se encargó de profundizar las políticas de terror y miedo en toda la provincia. Su efectividad permitió arrasar con cualquier rastro de ideales revolucionarios en gran parte de la sociedad, atormentada por el repliegue represivo estatal.

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Años noventa. Con el retorno de la democracia y la decepción del alfonsinismo, Córdoba seguía padeciendo el retroceso de su actividad industrial, para luego ceder su crecimiento a la actividad agrícola, con la llegada de la soja transgénica, teniendo su mayor concentración en rindes en el sudeste provincial, mediante el aprovechamiento de la pampa húmeda. La sojización, a su vez, impulsaría la tan mentada “meritocracia”, donde los productores ven con un fuerte rechazo al Estado al quitarle lo que producen mediante impuestos y retenciones, y cuyos ideales se lo inculcarían a sus herederos cuando se trasladen a la ciudad capital a ejercer sus estudios universitarios.

Es en ese contexto donde arriba en Córdoba unos intrépidos sanjuaninos Mario Pereyra y José “Rony” Vargas, también reconocido locutor, para presentar sus propuestas en la compra de la emisora LV3, que era una radio pública. El dinero lo aportaría el empresario financiero Gustavo Defillipi.

El contrato se aceptó mediante el decreto 2639/90, firmado por el presidente Carlos Menem, luego de un “concurso público de antecedentes” y no una “licitación pública”, por la módica suma de 260 mil pesos, con una concesión por 15 años, y una prórroga de 10 años más –o sea, hasta el año 2015-, y finalmente la absorción por parte del Estado de la pesada deuda que acarreaba la radio.

También implicó el traspaso a Radiodifusora del Centro de un valiosísimo terreno que la radio tenía en el coqueto barrio Cerro las Rosas, donde funcionaba la planta transmisora. El que fue vendido por cifras millonarias en dólares en el 2004, como la “operación inmobiliaria del año”, a la empresa de salud OSDE.

Mientras tanto, Cadena 3 adquirió frecuencias truchas de decenas de FM del interior del país, con las cuales comenzó a extender los eslabones de su radio cadena LV3 por todo el país, con permisos flojo de papeles. Era el inicio del reinado del zar, acaparando cada uno de los territorios en el espectro radioeléctrico.

Para ese mismo año de 1990, Mario incursionó en televisión. En particular, en el canal de la Universidad Nacional de Córdoba, con un programa llamado “¡Qué Domingo!”. Su primera emisión incluía la tan comentada entrevista al ex represor Menéndez, indultado por ese entonces por Menem. No salió en vivo, sino grabado. Mario lo presentó como una persona “discutida” y “polémica”; hoy, esa persona murió cargando una decena de condenas a prisión perpetua, inédito a nivel mundial. Según el productor televisivo de ese entonces, Jorge Zapata, luego de la emisión, las autoridades de la Universidad expresaron su repudio por cómo se había llevado a cabo ese reportaje, a pesar que el rector había contado con una copia en VHS una semana anterior a la transmisión.

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Junio de 2019. Un mes antes de su incómoda entrevista con el electo presidente, Mario Pereyra recibió en su casa al candidato que le generaba más simpatía: Mauricio Macri, que también estaba en plena campaña. Junto con sus socios de la radio, tuvieron un agradable encuentro, donde degustaron exquisiteces preparados por una pareja de reconocidos chefs de lo más top en Córdoba. Otro de los comensales fue Mario Buttigliengo, reconocido empresario de la obra pública cordobesa. Pocos días después, su nombre quedaría salpicado por el escándalo de los cuadernos a nivel nacional.

Los medios de Mario Pereyra –conformado por Cadena 3, su página web, las FM, etc.- ya recibían la pauta oficial de Macri durante su período como jefe de gobierno porteño. Entre los años 2011 y 2015, según un relevamiento del portal InfoNegocios en base a lo publicado por el portal oficial de la jefatura, recibieron un importe de más de 3 millones de pesos; fue el único emporio cordobés que adquirió una suma millonaria por parte del estado municipal de la ciudad más importante del país.

Para el 29 de diciembre de 2015, cuando ya se estaba por acabar la concesión de Cadena 3, el recientemente asumido presidente no solo derogó parte de la Ley de Medios Audiovisuales, sino que además le permitió prorrogar por 10 años más la concesión de la radio a Mario Pereyra, Vargas y Defillipi. Para ese entonces, no solo era de público conocimiento la amistosa relación entre Mario y Mauricio, sino que además ya se caracterizaba por su crítica permanentemente a la corrupción y a la ayuda que el Estado aportaba a los sectores más vulnerables de la sociedad y las políticas de inclusión del “populismo”. Discurso confortante, donde los votos a Cambiemos en 2015 y Juntos por el Cambio en 2019 tenían una alta concentración en la pampa húmeda sojera y en los principales centros urbanos. La única región donde Córdoba no era amarilla era en la zona norte, donde el consumismo voraz de cemento era frenado por las rémoras presencias de bosque autóctono.

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Los días lunes 2 y martes 3 de noviembre, La Voz del Interior publicó en la sección de Avisos Fúnebres una gran cantidad de mensajes de condolencias por el fallecimiento de Mario Pereyra. En total: 161 publicaciones.

82 de ellos, o sea la mitad, tienen la firma de cámaras empresariales, entidades con fines comerciales, y reconocidos empresarios. 23 son de figuras reconocidas de la política partidaria. Y los 56 restantes se dividen exactamente a la mitad entre, por un lado, familias y personas allegadas; y por el otro, entidades educativas, laborales, estudios jurídicos, fundaciones y de otras con fines sociales. La gran mayoría pidieron una oración y que tenga su lugar ante las puertas de Dios.

Entre los que se pueden mencionar: cámaras empresariales de distintos rubros; empresas desarrollistas que bancan mucha publicidad, como así también las campañas electorales, entre ellos Aldo Roggio y Jorge Petrone, quienes confesaron haber pagado coimas a funcionarios públicos; las familias más multimillonarias de la provincia, como son los Pagani y los Urquía; directorios de hospitales privados; restoranes y shoppings; las más importantes figuras del PJ y la UCR local; estudios de abogados con mucha exposición mediática; fundaciones que ayudan a niñxs carenciadxs; y un solo sindicato, cuyo secretario general fue candidato a diputado por el Frente de Todos; y que juega fuerte para Sergio Massa.

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El poeta y cineasta Pier Paolo Pasolini decía que “gracias a la muerte, nuestra vida sirve para explicarnos”. Cuando se define el corte de una toma, sea en el momento de filmar o durante la mesa de edición, se define el sentido de la imagen, de la misma manera en que la muerte incide en la vida: “La muerte realiza un rapidísimo montaje de nuestra vida: o sea, selecciona sus momentos verdaderamente significativos y los ordena sucesivamente, haciendo de nuestro presente, infinito, inestable e incierto, y por lo tanto lingüísticamente no descriptible, un pasado claro, estable, cierto y, por lo tanto, lingüísticamente bien descriptible”.

Hoy son varias las generaciones mediterráneas que lloran por la caída del zar. La mezcla de nostalgia y melancolía desencadena esas lágrimas que cargan su compañía, desde esa sintonía donde, al igual que la dirigencia actual, se negó a buscar sus herederos para su misma radio. Varios que quienes lo iban a reemplazar se mudaron a otros diales.

Durante los últimos meses, Mario Pereyra usaba la lingüística para defenestrar las medidas sanitarias que se estaban viviendo en todo el mundo. Llegó a decir que sentía que estábamos en prisión y que esto no se vivía ni siquiera en la dictadura de Augusto Pinochet. “Pobre Pinochet”, dijo al pasar, sin importarle si eso iba a generar polémica. Y ahora, resulta que murió luego de contraer el coronavirus. Eso solo puede ocurrir en Macondo o en Springfield. Por eso, quienes formamos parte de las generaciones más jóvenes, simplemente exponemos nuestro goce ante tamaño realismo mágico, el único que nos ha regalado Mario.

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