Primera Parada: Refugio Libertad
El economista jipi y su chofer jipi cruzan las altas cumbres en un tour de turismo militante para echar un vistazo a las hermosas experiencias de la economía popular y el cuidado de la casa común en los valles vecinos.
Por Tomás Astelarra
Partimos de Traslasierra el economista jipi y su chofer jipi junto a dos pequeños guardaespaldas del asombro y la alegría. Compramos en el local cooperativo Humano unas galletitas de El Faro, un jugo del movimiento campesino, y un chocolate delicioso que deja a los gurrumines atónitos por un rato. Encaramos altas cumbres rumbo a Villa Ciudad Parque para dar unos talleres y compartir con les cumpas todo ese crisol de hermosas experiencias de las que tanto se habla con esperanza por todes lares. Antes tenemos programadas unas paradas en el Refugio Libertad y Alta Gracia, donde la idea es compartir una mateada con les cumpas de La Creciente y la recién inaugurada planta de reciclado.
Me pregunta el jipi por el Refugio Libertad. Como el camino es largo me remonto al día en que conocí a Sergio Job hace más de una década. Recién llegado de Colombia andaba escribiendo un libro sobre la relación entre empresas multinacionales, gobierno y grupos paramilitares masacrando indias, negras y campesinas con la maldita suerte de nacer y querer preservar abundantes espacios de la Pachamama (Casa Común). Quería relacionar esa historia con la Argentina bajo el supuesto que la efectiva estrategia extractivista de esas empresas multinacionales en Colombia (donde los rendimientos de los recursos naturales son ganancialmente mayores) se expandiría sobre el resto del continente. “Tenés que conocer a Sergio Job”, me dijo el Mariano Pacheco, porteño (bonaerense diría él) como io, tratando de entender la lógica política del cordobesismo. El Sergio además de dirigente del Encuentro de Organizaciones (una experiencia popular cordobesista) era abogado penalista y de derechos humanos y experto en conspiraciones del poder capitalista y su “seguridad democrática” (Álvaro Uribe dixit).
La excusa fue una entrevista. La cita fue en un estudio de abogados llamado Deodoro Roca (tuve que preguntar quién carajo era). La casona al final del barrio Güemes tenía más pinta de casa okupa que de estudio de abogados. Había tipos de camisas floridas fumando cigarrillos armados mientras hablaban de casos de derechos humanos. El tipo (Sergio Job) conocía la realidad de Colombia y me hablaba del Manhatan Institute y su aplicación en la ciudad de Córdoba cercando el centro de la periferia de gorra (con la otra gorra). En medio de la entrevista sonó el teléfono y Sergio me pidió un minuto pa contestar. Parecía consternado luego de la llamada. Le pregunté por qué. Ese día era, precisamente, la Marcha de la Gorra (otro fenómeno cordobesista popular). Me contó que habían ideado una estrategia para que no hubiera bardo con la bajada de los carreros a la movilización. Aunque pareciera un chiste, cada columna de carros iba a bajar con un cura, un abogado y un periodista para interceder ante la policía que siempre intentaba impedir la llegada de la negrada cordobesa al centro de la ciudad. Estaban los curas y los abogados (ellos mismos), Faltaban los periodistas.
-Yo soy periodista- aclaré por las dudas.
-Mirá que puede haber tiros. La cosa se pone cruda.
-Te acabo de decir que viví en Colombia- aclaré.
Aquella tarde bajé a la Marcha de la Gorra, de la periferia al centro, en el carro de un tal Kinko. No hubo demasiados problemas, pero me comprometí a hacer una visita y una crónica sobre la Cooperativa de Carreros y Recicladores La Esperanza. La imagen de los carros y sus caballos por el paseo Colón parecía una de Espartaco. El padre Marcos la estaba pasando bomba intentando guiar a su caballo. El momento fue inmortalizado en un video de Sara Hebe. Ahí nomás pegamos onda con el Sergio, y en otra visita a la capital cordobesa me invitaron a un plenario del Encuentro de Tierras (la pata territorial y ocupacional del EO).
En un barrio de la periferia de Córdoba (creo que era Parque Las Rosas) una treintena de miembros de ocupaciones, tanto en la ciudad como en las periferias, hablaban de emprendimientos avícolas, construcción natural, huertas, autodefensas y procesos de desalojo. Allí estaba también Mercedes Ferrero, politóloga, pareja de Sergio. En un momento la gringuita esta dijo era momento de la “acción”. Les cumpas se encolumnaron detrás de una bandera que decía “Tierra y Libertad” (todavía no había nacido la UTEP y su lema Tierra, Techo y Trabajo).
Marchamos por las calles de tierra hasta un muro de bloques de cemento. Un par de cumpas agarraron las mazas y rompieron el muro. Entramos a un barrio cerrado con algunas pocas casas y muchas calles de cemento y pilares de luz. En el centro del predio había un evento para atraer compradores. Carros de cerveza conchetos con almohadones y una banda pop. Un pequeño arroyo nos separaba. Les atónites señores de traje o ropa sport miraban absortos y sin reacción a la negrada invasora. La grasa de las capitales se había hecho presente. Un tipo pelado con handy gritaba desesperado. En menos de diez minutos estábamos rodeados de patrulleros. Sergio y otres compas designades interlocutaron con los tombos (gorras) mientras el resto nos desmovilizábamos. En medio de semejante revuelo un don miraba el suelo sin poder reaccionar. Levantó la mirada y me dijo suavecito: “Acá estaba mi casa, mis gallinas”. Fue de esas tierras que las familias que en ese entonces ocupaban precariamente un predio amenazado de Parque las Rosas habían sido desplazadas con falsas promesas de vivienda bajo la excusa que eran terrenos inundables. La excusa no sirvió para ejercer el negocio inmobiliario.
Tierra para la producción y el trabajo
Varios años después Sergio y Mer me comentaban que la tierra conquistada no había sido suficiente para emprender proyectos productivos. Había tierra, había techo, pero no trabajo. En conjunto con el anhelo que muches siempre sentimos de salir de la ciudad y sus precariedades humanas, tenían planeado mudarse a un pueblo perdido al final del valle de paravachasca, Los Molinos. Había una casa de retiro de los curas (con los que venían articulando hace un tiempo) y tenían la intención de pedirle un par de hectáreas para un proyecto productivo. Alquilaron una casa y cuando fui a visitarlos Sergio me mostró la huerta propia, la comunitaria y caminando más allá del rio un predio enorme que era de Fabricaciones Militares. Eran 900 hectáreas y pensaban ocuparlo. Pensé que estaba re loco. Pero un par de años después me invitaron a dar un curso de economía en el patio del ex Casino de Oficiales. Habían conseguido un acuerdo con el gobierno (con la Agencia Administradora de Bienes del Estado, AABE) para ocupar algunas hectáreas, sin edificios. Estaban reformando el edificio derruido para un centro cultural, de formación, de acopio de herramientas para el proyecto de agricultura familiar que habían encarado con una decena de vecines. En el predio había habido desaparecides (en el ex-Grupo 141 de Artillería del Ejército). Se sentía una energía rara, entre abandono y muerte. Por suerte aquellas doñas, las poetizas populares, le daban un poco de esperanza al situación. Como semillas creciendo en tierra yerma y desbastada por los agrotóxicos o el fuego de la especulación inmobiliaria.
Poco después caímos de visita a ese mismo sitio para un encuentro de la Unión de Trabajadores Rurales (UTR). Era de no creer como habían podido recuperar el espacio. En el predio todavía se sentía el abandono y ese aire de muerte que una vez también había podido percibir en el Ecunhi (ex ESMA). Fue solo un instante, luego me concentré en la doñas, les niñes, la manos curtidas hablando de la realidad social y política del país. Ahí estaba el mismo curita que había bajado conmigo y los carreros a la Marcha de la Gorra, el padre Marcos. Me contó que estaban planeando un espacio de formación para jóvenes carenciades. Tiempos después realizamos en otro de los edificios abandonados del predio un plenario de la Organización Libres del Pueblo (OLP). Alrededor de un fuego hicimos una mística en homenaje a un par de compañeros asesinados en el conurbano bonaerense por defender sus tierras tomadas. Recité esa del huarpe Tejada Gómez que dice: “la tierra estaba de antes” y pertenece “al sembrador callado que pone su semilla en la tierra como un semen dichoso”.
En idas y vueltas fui compartiendo con Sergio y Mer el progreso de la organización (Trabajadoras Unidas por la Tierra, Tra.U.T.), los talleres de género, la movilización contra la privatización del río, los proyectos productivos, el espacio de Memoria, la vez que fue Norita Cortiñas, los merenderos y comedores populares, la venta de pollos baratos para los barrios organizados de Córdoba, los acosos de la policía, el atentado a través de un incendio, los problemas con los militares que todavía habitaban el espacio, los financiamientos del estado, y las roscas de los avances y retrocesos en el proceso de recuperación, la “liberación de la madre tierra”, dirían les cumpas indígenas del Cauca (Colombia). Cuando Sergio me contó sin entender demasiado el proyecto de internet comunitario con Alter Mundi y la posibilidad de que las doñas de ese pueblito rural hicieran una cooperativa de ensamblado de “hardware” pensé que era ciencia ficción. De la buena. Cada vez que alguien en las charlas que uno tiene por ahí duda del poder de la economía popular les comento la experiencia.
Refugio Libertad
Saliendo de Alta Gracia mandamos mensaje pa avisar que en breve llegamos. Sergio pide que llevemos pa ensalada. El Mati compra además un par de birras y un pan relleno de salame y queso. El Inti se lo apropia pero logramos negociar su rescate a cambio del resto de chocolate que teníamos encanutado. Antes de llegar a Los Molinos un camino se adentra en el campo, poco antes de una tranquera oxidada de metal con una cadena rota. Estacionamos en el ex Casino de Oficiales donde ahora funciona un centro social y de formación. Los avances son impresionantes. Un compañero nos indica seguir el camino hacia el barrio de suboficiales. Sergio y Mer recuperaron una casita. Viendo las otras construcciones derruidas esa casita sabe a milagro. Nos esperan con su hijo recién nacido, Juan. Les peques encuentran amiguites. Salimos con el changuito a recorrer el predio. Pulular de familias organizadas recuperando espacios, arriando vacas, apilando bolsas en un galpón, un folleto y carteles nos indican los espacios donde se torturó y ejecutó compañeres, hay un casa para las recicladoras, un incipiente proyecto de vinos, la futura fábrica de “hardware”, la vista se dispersa por el campo y el monte, la montaña, hay un aire lindo (cada vez huele menos a muerte y abandono). Las compañeras se acercan a conocer a Juan, preparan un evento de arte y ecología (“Defensoras Ambientales”, un proyecto que recupera las voces de vecinas y vecinos de San Isidro, Los Molinos y La Quintana). La relación con los militares que todavía viven en el predio son tensas (no asi con sus niñes)
Las instalaciones del predio se encontraban en estado de total abandono desde que el genocida Grupo de Artillería 141 fue trasladado en el año 1993 y, a pesar de que en el predio siguió estando presente una guardia (dependiente de la Fábrica Militar de Río Tercero), los edificios fueron en buena medida desmantelados. Es en ese espacio abandonado, donde supieron habitar o trabajar unas 3.000 personas o militares, hoy se respiran esperanzas y proyectos. Una compañera nos cuenta que en esa casa donde viven Sergio y Mer antes trabajaba su mama haciendo la limpieza. Por unos pesos, malos tratos, de prestada. Hoy ella es dueña y protagonista de su trabajo. Ya son como 60 familias que trabajan en el predio dentro de las 450 familias que hoy integran Traut. Hay proyectos de todo tipo en las localidades de Los Molinos, Punta de Agua, San Agustín, Calmayo, Despeñaderos, Rafael García, Soconcho, Los Talas, Anisacate, José de la Quintana, Villa San Isidro, Monte Ralo y Corralito. Unidades productivas como huertas comunitarias, producción avícola, vacuna, porcina, ovina, apicultura, cunicultura, cooperativas de trabajo textil, de reciclado, balanceados para alimentar animales y cuadrillas de construcción, comedores y merenderos, apoyo para violencias de género, facilitación de eso engorrosos trámites del estado, formación desde la secundaria a la gestión de proyectos productivos. “Hay una necesidad al acceso a la tierra y la generación de trabajo en las zonas rurales y que sin presencia de las organizaciones sociales en el campo profundo no se construyen soluciones de ningún lado, son las soluciones que se generen y se inventan en el territorio. Hoy siguen vigentes los desplazamientos y los desalojos de los campesinos y campesinas de la zona. El Plan de Desarrollo Humano Integral, que impulsamos desde Unión de Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP), apunta a la creación de Comunidades Rurales Organizadas (CRO) como una forma de resolver un montón de problemas que está habiendo en las grandes ciudades que tienen que ver con el hambre, con la pobreza, con el desempleo y la violencia, con la falta de techo y vivienda y que nosotras creemos que ya es hora que empecemos a desconcentrar un poco las grandes ciudades y generar territorios de vida más dignos y sanos”, explican las compañeras. “Además, en el sector de la agricultura familiar, los que acceden a la tierra muy mayoritariamente son hombres y el sector de la agricultura familiar cuenta con un protagonismo enorme de las mujeres. Entonces también ese debate tenemos que darlo, garantizar el acceso a la tierra para las agriculturas, para las campesinas, para las trabajadoras rurales, y que no sea más la propiedad de la tierra un lugar de dependencia para ellas”, agregan.
En el ex Casino de Oficiales se llevan adelante las clases del Centro Educativo a Nivel Medio Adultos (Cenma) del Smata. Unes setenta compañeres son apoyades para terminar el secundario. En ese espacio se inaugurará prontamente la sede de la Región Centro de la Escuela Nacional de Organización Comunitaria y de la Economía Popular (ENOCEP) de la UTEP. La profes aprovechan para venir a conocer a Juan. El padre Marcos quiere organizar una misa cada primer sábado de mes en la flamante capilla Enrique Angelelli.
Además del río Los Molinos, el predio es “zona roja” según la Ley de Ordenamiento Territorial del Bosque Nativo. La misión de las cumpas es también de preservación ambiental, de la Pachamama o Casa Común. Traut promueve la creación de un Área Campesina en la totalidad del predio, de modo que el mismo no pueda ser utilizado con fines que pongan en riesgo la flora y fauna nativa, sino que toda actividad que se desarrolle sea en el marco del cuidado del territorio.
Gestión desde abajo
Entre mate y mate la Mer nos cuenta que el Refugio Libertad fue elegido entre 630 proyectos para llevar adelante el plan de Desarrollo Armónico con Equilibrio Territorial de la Jefatura de Gabinete de la Nación y el Consejo Económico y Social. La alegría de las cumpas que pudieron ir a Buenos Aires para recibir el diploma de manos de esos políticos y políticas que salen en la tele. Como todo plan del estado la gestión es engorrosa, y la Mer está formando otras compañeras para poder ejecutarlo. Como ese han podido gestionar numerosos subsidios que mejoran el trabajo de las compañeras. Una armoniosa unión entre el trabajo intelectual y militante y el trabajo de la tierra. No se quedaron en los libros ni la academia, las becas de investigación o las clases en la facu, Sergio y Mer también agarraron la pala, se fueron a vivir al campo, ocuparon una casa, nos brindan sus alimentos que elles mismes producen. ¿Qué pensará Juancito de toda esta hermosa perspectiva?
Cómo si no tuviera suficiente para hacer, el Sergio es también coordinador para la región centro (Córdoba, Santa Fé, Entre Ríos y La Pampa) de los CAJ (Centros de Acceso a la Justicia), dispositivos del Estado nacional que funcionan en las comunidades brindando atención legal primaria. Como muchas dependencias del estado creadas durante el kirchnerismo y destrozadas durante la gestión de Cambiemos, el Sergio viene hace un par de años intentando reorganizar los pocos recursos y trabajadores con los que recibió las oficinas. Los resultados causaron la admiración de las cúpulas más altas del ministerio de Justicia. Las respuestas en los barrios y periferias van desde evitar desalojos a acompañar vecinas con problemas de violencia de género, violencia institucional y otros males de la justicia patriarcal capitalista y elitista que sigue dominando la Argentina. Al igual que en otros sectores como la regularización de barrios populares, el reciclado o los mercados de cercanía, a pesar de la precariedad de presupuesto, la gestión de les cumpas que vienen de la militancia en el campo popular han mostrado excelentes resultados no solo en la cantidad de ejecución de los presupuestos sino también en su calidad.
Dejamos a la Mer durmiendo a Juancito y al Sergio que parte raudo a dar clases en la universidad, prendemos el quematuti para darnos una ducha caliente y dormir cómodamente en el refugio. Hay colchones y sábanas nuevas. Dejamos todo ordenadito a la mañana, calentamos una agüita y partimos rumbo a Alta Gracia con una alegría llena de esperanzas de ese otro mundo posible. Les niñes por fin dejaron de lado los celus para preguntar, comentar, opinar, acerca de esta maravillosa experiencia.
En la próxima entrega: La creciente de la economía popular en el valle de Paravachasca.