COLABORACIONES

Vidas completamente normales

Por Pablo Cervigni

Las personas en situación de discapacidad pueden tener vidas completamente normales.

Muy a menudo, en mi andar cotidiano y en el andar de otras personas en situación de discapacidad, nos encontramos con esta frase o frases similares. Es que con el paso de los años, y con el “avance” en términos de visibilidad, pareciera que todos los problemas que se encuadran dentro de lo que a discapacidad se refiere, poco a poco van desapareciendo. No tanto porque en realidad estén siendo resueltos, sino porque las mismas personas en situación de discapacidad los dejan pasar o pasa lo que ha pasado siempre en relación a esto: nos terminamos adaptando a las circunstancias que nos tocan, porque queremos vivir y estamos deseosos de transitar nuestras vidas como todos los demas, en todos los sentidos de la palabra.

La realidad de esta cuestión conlleva otra clase de profundidad, porque en no hay manera de conocer lo que pasa diariamente en la vida de una persona con discapacidad sin serlo, sin vivirlo. Cuestiones que a veces ni los propios familiares las saben o las viven. Incluso siendo imposible para los colaboradores de la discapacidad, que con toda su buena voluntad intentan vivirlo, entenderlo y acompañar procesos legítimamente, pero que ante la imposibilidad de vivirlo siempre la visión termina siendo sesgada o fuertemente limitada por la experiencia en sí, incluso desde los ámbitos profesionales que se encargan de desandar la discapacidad se encuentran obnubilados por estas limitaciones.

Recuerdo cuando una organización no gubernamental se había encargado de hacer dinámicas por el centro de la ciudad de Córdoba, en donde vendaban los ojos de los participantes de la experiencia o le proporcionaban sillas de ruedas para que transitaran por las calles céntricas y quedaban todos desquiciados por la dificultad de la tarea. Todo eso siendo en un solo día, luego del cual ellos se paraban de sus sillas o se quitaban las vendas y volvían a la normalidad. Pero “la sociedad se estaba dando cuenta de algunas cosas que antes no”.

Sé perfectamente que es algo sobre lo cual se falta discutir y mucho aun. Pero mientras, tanto la sociedad avanza y nos seguimos llenando de ejemplos en donde la discriminación no ha desaparecido, sino que ha mutado a cuestiones como que “ahora tienen todas las condiciones dadas, si no consiguen trabajo es porque no quieren” o “ahora ya no se ve a la discapacidad como antes, se discriminan a sí mismos pero si quieren ser normales deben ser tratados como personas normales”. De esas frases, hay cientos de miles, todo el día, todo el tiempo. Abrazamos la bandera de la inclusión haciendo de cuenta que la aceptamos, que nos preparamos y que ya la discapacidad no presenta las dificultades que antes presentaba. Entonces empezamos a actuar de igual a igual. Pero las condiciones en la vida de todos los días aun no son las mismas para todos.

No somos iguales. No tenemos los mismos derechos. Y entonces, lamentablemente, no podemos ser juzgados con la misma vara. No podemos estar hablando tan ligeramente de la discapacidad, cuando todavía no hay discusiones dadas al respecto con seriedad y el marco adecuado, donde ni la participación o el acceso están garantizados para la persona en situación de discapacidad. Tiene que ver mucho las leyes y su ejecución en este sentido, pero también tienen que ver los formadores de opinión sobre la discapacidad que ponen el foco en donde más les conviene para vender una idea de inclusión que, en realidad, aún no existe (aunque es verdad que estamos más cerca), en donde hablar de inclusión todavía es hablar de los eternos niños, los ángeles del cielo o historias de superación. Porque es eso, las personas en situación de discapacidad todavía viven vidas que son dignas de películas, vidas que a las que debemos buscarle la vuelta, historias de superación y… Entonces, a dónde queda la igualdad de oportunidades, derechos y la habilitación al trato, sin tener en cuenta estas cuestiones que nos límites y nos ponen cientos de barreras en cuanto a nuestro propio crecimiento y en el ámbito de lo social.

No, no podemos medir todo con la misma vara, cuando tengo que esperar a conseguir un acompañante para hacer un viaje porque no se tiene en cuenta mi independencia, sino que prima un código que me identifica como tal o cual cosa. Porque no podemos hablar de inclusión, cuando evitamos filas en tramites solo para tapar la falta de acceso a los lugares que, en teoría, son públicos y de todos. Porque no podemos hablar de inclusión cuando nos cuesta el triple conseguir trabajos iguales de precarios que con todos los demás. Porque no podemos estar hablando de igualdad y de facilidades de acceso, cuando hay que estar preguntando diferenciadamente si un viaje, un paquete turístico, un congreso o lo que, sea tienen facilidades de movilidad y a nivel de la comunicación para personas en situación de discapacidad. No es solo una cuestión de mérito o esfuerzo, es que las condiciones aún no están dadas, las garantías no existen y los derechos aún faltan, pero porque todavía falta la discusión y los cuerpos implicados para tales fines.

Pero entonces, no vengamos con que “ahora las facilidades están dadas para todos” y “el que no lo hace es porque no quiere”, porque no es verdad y porque cuando en los papeles, por A o por B, están expresadas las condiciones o la obligación de brindar el acceso como un derecho más de todos y todas eso queda, por lo general, en los papeles o en las empresas implicadas en brindar servicios específicos.

Es fácil hablar desde lo que, en los círculos de las personas con movilidad reducida, llamamos el “privilegio bípedo” y probablemente a muchos lectores cuando lean esto les dará risa el termino, pero en realidad es algo que existe y que como concepto es algo que no se discute y en lo cual no se piensa. El privilegio de que el mostrador de un consultorio de al ombligo y no a la frente.

Es importante entender también que esto no tiene ver que con encontrar culpables, sino de encontrar cuerpos dispuestos a cambiar estas cuestiones reconociendo, en primer lugar, que hay que cambiar y que las condiciones de acceso no están dadas por igual para todos. Porque como he dicho en otras oportunidades: nos encontramos inmersos dentro de múltiples minorías que se encuentran en un mismo lugar, la discapacidad, a lo cual le podemos agregar muchos conceptos que lo acompañen para definir estar intersecciones como, por ejemplo, mujer discapacitada y de color.

Las personas en situación de discapacidad deberíamos poder tener vidas completamente normales, en donde nuestra condición no limite nuestra posibilidad de acceso al transporte público, esparcimiento, un trabajo o lo que sea que fuere. Pero esto no es así, sino que es todo lo contrario. Nosotros como personas en situación de discapacidad todavía debemos luchar por tipos de acceso que son básicos en verdad y que no se limita a lo meramente físico, sino que también debemos hablar del acceso a la cultura, por ejemplo, o el acceso al deporte no rehabilitador. Porque sí, hay avances, pero todavía forman partes de las notas de color referidas a la superación y en donde el “querer es poder”, cuando no siempre es así y creo que a eso lo tenemos claro todos y todas. No por nada, el programa de Córdoba con más éxito referido a la discapacidad tiene un segmento de 15 minutos, una vez a la semana, antes del prime time en un canal de los más conocidos de la ciudad, en donde se cuentan estas historias pero que, también, se ridiculiza a la discapacidad brindándole un rol tanto a los entrevistados como a las historias que terminan siendo completamente secundarios.

Porque la idea es visibilizar sin victimizar. Pero hasta qué punto no es ese mismo discurso el que se usa para que no podamos alzar la voz y decir que es lo que aún nos falta o por qué el discurso de igualdad, hoy por hoy, es una mentira que sigue alimentándose en donde los menos, los que la vivimos de adentro, seguimos padeciendo las consecuencias y seguimos “desapareciendo de a poco” incluso siendo cada vez más visibles, pero poniendo en discusión desde el cual se lleva a cabo esta acción. El límite entre la victimización y el reclamo de derechos siempre va a ser muy fino o inexistente. Incluso para quien goza de todos los privilegios que nosotros y nosotras, en este caso personas en situación de discapacidad, no tenemos aún.

Las vidas de las personas en situación de discapacidad deben dejar de ser consideradas historias de superación. El poder hegemónico no se da cuenta que, en ese simple acto de vanagloria, está reconociendo la diferencia existente entre unos y otros. Porque todos los días se reciben abogados, pero la nota es cuando un abogado es síndrome de Down o cuando una persona con movilidad reducida se desarrolla en algún deporte, sino no.

La discusión queda completamente abierta y es algo sobre lo que debemos seguir trabajando para llegar a cuestiones aún más profundas sobre esto, poniéndole el cuerpo sobre las experiencias vividas y sobre las realidades mismas que las personas en situación de discapacidad vivimos todos los días buscándole la vuelta a la vida, porque lo que justamente falta es igualdad de oportunidades, esa que tanto se pregona como real en todos lados.