¿Un bosque disperso?
En medio de incendios que arrasan el planeta, en un parque público de Ubuenos Aires, cumpliendo las normas de distanciamiento social, Diego el “Peluca” Anselmi, realizó hace pocas semanas la Novena Dispersión Pública de su Bosque Disperso. ¿Salvación patafísica para la humanidad o maquinaria evidentemente inútil?
Por Tomás Astelarra
A Diego Anselmi, o el “Peluca”, o “Peluk”, lo conocí en Tandil aquella vez que fui a dar una no conferencia patafísica en Aquí No Es. Era el Jefe de Trabajos Prácticos del entonces Novisimo Instituto de Altos Estudios Patafísicos de Ubuenos Aires (NIAEPBA) y me recibió con grandes reverencias y Ha Ha’s en una casona que compartía con un par de amigos actores o músicos. La historia completa ya fue relatada en el libro Andanzasnenabarcas.
Pero lo cierto es que más allá de la formalidad patafísica nuestras vidas encontraron otras coincidencias como el neojipismo, la confección de pulseritas de macramé, similares edades e inquietudes y sobre todo, una ascendencia vasca. Además del fanatismo por Witoldo Gombrowicz que luego nos llevaría a crear la Casa Leczinski para las artes polacas del siglo XXI.
Viviendo yo en Buenos Aires, solía tomarme uno, dos, o tres fin de semanas al año, el tren en Constitución hasta Azul para esperar un par de horas el primer colectivo a Tandil y llegar de madrugada.
El Peluk religiosamente (más por conducta que por creencia), solía esperarme con una buena combinación de hierbas verdes para disertar, antes o después de su trabajo, de todo tipo de cuestiones. Digo antes o después porque su horario laborable dependía del turno que le tocara en alguna fábrica de sogas, o quesos, incluso de sereno en una hostería (además de actor y jardinero). Tampoco era fija su residencia. Hijo de familia ferroviaria, el Peluk malabareaba alquileres lo más baratos posibles. Por lo general sin demasiado espacio para su gran pasión o misión: criador de plantas y árboles.
Fue en ese entonces que le oí hablar de su bosque disperso.
Pequeña historia de la dispersión pública
A días de novena dispersión pública en el parque de Los Andes, Buenos Aires, entrevistamos a Diego Anselmi acerca de su histórico artefacto patafísico.
¿Cómo nació el bosque disperso?
El bosque disperso nació un poco por accidente. Conocí la historia de un vástago del roble de
Guernica, que está plantado en una plaza de Tandil y enseguida se me ocurrió recolectar
algunas de sus bellotas para intentar germinarlas; un poco por mi ascendente vasco (por parte
materna) y otro poco por mi afición a las plantas. En esa primera prueba germinaron varias
bellotas, lo cual me alentó a continuar con la experiencia en la siguiente temporada. Ya
entonces, comencé a regalar algunos ejemplares a amigos y familiares. Al cabo de dos o tres
años tenía una cantidad de robles que no podía sostener, había que trasplantarlos; entonces
empecé a regalarlos a personas interesadas en tener un árbol. Al mismo tiempo fui
investigando la siembra de otras variedades forestales. Entre las acciones de sembrar y
entregar los árboles me dí cuenta de que estaba formándose un bosque disperso.
¿Cómo es el sistema?
Voy sembrando diferentes especies y cuando tengo una cantidad equis de plantas, organizo
una “dispersión pública” en alguna plaza o parque cercano a mi casa. En esas dispersiones,
que suelen ser en primavera, entrego no sólo especies forestales, sino también plantas de
huerta, aromáticas, suculentas, cactus, las que tenga en ese momento. También entrego un
certificado con el nombre de la planta y solicito el nombre de la persona y el barrio o la
localidad donde será destinada; lo hago con el fin de tener un registro para confeccionar un
mapa vegetal y afectivo del bosque. En estas dispersiones la gente suele ofrecerme semillas, plantines, sustrato, macetas; siempre sembré en macetas.
¿Tenés una contabilidad de cuantos árboles fueron entregados?
Empecé a tomar registro a partir de la tercera dispersión pública, así que existe un registro
estimativo. Estoy trabajando en la compilación de ese material para poder construir ese mapa
del que te hablaba. Espero poder presentarlo el año próximo.
¿Cómo estuvo esta última entrega o dispersión?
Estuvo muy bien, entregamos más de noventa plantas: paltos, tipas, ceibos, camalotes,
suculentas, sábilas (aloe veras), cactus, entre otras. En general, la gente recibe las dispersiones públicas con entusiasmo y alegría. Existen quienes se sorprenden al enterarse de que no se cobran las plantas. El parque de Los Andes es muy lindo y el clima fue primaveral. En las dispersiones parece darse una relación simbiótica de mutualismo, en la cual, todos resultamos potenciados de alguna manera.
¿Cómo analizás esta intervención social en medio de la pandemia del Covid y un mundo
plagado de incendios destruyendo selvas y bosques nativos?
Por supuesto que me preocupa y estoy atento a todo lo que está pasando con respecto al
Covid y a la destrucción de ecosistemas naturales. Pero realmente no creo que las
dispersiones puedan tener un efecto en ese sentido, aunque sí, me ilusiona pensar que puede
tenerlos en términos de contagio o al menos, de sugestión. Para mí es una intervención
artística, más que del orden del activismo ambiental; tal vez emparentada al land art pero sin
efectos (visuales y de otras índoles) inmediatos.
¿Cuál fue la repercusión de la gente?
La repercusión fue muy buena. En este año tan particular, con el aislamiento, la distancia y el
miedo, esta propuesta de encuentro al aire libre, se asemejó bastante a dar un paseo por el
bosque con amigas y amigos. Hay personas a las que veo sólo en las dispersiones públicas,
como si el bosque disperso fuera un lugar móvil de encuentros.
¿Será la patafísica la esperanza?
¿Tratarase de un David golpeando un Goliat? ¿Será cuestión de hacer uno, dos, tres bosques dispersos, como en su momento el Che Guevara sugirió hacer vietnams? ¿Taremos hablando de estrategias creativas frente al colapso, crisis civilizatoria, arcas de noe o pequeños actos chejes que vaticinó Silvia Rivera Cusicanqui? ¿Vale el amor y la ayuda mutua frente a tanta estrategia deliberada de un sistema-mundo capitalista de muerte?
Definida como la “ciencia de las soluciones imaginarias”, la patafísica, y por ende el bosque disperso del Peluca, esgrime indefectiblemente su carácter de inútil, frente a este y otros problemas.
El cuento El Bosque Disperso del Peluca del libro Andanzasenabarcas puede leerse en:
http://andanzasenabarcas.blogspot.com/2007/11/el-bosque-disperso-del-peluca.html