LITERATURA Y FILOSOFÍA

Un antídoto contra la cancelación literaria

A 50 años de su primera edición, entonces con prólogo de Ricardo Piglia, Edasha acaba de publicar El frasquito, primera ¿novela? de Luis Gusmán, texto que rescatamos esta semana en la sección Libros y Alpargatas de La luna con gatillo.

Por Mariano Pacheco

El frasquito es un recipiente amoral construido en un ejercicio de forzamiento de la gramática, de los sentidos, de los cánones. Es un relato perturbador, perverso, pornográfico, paranoide. La violencia del lenguaje que lo caracteriza puede ser leída en serie con la violencia de la historia –la explícita y la de sus omisiones-, en sus sentidos proliferantes, su lenguaje crispado, su sintaxis discontinua.

Cincuenta años después de su publicación, y por otros motivos que en su momento -de todos modos-, esta novela inicial de Luis Gusmán sigue siendo inasimilable tanto para conservadores como para progresistas. Y si bien el libro tuvo sus reediciones luego del “Proceso de Reorganización Nacional” que lo prohibiera en 1977 (a través de un decreto municipal que lo calificaba de “inmoral”), este cronista sospecha que han sido más las habladurías en torno a esa prohibición –que el mismo autor cuenta en un prólogo a una edición de 1984 y luego en distintas entrevistas— que las lecturas del texto lo que ha primado en estos años. Por eso no se puede más que festejar la reciente reedición realizada por Edasha, para que El frasquito ya no sea sólo mito para las nuevas generaciones incómodas con la hegemonía literaria cultora de los buenos modales, sino también lectura indispensable para la recuperación de un archivo setentista (difícil no leer este libro en serie con textos de Osvaldo Lamborghini como “El fiord” o “El niño proletario”).

En sintonía con las inquietudes que acompañaron a tantas escritoras y escritores por aquellos años, este relato también está atravesado por el rayo psicoanalítico que tocó a Gusmán no sólo en su narrativa sino también en sus inquietudes críticas (léase: revista Literal, la pandilla vanguardista que contaba entre sus filas, también, al mencionado Lamborghini y a Germán García).

Historia de incestos y de dobles (de puta/madre; de mellizo bueno/ mellizo malo), El frasquito no sólo opera como ruptura de la legibilidad literaria de la época, sino también de la tolerancia política permitida a la experimentación estética. De allí lo revulsivo de los “Pepes”, de los hombres P, que no son ni Perón ni el Pepe Firmerich, sino el Pastor, el Paraguayo, el Padrino, el Padre, pero incluso, la P femenina, la Puta (Madre) que se hace romper el culo a cambio de garantizar la vida de sus hijos, aunque también –se podría pensar— que disfruta de un sexo que entonces –sociedad autoritaria y represiva atravesada por dictaduras militares y cruzadas morales— era tabú. Como el del incesto, por ejemplo, que fantasea el personaje con la madre y el que concreta con la tía, la puta-madrina (“legalidad de la filiación que el relato mismo hace imposible”, según escribió Ricardo Piglia en el prólogo a la primera edición).

Pasaron cincuenta años y hoy son otros los tabúes. En medio de un 2023 que parece ser el año de las mil y una efeméride (los 40 años del denominado “retorno de la democracia”; los 50 años de la asunción de Cámpora al gobierno; los 20 años de asunción de Néstor Kirchner a la presidencia), la conmemoración del medio siglo transcurrido desde la aparición de El frasquitoen el campo literario nacional es un buen motivo para leerlo, releerlo y seguir conspirado contra las y los cultures de los buenos modales, de la corrección política, en fin, de quienes cultivan la cultura de la cancelación, porque quien mejor que el Gusmán de un texto tan potente y revulsivo como este para inspirar nuevas andanzas en el camino de ejercitar una crítica política de la cultura.